domingo, 30 de septiembre de 2018


Sueños rasgados como si de un insignificante papel se tratara cuando aquella ráfaga disparada contra la embarcación en que Hayat (Vida en árabe) trataba de alcanzarlos después de dejar atrás los de ser una buena abogada que pudiera sacar de la miseria a su humilde familia.
Me la imagino acurrucada en aquella embarcación, sin poder comprender por qué el camino hacia sus sueños tenía que emprenderlo, junto con otros jóvenes con historias parecidas a la suya, en manos de las mafias que trafican con personas. En mi imaginación veo el centellear de la ilusión en sus pupilas cuando logró subir a aquella embarcación tipo “Go Fast”, tras pagar el precio exigido y que le habían prometido que rápidamente la llevarían a las costas españolas de la península.
1. Jbel Darsa, el barrio donde vivía Hayat. 2. Martil, localidad donde se ubica la universidad
Atrás quedaban aquellos años de esfuerzo, por su parte y por el de su familia, para terminar sus estudios de bachillerato y comenzar los de Derecho en la Universidad de Martil, a once kilómetros de su humilde vivienda en Jbel Darsa, uno de los barrios más pobres de Tetuán, estudios que tuvo que abandonar para poder ayudar a sus padres a mantener la familia con cuatro hijos más.
Atrás quedaban aquellas cuatro paredes de una casa a medio construir que les permitían cobijarse de la lluvia, pero no del frío o el calor, pues la parte superior de la misma mostraba sus paredes de ladrillos al aire, sin enlucir, y una deteriorada “escalera” de madera que comunicaba las dos plantas de la “vivienda”.
Atrás quedaban aquellas palabras de protesta y rebelión con las que rechazaba esa situación de vivir en una pobreza absoluta. Atrás, aquellos momentos de congoja compartida con su madre y de sus sueños de iniciar una nueva vida fuera de Marruecos que le llevaran a ofrecer a sus padres y sus hermanos una vida mejor.
Atrás quedaron aquellas palabras que había escrito: “La tinta de la esperanza se ha secado. Que el destino escriba lo que quiera”. Y el destino fue escrito por aquella ráfaga lanzada desde una patrullera marroquí sin que realmente se sepa qué la motivó, y que cortó su vida y sus sueños de forma radical.
Son muchas, tal vez demasiadas, las preguntas que me hago para tratar de encontrar una justificación por parte de las fuerzas marroquíes a esta actuación de disparar contra una embarcación de inmigrantes, algo que creo que es la primera vez que ocurre. Y sólo encuentro una respuesta a esta pregunta: las presiones y las promesas económicas de Europa a raíz del incremento de pateras han hecho posible un giro radical en la política migratoria marroquí.
Por otro lado el deseo imperioso de muchos jóvenes por abandonar Marruecos puede estar motivado por causas políticas o económicas, como el alto desempleo juvenil y las pocas o nulas perspectivas de trabajos y salarios dignos; así como la medida recientemente anunciada del servicio militar obligatorio para todos los jóvenes, mujeres incluidas. Entiendo que todo eso hace temer a las autoridades marroquíes una despoblación de su territorio de jóvenes preparados para sacar adelante su economía. Lo que es aprovechado, hoy, por las mafias de la droga que buscan nuevos campos de ingresos ante la presión que las autoridades españolas están ejerciendo sobre el tráfico de drogas. De hecho las embarcaciones que hoy se están utilizando nada tienen que ver con aquellas pateras de madera y un sólo motor utilizadas hasta no hace mucho tiempo. Prueba de ese interés la encontramos y la serie de vídeos que han circulado por las redes sociales en los que jóvenes inmigrantes dan a entender que los viajes son gratis, algo totalmente alejado de la realidad.
Lo cierto es que las palabras de Hayat (Vida) son una realidad: "La tinta de la esperanza se ha secado", y el libro de su vida y sus sueños ha quedado en la mar.