jueves, 13 de abril de 2017


Para quienes la Historia y la investigación sobre la misma es nuestra pasión no es sorprendente encontrar muchas situaciones que se repiten, aunque en contextos diferentes, a lo largo del transcurrir de los tiempos. Es lo que ha ocurrido con el intento del ser humano de levantar muros y barreras para evitar las incursiones del enemigo o para impedir la salida de sus propios habitantes. Son múltiples los ejemplos de vallas, muros, barreras y otros tipos de construcciones alzadas para separar países o, aún más denigrante, seres humanos.
Desde que levantaron la Gran Muralla China y el Muro de Adriano, son numerosas las construcciones de este tipo que se han erigido a lo largo de la Historia, aunque el más conocido de todos ellos haya sido el Muro de Berlín que fue derribado en 1989, pero otros muros siguen separando a pueblos y aislando a seres humanos a lo largo y ancho del mundo, y aún hoy siguen proponiéndose la construcción de nuevos muros o el refuerzo de los ya existentes, como son el caso de los existentes entre México y EE.UU. o las “jaulas” levantadas por Israel en torno a Gaza y Cisjordania. Otros ejemplos los hay, como son el de Eslovaquia alzado para separar a los romaníes (gitanos); la “Línea verde de Chipre”, que, alzada en 1974, dividió la isla de dos partes y ha terminado por convertirse en frontera entre los grecochipriotas y los turcochipriotas; la “Pared del Sáhara”, un conjunto de ocho muros que se extienden a lo largo de más de 2 700 kilómetros de longitud, cuya construcción fue ordenada por las autoridades de Marruecos en 1980 y que impide a los saharauis el acceso a las zonas más fértiles y productivas del Sáhara Occidental y la zona pesquera de la costa, podríamos seguir poniendo otros ejemplos, pero con esos creo que es suficiente para esta introducción.
Algo que, personalmente, no entiendo cuando hoy vemos como a los políticos de todo el mundo se les llena la boca cuando hablan de “globalización”, pues ese término significa la unión de los pueblos a nivel internacional. A no ser que ellos y quienes mueven los hilos de la economía en el mundo tal término sólo abarque lo relacionado con los intereses productivos y de comercio, sin tener en cuenta a las personas.
Mas en esta entrada voy a centrarme en lo que representa para los habitantes de Palestina y Gaza los muros de la infamia que Israel ha levantado y sigue levantado y las consecuencias de los mismos para todos ellos.

Fue en noviembre del 2000 cuando, el entonces primer ministro de Israel, Ehud Barak aprobó el primer proyecto para la construcción de lo que desde el primer momento dieron en llamar “valla o cerca de seguridad”. El proyecto definitivo se aprobó el 23 de junio de 2002, siendo primer ministro Ariel Sharon , con una longitud aproximada de 730 kilómetros y su construcción empezó de forma inmediata, en plena “Intifada de Al-Aqsa”, provocada por la actitud de Sharon  al visitar la Explanada de las Mezquitas, el tercer lugar sagrado para los musulmanes en Jerusalén. Los enfrentamientos, entre palestinos e israelíes, eran constantes y el primer ministro consideró, como mejor solución, meter en una jaula a todos los palestinos, inocentes o culpables.
El muro, al que los israelíes llaman verja porque unos 630 kilómetros está compuesto de vallas con sensores electrónicos, alambradas de alambre de espinos,… sin tener en cuenta que más de 70 kilómetros del mismo está formado por una estructura de hormigón de más de 7 metros de altura, casi el doble del “Muro de Berlín”, con torres de vigilancia, en todo su perímetro, elevadas a intervalos de unos 300 metros por término medio. Todo el complejo está rodeado por zanjas de hasta cuatro metros de profundidad, zonas de arena fina en la que se marcan las huellas de paso, y caminos asfaltados a cada lado para el tránsito de vehículos de vigilancia. En su conjunto el ancho, lo que los israelíes definen como zonas adicionales de defensa y áreas restringidas, de esta barrera que conforma la jaula en la que permanecen encerrados los palestinos de Cisjordania es de entre 50 y 70 metros por término medio, llegando a alcanzar los 100 metros en algunos puntos. De sus más de setenta puertas o pasos abiertos los palestinos, que cuentan con los permisos oportunos, sólo pueden utilizar poco más de 40.
Por mucho que se quiera presentar, ante la opinión pública mundial, como una valla fronteriza comparándola con otras existentes, su sinuoso trazado, que no se atiene a la “Línea Verde” marcada en el armisticio tras la guerra árabe-israelí de 1948, ni a las fronteras previas a la “Guerra de los seis días”, junio de 1967, y que discurre , casi en un 80%, por territorio palestino de Cisjordania llegando a penetrar hasta 22 kilómetros en algún lugar, lo que conforma son inmensas jaulas en torno a ciudades y pueblos de Cisjordania en las que se mantiene encerrados a sus habitantes
Si bien es cierto que aquella “Línea Verde”, según lo recogido por la Convención firmada entre Egipto e Israel el 24 de febrero de 1949, “no debe ser considerada de ningún modo como una frontera política o territorial, está marcada sin perjuicio de los derechos, reivindicaciones y posturas de ambas partes en el momento del armisticio en cuanto se refiere al arreglo definitivo de la cuestión palestina”. De hecho, en 2003, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobó una resolución en la que se exhortaba a Israel a paralizar la construcción de aquel muro y a derribar la parte ya erigía por considerarla ilegal, llegando a recoger que el mismo agudizaba la crisis humanitaria de los habitantes de Cisjordania. Dicha resolución fue remitida a la Corte Internacional de Justicia que, en 2004, dictaminó que dicho muro violaba el derecho internacional humanitario y de derechos humanos, y hasta el Tribunal Superior de Justicia de Israel ha concluido en varias ocasiones que había que modificar el trazado porque invadía suelo palestino. Ni la resolución de la ONU, por no ser vinculante, ni el dictamen de la Corte Internacional de Justicia, ni los fallos del Tribunal Superior de Justicia de Israel han sido tenidos en cuenta por el gobierno israelí que sigue erigiendo esa barrera en torno a los palestinos.



Sentimos vergüenza ajena ver esas imàgenes en el siglo XXI
Se siente respaldado, como lo ha estado desde 1948, por los EE.UU. y más desde que el actual presidente americano, Donald Trump, a los pocos días de su toma de posesión declaraba con respecto a su intención de reforzar el muro que separa México de EE.UU., más o menos con estas palabras: “La gente quiere protección y el muro protege. Lo único que tienes que hacer es preguntar a Israel”, sin tener en cuenta lo señalado anteriormente sobre la ilegalidad del mismo. Aunque es evidente que las declaraciones de este señor vienen siempre presididas por intereses que nada tienen que ver con los derechos humanos, como es el caso de las realizadas a raíz del ataque con armas químicas sobre el poblado de Khan Sheikhouen donde manifestó: “That cannot happen in a civilized world (Eso no puede suceder en un mundo civilizado)”, pero parece mirar para otro lado cuando propone la construcción del muro en la frontera con México tratando de “delincuentes del sur” a los habitantes de ese país, o en el caso de lo que viene sucediendo en Palestina y Gaza, convertidas en enormes jaulas por el estado de Israel, donde sus habitantes “revolotean” entre rejas, alambradas y muros, como pájaros encerrados en ellas, viendo su vida condicionada por mil y una limitaciones que los controlan y esperando, como aquellas aves, a que alguien les suministre su sustento, pues ni siquiera les dejan conseguirlo por ellos mismos.
Porque la construcción del “Muro de la Infamia de Israel” para proteger asentamientos ilegales, además de llevar consigo la modificación del paisaje con la demolición de numerosas viviendas y la destrucción de gran cantidad de tierras de cultivo con la desaparición de miles de olivos y otros árboles fundamentales para la supervivencia de los palestinos, además de perseguir otros objetivos que nada tienen que ver con lo manifestado por el gobierno israelí en cuanto a que es simplemente una “Valla de Seguridad”, como ya dejamos señalado en otra entrada de este blog (ver El agua, ¿arma disuasoria y de presión? del 21 de agosto de 2015), ha traído consigo la separación de numerosas familias palestinas, imposibilita la habitabilidad de numerosos pueblos y comunidades, ha separado a muchos agricultores de sus tierras de cultivo y a otros de sus lugares de trabajo, centros de atención médica o educativos; los musulmanes y cristianos, habitantes de Cisjordania, no pueden visitar libremente los santos lugares de Jerusalén u otras zonas de la antigua Palestina; los estudiantes, sobre todo los universitarios, deben enfrentarse todos los día a los puestos fronterizos y de control del ejército israelí para poder llegar a los centros educativos que han quedado al otro lado de la barrera… En pocas palabras, comunidades enteras han quedado atrapadas en esas jaulas conformadas por hormigón, rejas y alambre de espinos. A los palestinos de Cisjordania les espera el mismo futuro que ya están viviendo los de la Franja de Gaza, primero irán siendo aislados entre sí para posteriormente quedar bajo el permanente control del ejército israelí.
 Netanyahu, junto al muro que ellos llaman valla, y la imagen figurada de Tácito
“La ambición de dominio es más ardiente que todas las demás pasiones”, escribía Tácito, historiador, senador, cónsul y gobernador romano, en su obra “Anales” (15, 53, 4).
Y si hemos utilizado el término “jaula” porque entendemos que es la mejor figura retórica para definir la situación de todo el territorio de Cisjordania, para hablar de Gaza entiendo que es asumible la comparación con una cárcel al aire o un recinto zoológico. Un territorio cuya situación actual hemos tratado de analizar en profundidad en otras entradas de este blog, por lo que ahora nos limitamos a recordar algunos de los datos. Gaza es uno de los lugares con mayor densidad de población del planeta, más de 4 200 personas por kilómetro cuadrado, de las cuales unos 900 000 son niños. 1,2 millones de sus habitantes son refugiados producto de los desplazamientos palestinos a raíz de la primera guerra árabe-israelí de 1948. La tasa de desempleo supera el 40%, y llegando casi al 60% entre los jóvenes. Todo el territorio está rodeado por un muro de hormigón de nueve metros de altura que lo separa de Israel. Es el hermano mayor del de Cisjordania, aunque no ha llegado a alcanzar la misma repercusión jurídica a pesar de que sus efectos son mucho más graves, pues encierran en 385 kilómetros cuadrados a casi dos millones de seres humanos, sometidos al bloqueo y la presión de Israel y de Egipto, países colindantes. Bloqueo que se extiende también a su zona marítima, donde Israel no permite faenar a los pescadores más allá de las 3 millas desde la costa (poco más de 5,5 kilómetros). Lo que la convierte, como ha sido denominada en muchas ocasiones como “la cárcel al aire más grande el planeta”, o como nosotros hemos comparado con un parque zoológico al estar sus habitantes privados de cualquier libertad, tanto por parte de los países vecinos como de sus propios gobernantes. Las jaula sólo se la abren para que les entre el sustento y para convertirlos en potenciales consumidores de aquello que les interesa a quienes realmente mantienen un estricto control sobre ellos. Pero no basta que ese muro elevado, recientemente se ha comenzado a construir, por parte de Israel, en la zona colindante con Egipto un muro subterráneo de 65 kilómetros de longitud que irá desde el Mar Mediterráneo, al norte de Gaza, hasta el cruce de Kerem Shalom, en el sur. Su objetivo: acabar con los túneles que se construyen desde Gaza para el contrabando de mercancías, aunque es cierto que también han sido utilizados para la entrada de material bélico, por lo que su profundidad será la suficiente para impedir, o al menos dificultar, la creación de esos túneles. Túneles que no se hubieran constuido de no existir ese bloqueo doble por parte de Israel y Egipto. Su coste superará los 800 millones de dólares y está previsto que su construcción finalice en dos años.
Cualquier intento, y los ha habido en tiempos pasados, recordemos las construcción del aeropuerto, de hacerlos avanzar hacia un camino de libertad y de construcción de su propia sociedad, han sido abortados a través de la destrucción, algo que viene sucediendo desde que, en 2006, los representantes del partido político islamita de Hamas ganaron las elecciones. Desde entonces, y periódicamente, causas ajenas al pueblo gazatí han originado la muerte de miles de civiles y la destrucción de numerosas propiedades, para a continuación comenzar de nuevo en un círculo cerrado que parece no tener fin.
Proyecto de isla artificical frente a la costa de Gaza
Queda bien claro, a lo largo de todas las entradas de mi blog donde he abordado el tema de la situación de Gaza, que no culpo solo a una de las partes, Israel, aunque sea el brazo ejecutor de esas destrucciones, y que todos, propios y ajenos, participan de ellas, para a continuación ir presentado nuevos proyectos que no dejan de ser como las golosinas que se le ofrecen, por parte de los visitantes, a los animales encerrados en los parques zoológicos. Es el caso del proyecto que viene aireándose desde hace un año sobre la creación de una isla artificial frente a las costas de Gaza y que ha sido concretado en una propuesta realizada al enviado especial del presidente de EE.UU., Donald Trump, y que cuenta, según las autoridades israelíes con el visto bueno de los gobiernos de Egipto, Jordania y Arabia Saudí, que entre otras medidas que afectan a la esa zona de Oriente Medio, contempla la creación de una isla artificial frente a Gaza con aeropuerto, planta energética y puerto, administrada internacionalmente, sobre el que el gobierno israelí ha alegado que sería la manera de que este territorio tenga conexión económica con el mundo exterior “sin dañar la seguridad de Israel”. Un proyecto cuyo coste, al parecer, alcanza los 5 000 millones de dólares.
No soy analista político ni economista, sólo me pregunto: ¿no sería más factible y económico realizar ese proyecto sobre tierra firme e invertir ese presupuesto en el actual territorio de Gaza? Puesto que solo con levantar las restricciones que hoy se ejercen sobre la reconstrucción de Gaza se conseguirían efectos inmediatos, y se podría unir además los dos territorios que hoy conforman el estado palestino reconocido por las Naciones Unidas desde finales de 2012: Cisjordania y Gaza. Como siempre, todo hace pensar que detrás de esas propuestas no existe un interés real sobre la situación del pueblo gazatí, sino unos intereses comerciales ajenos al mismo, puesto que una población de cerca de dos millones de seres humanos, como hemos señalado, es un mercado potencial muy interesante desde el punto de vista comercial y económico.
Lo que viene a demostrar que los seres humanos son sólo una oportunidad de negocio.


Recuerdo aquella frase que Kennedy pronunció en su discurso frente al muro de Berlín en 1963: “Ante un muro infranqueable, puentes; ante el bloqueo, compromiso; ante el sometimiento, resistencia; ante la opresión, libertad.” Y creo que las mujeres palestinas e israelíes son las que verdaderamente han entendido este mensaje con respecto a la situación del pueblo palestino y el gazatí. Ellas entienden que el único puente posible es la paz y el diálogo; que frente al bloqueo es necesario un compromiso real y no vanas palabras y posturas encontradas; que la resistencia frente al sometimiento no se ejecuta con más violencia; y que frente a la opresión sólo puede oponerse la libertad, libertad de pensamiento y de creencias. Ellas, al igual que yo, pensamos que ningún ser humano tiene derecho a humillar, torturar, hacer cualquier tipo de daño, el que sea, a otro ser humano. Por ello, cogidas de la mano y como una sola voz, realizaron una manifestación por la paz y el entendimiento entre israelíes y palestinos, recordando aquellas palabras de Martin Luther King: “Hemos sido capaces de volar como pájaros, de nadar como los peces, pero no somos capaces de vivir sencillamente como hermanos”.
Quiero cerrar esta entrada parafraseando a Martin Luther King: “Tengo un sueño: que un día los gazatíes, y los habitantes de Cisjordania, vivan en un territorio unido y libre donde no sean sometidos a la esclavitud de los muros y las rejas”.Y como textualmente él decía: “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”. Deseos y sueños que hago míos para los pueblos cisjordano y gazatí.
María Velasco