sábado, 5 de noviembre de 2016

Otto Engelhardt o la desmemoria de los políticos sevillanos



Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. 
Luis Cernuda
Para una sevillana apasionada por la Historia y mucho más por la de su tierra natal es triste, muy triste, que la vida y obra de personas que de una manera u otra engrandecieron esta tierra permanezca diluida en el tiempo. La desmemoria de la clase política no tiene paragón y ella arrastra consigo el desconocimiento de los sevillanos de parte de su historia. Es el caso de la figura y obra de Otto Engelhardt, un hombre que se puede considerar uno de los artífices de la modernización de Sevilla, pues fue bajo su dirección como la ciudad se electrificó y como los tranvías eléctricos vinieron a sustituir a los “tranvías de sangre”. Una historia que se diluyó a partir de un día indeterminado del mes de septiembre de 1936 cuando fue fusilado por las tropas sublevadas al mando de Queipo de Llano en Sevilla, dejando ese sabor amargo y salado que producen las lágrimas que silenciosamente corren por las mejillas de aquellos que fueron sus seres queridos, pero que conservan en sus recuerdos, a través de generaciones, la memoria vívida de su presencia.
En la imagen Conrado Engelhardt, nieto de Otto Engelhardt, y su hija Ruth
Como manifiesta su bisnieto Conrado Engelhardt en alguna de las entrevistas que desde 2009 le han realizado: “Su muerte era un secreto, algo que nos fuimos enterando poco a poco. Pero el bisabuelo Otto siempre estaba presente en Villa Chaboya, la casa en la que vivíamos todos, estaban su pipa, sus gafas, el uniforme de gala de cónsul repleto de medallas y con el que jugábamos a escondidas…” Es a partir del año 2009 cuando Ruth Engelhardt Pintiado, hija de Conrado y por tanto bisnieta de Otto, escribió los primeros retazos de la biografía de su bisabuelo el día 12 de septiembre de 2009, publicados en www.todoslosnombres.org, y en octubre de ese mismo año el nº 45 de “Cuadernos para el diálogo” publicaba un artículo suyo bajo el título “Don Otto, el de los tranvías”. Son las primeras líneas escritas que he podido encontrar sobre aquel hombre del que en la información de la Junta de Andalucía sólo figura una pequeña reseña sobre él publicada en “El documento del mes” de diciembre de 2014 en donde hace referencia a un libro que Otto escribió en 1934 bajo el título de .“Adiós Alemania, con sus Barones y Fascistas”. Y de julio de 2016 un artículo de Carlos A. Font Gavira bajo el título “Otto Engelhardt un alemán contra el nazismo desde Andalucía”.
Su vida y obra quedó sepultada entre los escombros que dejó aquella sublevación militar que después trajo consigo cuarenta años de silencio sobre todas aquellas personas que habían manifestado su apoyo a la República pero que tampoco los políticos de la “democracia” han sido capaces de recuperar. De él en Sevilla no existe una estatua, ¡maldita falta que hace! para que luego los incívicos de siempre terminen arrasándola, que rememore su figura,  ni una calle rotulada con su nombre, aunque eso tampoco es de extrañar, aquel caballero alemán ni fue político, aunque tuvo su faceta política, ni guitarrista, ni torero, ni cantaor, ni… ¡fue simplemente un ingeniero! que lo único que hizo fue aportar, con su trabajo sus ideas y sus conocimientos como químico, bienestar y progreso a Sevilla y eso realmente no es, por lo visto, nada significativo para que su figura sea recordada.
En la parte superior izquierda reunión del consejo de administración de la
Compañía Sevillana de Electricidad, a la derecha Otto Engelhardt, en el cento con bata blanca,
en las cocheras de los tranvías. Debajo a la izquierda en la puerta de Villa Chaboya luce
las condecoraciones que le habían sido otorgadas, a la derecha en las
instalaciones de Laboratorios Sanavida.
Otto Engelhardt nació en Braunschwig, ciudad de la Baja Sajonia, el 7 agosto de 1866. Estudió ingeniería y se casó con Anna Holtf con la que tuvo dos hijos, Otto y Conrado, el primero de ellos falleció contando treinta y tantos años. Trabajo como ingeniero en la Allgemeine Elektricitäs-Gesellschaft (AEG) en Berlín y como director de la Strassenbahn und Electrizitätswerke en Anhalt (Alemania). El 23 de julio de 1894 se constituyó la Compañía Sevillana de Electricidad, S.A., con capital mayoritario de AEG y el Deutsche Bank y es el momento en que Otto llega a Sevilla como director de esa empresa de electricidad. Cuando el once de septiembre de 1899 se inauguró la tracción eléctrica en los tranvías de “The Seville Tramways Company Limited” que hasta aquel momento habían sido de tracción animal o “tranvías de sangre”, al participar en esta sociedad las compañías AEG y Deutsche Bank, Otto fue nombrado su representante y ocupó el cargo de director de la compañía, donde su dirección estuvo colmada de éxitos y reconocimientos, si consiguió que la empresa creciese no dejó de tener presentes a los obreros de la misma para los que consiguió, entre otros, el derecho a la reducción de jornada, algo que ellos agradecerían en 1910 cuando le rindieron un cálido homenaje representado en un artístico álbum con una dedicatoria especial: “como prueba de afecto y estimación”.
Imagen publicada por el períodico ABC el 1 de septiembre de 1909 con el siguiente texto:
PARA LOS HERIDOS EN MELILLA. La importante Compañía Sevilla de Electricidad,
que tan inteligentemente dirige el ilustre ingeniero D. Otto Engelhardt,
ha engalanado un coche motor y tres jardineras, que estuvieron en servicio
los tres primeros días de este mes, y cuya recaudación se destina
a los heridos en la campaña. Foto: Barrera 
Cargo que compatibilizó con el de director de la compañía de tranvías donde llevaría a cabo una acción que posteriormente significaría que fuera condecorado con la cruz de Isabel la Católica por el rey Alfonso XIII, la edición del día 7 de septiembre de 1909 recogía así aquella acción: “engalanó un coche motor y varias jardineras”, su objetivo era recaudar fondos para los heridos de la campaña en Melilla de la Guerra de Marruecos, aquel convoy estuvo circulando permanentemente durante aquellos primeros días de septiembre de 1909.
Otto Engelhardt luciendo el uniforme de gala de cónsul alemán en Sevilla
Su bonhomía le había llevado a ser aceptado y reconocido en Sevilla como “Otto el de los tranvías” algo que debió tener presente el embajador de Alemania en Madrid para, en 1903, nombrarlo cónsul honorífico de Alemania en Sevilla, cargo que ostentó hasta el 23 de diciembre de 1919 en que cesó a petición propia. Fue desde ese puesto como cónsul cuando el 11 de febrero de 1931 impidió que llevara a cabo un sabotaje por parte de un oficial de la Armada alemana sobre barcos españoles en el puerto de Sevilla, acción que al parecer pretendía que España abandonara su postura neutral en la Primera Guerra Mundial. Noticia recogida por el diario “El Liberal” de Sevilla y la Gaceta General de Dortmund. Él manifestó así su actitud ante aquella acción  que iba a ser llevada a cabo por un militar ajeno al Consulado: “Un cónsul no debía mezclarse en empresas militares; él debía ocuparse solamente de cosas pacíficas al servicio de la nación. Si un cónsul prestara su mano a una malicia como ésta, entonces se haría punible ante el mundo”. En 1916 Otto, desde su puesto como cónsul, solicitó al Ministerio de Asuntos Exteriores ayuda para que se construyera un colegio alemán en Sevilla, puesto que al entrar Portugal en la Primera Guerra Mundial hubo muchas familiar alemanas y profesores del colegio alemán en Lisboa que se trasladaron a Sevilla. Mas aquella solicitud fue rechazada.
Recorte del periódico ABC del 20-11-1996, pag. 56, del artículo
publicado con motivo del 75 aniversario del Colegio Alemán de Sevilla
en donde aparecen dos grupos de alumnos del mismo entre finales de la
década de los años veinte y la de los treinta
   
En 1921, cuando Otto Engelhardt ya no era cónsul de su país en Sevilla, la colonia de alemanes localizada, fundamentalmente, en el barrio del Porvenir y que se había venido incrementando por el interés comercial que despertaba Sevilla y la celebración de la Exposición Internacional de 1929, fundaron un colegio y solicitan de nuevo la ayuda del Ministerio de Asuntos Exteriores que en esta ocasión es atendida por las autoridades alemanes y además de las ayudas económicas envían el profesorado necesario desde el Instituto Central de Educación y Ciencia de Berlín.
Otto Engelhardt, a la derecha de la imagen, en la puerta
de Villa Chaboya
En 1931 ante los acontecimientos políticos que venían desarrollándose en Alemania donde el partido nazi iba incrementado su poder y presencia en las instituciones, Otto Engelhardt devolvió todas las condecoraciones con las que había sido galardonado por el gobierno alemán después de la Primera Guerra Mundial. A la vez que solicitaba la nacionalidad española, algo que le fue concedido por el gobierno de la República y él renunció en ese momento a la nacionalidad alemana. En uno de sus escritos llegó a ponderar la sanción de la ilegalidad de la guerra como instrumento en las relaciones internacionales que se recogía en la Constitución española de 1931 con estas palabras: “Como España es el primer país que en su Constitución republicana se afrenta contra el crimen de la guerra exclamo con todo corazón ¡Viva España”. Así como de sus escritos se desprende que fue capaz de prever los acontecimientos que llevarían a Alemania a desembocar en una nueva guerra, en aquellos momentos no llegó a pensar que aquel país al que alababa terminaría en un enfrentamiento que a él le costaría la vida. Según documentación existente en el Consulado, a partir del año 1933 prestó ayuda a los emigrantes alemanes que llegaron a Sevilla.  
En la parte surperior izquierda una imagen de Villa Chaboya de aquellos tiempos.
A la derecha con los empleados de Laboratorios Sanavida.
Debajo una de las postales que utilizaba como publicidad
con la imagen del zeppelin sobre Sevilla y el anverso de la misma
En 1914 había elegido para residir uno de los más bellos lugares cercanos a Sevilla, San Juan de Aznalfarache, allí donde al-Mutamid se deleitaba y donde el califa Abū Yūsuf Ya‘qūb al Manşūr erigió un recinto fortificado que daría origen a lo que hoy es esa población. Fue allí, donde él mandó construir su residencia, proyecto que se le atribuye al arquitecto Anibal González, quien levanto un hermoso edificio de estilo neomudéjar ubicado en la cornisa del Monumento. En las proximidades de aquella residencia fue donde Otto Engelhardt creó, una vez abandonadas  un laboratorio farmacéutico, que con el nombre comercial de Laboratorios Sanavida comercializó medicamentos como Nervidin, Neocrom, Epivomin, utilizado en los tratamientos de la epilepsia, el insomnio, los vómitos y trastornos nerviosos en general. 
Stand de Labotarios Sanavida en la
Exposición Internacional de Sevilla 1929
Laboratorios que estuvieron presentes en la Exposición Internacional de Sevilla de 1929, dentro del pabellón de Sevilla ubicado en los jardines del palacio de San Telmo, con un stand. Es posible que aparte de las inquietudes comerciales de Otto Engelhardt, demostradas con las campañas publicitarias que hacía de su laboratorio, influyera su amistad con Nicolás Luca de Tena y del Caño, que formó parte del Comité Ejecutivo de la Exposición, y con el que había coincidido en su etapa como director de la Compañía Sevillana de Electricidad. Fue durante esta época de su vida en San Juan de Aznalfarache al frente de los laboratorios donde dio rienda suelta a su faceta de inventor llegando a registrar cuatro patentes: un brasero cerrado de combustión continua, un método para la fabricación de madera artificial, unas instalaciones eléctricas protectoras contra robos e incendios y una aguja perpetua de alambre para gramófonos.
Fue colaborador habitual de “El Liberal” a cuyo director, José Laguillo Bonilla, le unía la amistad nacida entre dos hombres cultos de reconocido prestigio en la sociedad sevillana y la claridad de ideas de ambos. En sus artículos, Otto Engelhardt, expresaba sus ideas opuestas a la nueva amenaza que surgía de Alemania: el nazismo. Como el publicado el 15 de octubre de 1932 bajo el título “La dictadura de Alemania” donde manifestaba: “Nadie, fuera de Alemania, comprenderá que un aventurero extranjero pueda formar, bajo la vista de un Gobierno, un poderoso ejército particular para su propio objeto y el de sus comitentes, que naturalmente se ha de pagar los gastos. El objeto es el de la instauración del terror como sistema, el canibalismo del cual este ejército particular ya ha dado numerosas pruebas sangrientas para destrozar la forma republicana del Gobierno…”
Si aquellos artículos daban una idea clara de su personalidad, de su pacifismo y de su rechazo a todo lo que significara ir contra la libertad, es en su obra, que antes mencionamos, “Adiós Alemania, con sus Barones y Fascistas”, que abarca el periodo de su vida desde 1931 a 1934, y del que se conserva una copia en el Archivo General de Andalucía en Sevilla, donde queda perfectamente reflejada. Este libro, editado en 1934 por Tipografía de M. Carmona de Sevilla, es una exposición razonada en defensa de su honor que venía siendo mancillado tanto por parte del gobierno alemán, como por parte de los británicos y franceses quienes durante la Primera Guerra Mundial iniciaron una campaña en contra suya, incluyendo su nombre en supuestas listas negras y apoyados por medios periodísticos afines a los intereses de los aliados que llegaron a publicar artículos donde se le acusaba de representar “un foco potentísimo de propaganda germanófila”. Todo ello le llevó a tener que dimitir como director de la Compañía Sevillana de Electricidad cuando amenazaron con el corte de suministros a la compañía por estar dirigida por un alemán. Ya en su preámbulo dice: “Yo escribo esto en defensa propia, porque he visto que para un alemán en el extranjero, si él es republicano, no existe en la República alemana ni derecho ni justicia […] En esta lucha tomo yo parte con la referencia verdadera de mi propia suerte y con la palabra libre, cierta y sin contemplaciones”. Sus ideas claras sobre lo que escondía el nazismo tras sus promesas atrayentes y el restablecimiento del honor nacional tras la derrota sufrida en la Primera Guerra Mundial queda reflejada, aparte de en los artículos que escribió para El Liberal, en su obra donde leemos: “No es injusta la protesta del mundo civilizado contra las barbaries empleadas por los nazis en su llamada revolución nacional; lo que ha pasado en las cárceles y campos de concentración es de tal naturaleza que el “Infierno de Dante” en comparación con las referencias verídicas aparece como una humorada”.
José Laguillo Bonilla, director de El Liberal
Aquellos escritos desencadenaron tal enfrentamiento con el nuevo régimen alemán que el nuevo cónsul, Gustav Draeger, llegó a presionar al director de El Liberal para que dejara de publicar los artículos de Engelhardt. Enterado de ello este le escribió una carta, en febrero de 1933, a Draeger en los siguientes términos: “Mi amigo don José Laguillo, director del Liberal, me dijo que usted le había visitado en nombre del embajador para rogarle que suprima mis publicaciones en el mismo si ellas envolvieran alguna crítica personal de los miembros del gobierno alemán. Sobre esto debo decirle que nunca he ofendido a nadie en su persona, porque conceptúo cualquier ofensa como una emanación de la cobardía, y cobarde no soy de ninguna manera. La cobardía la dejo a mis adversarios, lo que en Alemania como aquí han intentado emplearla bajo el manto de la anonimidad para lanzar ofensas contra mí. Yo me he limitado en mis trabajos siempre a hacer referencias, basadas sobre documentación exacta. Mi ideología es, como usted sabe, absolutamente pacifista, sin violencias y, desde luego, también absolutamente republicana” (Ruth Engelhardt, artículo en “Todos los nombres”). Lo cierto es que Otto Engelhardt era lo suficiente inteligente perspicaz para establecer diferencias entre el nazismo y Alemania, entre la ideología impuesta por Hitler y los alemanes pues alababa “hechos del genio alemán como los aviones y el zeppelín” productos de la obra de un pueblo y no, de quienes lo estaban dominando con su ideología política absolutista. De hecho utilizó la imagen de la visita del zeppelín a Sevilla en la publicidad de sus Laboratorios Sanavida.
Según un recorte de El Liberal, del 20 de noviembre de 1935, que aparece en el Registro Político figura la fiesta que dio Otto Engelhardt en su residencia “Villa Chaboya” en la que se recordaba la primera revolución alemana ondeando sobre la misma la que él consideraba como “legítima bandera alemana con los colores negro, rojo y oro”. Engelhardt brindó por el porvenir republicano de su antigua patria, manifestando que los buenos alemanes no deben perder la confianza en el resucitar de la antigua y excelsa Alemania, fundada por los espíritus glorificados en todos los países: Kant, Schiller, Goethe, Lesing”.
El enfrentamiento con el nazismo se fue agravando hasta tal punto que todos los movimientos de Otto Engelhardt eran controlados y vigilados por orden de Gustav Draeger, a la vez que se iniciaba una campaña de desprestigio contra el que consideraban “hombre peligroso” para el régimen. A tal punto llegó aquella campaña que cuando la sublevación militar estalló en España en julio de 1936, Otto Engelhardt era uno de los objetivos de los militares rebeldes quienes mantenían estrechas relaciones con los representantes del nacismo en Sevilla.
Hospital de las Cinco Llagas en una imagen de
principios del siglo XX
Con casi setenta años fue ingresado en el Hospital de las Cinco Llagas, actual sede del Parlamento andaluz,  el día 19 de agosto de 1936, en la sala San Cosme, cama número 37, a causa de una flebitis.
En la sala San José de ese hospital había una placa que recordaba el agradecimiento del pueblo sevillano por haber costeado una de las obras realizadas en el mismo, cuyo texto era:
PARA DAR PÚBLICO TESTIMONIO DE GRATITUD A
D. OTTO ENGELLHARDT
CÓNSUL DE ALEMANIA
POR SU GENEROSO DESPRENDIMIENTO DE COSTEAR
EL EMBALDOSADO DE ESTA SALA
LA EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE SEVILLA 
ACORDÓ COLOCAR ESTA LÁPIDA
Placa que desapareció y que, ochenta años después de su muerte: cuarenta de dictadura y cuarenta de “democracia”, ha sido aprobada su restauración en el mismo lugar que ocupaba la anterior por acuerdo de la Mesa del Parlamento de Andalucía del 15 de septiembre de 2016.
Tapia del cementerio de San Fernando de Sevilla
Tras el alta, forzosa al parecer, dada el día 12 de septiembre desde el hospital fue traslado a la Delegación de Orden Público ubicada en la calle Jesús del Gran Poder. A partir de ese momento no se sabe nada de él, lo que me recuerda a mi abuelo de quien hemos esbozado su historia en otra entrada de este blog “Historia de un maestro: Antonio Velasco”, no se conoce la fecha exacta de su ejecución, ni el lugar de la misma, aunque todo hace suponer que pudo ser en la tapia del cementerio de San Fernando donde eran llevados para su ejecución, habitualmente, los detenidos de la Brigadilla de Ejecuciones que existía en aquella comisaria. Ni tampoco el lugar donde fue arrojado su cuerpo. Los únicos datos que conocen con certeza son los que figuran en el certificado de defunción, fechado un año después de su muerte, en el que se especifica que Otto Engelhardt murió “a consecuencia de la aplicación de un bando de guerra”, como consta en el registro de San Juan de Aznalfarache.

Triste e injusto final para aquel hombre que tanto aportó al desarrollo y bienestar de Sevilla. Aquel cónsul que en los tiempos de la Primera Guerra Mundial supo mantener la neutralidad de su país de acogida frente a los intereses de la propia Alemania, como queda reflejado por su actuación ante el intento de sabotaje que hemos señalado. Aquel caballero alemán de nacimiento pero que se consideraba español a todos los efectos y que llegó a expresar sus deseos de “quedarme aquí hasta el fin de mi vida, y por eso tiene gran importancia para mí que los sevillanos guarden el buen concepto que me he adquirido en tantos años de residencia en Sevilla”, algo que en su vida se cumplió pero que después quedó por completo en el olvido. Sus descendientes siguen manteniendo su espíritu de lucha para tratar de recuperar la memoria de Otto Engelhardt en la que aún quedan numerosas lagunas. 
 En la parte superior plaza Otto Engelhardt en San Juan de Azanalfarache.
Debajo dos imágenes del estado actual de Villa Chaboya
El 20 de enero de 2012 se inauguró en San Juan de Aznalfarache, muy cerca del lugar que ocupa la casa en la que él vivió hasta días antes de su asesinato,  una plaza con su nombre. En junio de 2013 se realizó en esa misma localidad una exposición dedicada a su memoria. Y hoy continúan luchando por lograr que se conserve “Villa Chaboya”, que tras ser vendida por sus descendientes en 1984 y que su nueva propietaria la rehabilitara por completo, en el año 2006 cayó en manos de la especulación, en concreto de la actual propietaria Promociones Soles 1986, S.L., una inmobiliaria que ha permitido que el paso del tiempo, la dejadez y el abandono hayan deteriorado profundamente la misma con actos vandálicos y robos en sus instalaciones. 
Una composición en la que Otto Engelhardt contempla la
espectacularidad de la noche sevillana, algo a lo que él
contribuyó para que hoy sea posible
Mientras tanto los políticos sevillanos siguen con su desmemoria, siguen con sus ideas envueltas en la nube del olvido sin que sean capaces de rendir el homenaje merecido a Otto Engelhardt, siguen sin poner en marcha los mecanismos necesarios para una reedición de aquella obra suya, “Adiós Alemania”, que se puede considerar como parte de sus memorias y sin posibilitar, al menos, ya que no una estatua o el nombre de una calle haga presente en la memoria de los sevillanos lo que él decía: “… que los sevillanos guarden el buen concepto que me he adquirido…”, posibilitar, como decimos, la aparición de una completa biografía sobre su vida y sus obras. Es totalmente inexplicable esa actitud de los políticos sevillanos que ha llevado a que se olvide a aquel caballero alemán a quien siempre deberían de tener presente en su memoria. Sea pues este nuestro pequeño homenaje para una hermosa historia de vida con un triste final.
María Velasco