martes, 10 de septiembre de 2013

Nunca es demasiado tarde



“Nunca es demasiado tarde para aprender, ni hay edad para ello”. Esta es la frase en la que se pueden resumir las historias de estas personas que hoy recojo aquí. Ellos sólo son un ejemplo de muchas otras, que desde el anonimato, persiguen sus sueños de hacer posible el formarse, el enriquecerse con los conocimientos… en definitiva a prepararse un poco más para vivir su vida de forma activa y no viéndola pasar sentados en la silla.
Nélida Alonso
Nélida Alonso, desde niña tuvo que trabajar. A los 92 años acabó sus estudios de primaria.
Audrey Crabtree
Audrey Crabtree, de Cedar Falls (Iowa), a sus 99 años se graduó en bachillerato, tras tener que abandonar la escuela secundaria en 1932.
Hazel Soares
Hazel Soares, con 94 años, se graduó en Artes liberales en el 2010. La única diferencia entre ella y los demás compañeros de clase eran los 70 años de edad que les separaban.
 Olga Kotelko
“Darse por vencido nunca es aceptable”, eran las palabras de Olga Kotelko para enfrentarse a los nuevos retos que se proponía en la práctica de varias disciplinas deportivas, actividad que comenzó a practicar con 77 años. Cuando falleció, a los 95 años, tenía en su poder más de 500 medallas y 26 records mundiales, todos ellos conseguidos entre los 77 y 95 años.
Billy Jones
A Billy Jones, nacida en Inglaterra en 1924, su edad no le impide vivir maravillosas aventuras. A sus 80 años se lanzó por primera vez en paracaídas. Cuando cumplió 85, voló en planeador. Y en su cumpleaños 90, pilotó un avión tras tomar clases de vuelo en los meses anteriores.
Walter Seton Bunker
Para Walter Seton Bunker las complicaciones de la vida no le han impedido cumplir su sueño. Él comenzó estudios de violín en 1941, mas su alistamiento en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, le impidieron continuar. Ya no pudo volver a las clases de forma regular, y tras vencer un cáncer de pulmón se propuso terminar los estudios que le faltaban para graduarse en Artes por la Universidad Xavier, de Ohio.
Manuela Hernández Velásquez
Manuela Hernández Velásques, es un claro ejemplo de superación. Sus propias palabras la definen: “La educación nos civiliza. Cada vez que aprendo algo me digo a mí misma: Ahora ya no me van a hacer guaje (tonta)”. A sus 100 años obtuvo su certificado de primaria, aquel que no pudo conseguir en su niñez, cuando su estatura le permitió ponerse a lavar y planchar, pues hacía falta su trabajo en su familia.
 Kimani Maruge
Kimani Maruge, no pudo acabar sus estudios de primaria, sólo la muerte logró impedírselo. Nacido en el Valle del Rift, fue jornalero toda su vida y cuidaba de un rebaño de cabras. A los 84 años comenzó a estudiar en un colegio del oeste de Kenia, con su audífono y su cachaba se cruzaba en los pasillos del colegio con dos de sus nietos. Al parecer, llegó a decir que quería saber leer y escribir para descubrir cuando le engañaban los que pretendían adoctrinarle.
 Hermain Tjiknang
“Es posible que sea viejo, pero no puedo dejar de estudiar”, son palabras de Hermain Tjiknang, quien recogió su titulo por la Universidad de Padjadjaran, en Bandung, capital de la provincia indonesia de Java occidental.
 Allan Stewart
Es lo que debió pensar, también, Allan Stewart, un dentista australiano nacido en 1915, quien durante el ejercicio de su profesión se doctoró en cirugía dental. A los 90 años obtuvo el título de licenciado en Derecho y con 91 años acabó un máster de Ciencias Médicas.
Ellos son unos de los múltiples ejemplos que nos demuestran que la vida, de principio a fin, puede ser una aventura para ir descubriendo nuevos conocimientos y la realización de nuevas actividades. No tiene sentido que nos privemos de explorar algo porque nos sintamos un poco mayores. Siempre hay tiempo para aprender, siempre hay tiempo para empezar. Y nunca es tarde, se tenga la edad que se tenga.












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