jueves, 2 de junio de 2016

HISTORIA DE UN MAESTRO: ANTONIO VELASCO


A mis abuelos, in memoriam
Más allá de la sangre y de los huesos,
más allá del pan, más allá del vino,
más allá del fuego,
vienes volando.
Pablo Neruda
Hace casi ochenta años la sinrazón, el sinsentido y el odio segaron tu vida. Una vida que desde mi niñez he tratado de ir conociendo. ¡Cuántas veces quise conocerla a través de la abuela! Su reacción siempre fue la misma: sus ojos se anegaban de lágrimas que se deslizaban lentamente por sus mejillas. Lágrimas incomprensibles para la mente de aquella niña que era yo. Inquietud surgida por el mero hecho de ver otras amigas a las que, sus abuelos, iban a recogerlas a la salida de la escuela, las llevaban de paseo, e incluso algunos le llevaban la merienda a la plaza en la que jugábamos ¿por qué ellas tenían abuelo y yo no? ¿Qué había pasado con él? ¿Cómo murió? Algunas de ellas tenían fotografías de sus abuelos en sus casas y en la mía no había ninguna, cuando preguntaba por ellos y por qué no teníamos sus fotografías, nadie me respondía. Era como un secreto que nadie quería revelar. Aquello aún incrementaba más mi deseo de conocer.  Así crecí pendiente siempre de cualquier comentario que se hiciera sobre tu vida. Una y otra vez, cuando se presentaba la ocasión acosaba a la abuela con preguntas. Hasta que un día, creo recordar que fue por su cumpleaños, estando en El Saucejo nos acercamos al cementerio, tampoco había allí una tumba que recordara donde tu cuerpo hubiera sido enterrado. Mientras mi padre y mis tíos esparcían en aquel terreno lleno de matorrales y que parecía abandonado, los claveles que llevaban, me acerque a la abuela y le pregunté que dónde estaba tu tumba para depositar las flores que llevábamos ella me dijo: ¡Bajo tus pies está tu abuelo! Me dejó sorprendida y pensativa, pero ella ya se había alejado derramando el ramo de claveles como si los estuviera sembrando. Deposité el clavel que llevaba junto a mis pies y agachada removía la tierra pensando que tu tumba estaría cubierta por el tiempo transcurrido. La abuela volvió en aquellos momentos y le pregunté por qué habían esparcido las flores por todo el lugar, ella me dijo que yo no comprendería lo que había pasado, “al abuelo lo habían matado unos hombres malos” que cuando fuera mayor yo misma encontraría las respuestas, y “por favor, no me preguntes más por el abuelo, me lo haces recordar y lloro por ello”. Con un puñado de aquella tierra en mis manos le prometí que así lo haría, buscaría respuestas a todas aquellas preguntas y cuando las tuviera dejaría constancia por escrito de aquella historia. ¡Sé que lo harás!, me contestó ella. Tomó mi mano y nos dirigimos a una vieja casa de la que apenas quedaban en pie unas paredes y la puerta y una ventana. Vi como su rostro se demudaba y sus ojos se empañaban, pero en aquel momento llegaron mis tíos y mi padre y me mandaron a jugar con los primos y que no atosigara a la abuela con tantas preguntas. Aquella inquietud por conocer, propia de una niña, se convirtió en deseo vehemente. De esa manera fui escribiendo, con la tinta indeleble con que se graban los recuerdos, cualquier dato que podía obtener sobre tu vida. Recuerdos que surgen a saltos, a golpes, pero que ahora afloran como manantiales sobreponiéndose a cualquier otro pensamiento. Recordar para no repetir exige no olvidar. Ahora no se trata de desenterrar tu cuerpo, sino de rescatar tu historia, de saldar la deuda que contraje con la abuela, aunque sea con retraso, aunque el tiempo transcurrido me parezcan siglos y no décadas, de rescatar tu memoria de la ignominia que cometieron.
Mi abuela, Teresa Diaz Salazar
Esta es la recopilación de las páginas de aquel libro de la historia de mi abuelo. Páginas que he ido recuperando y cuyo contenido, para aquella niña que fui, eran un misterio hoy por fin desvelado. Es la primera parte de aquella promesa que le hice a mi abuela y que tendrá continuidad en una obra de mayor envergadura que un post en las redes sociales. Relato que pongo en boca de mi abuela, como si ella me lo hubiese narrado, porque ese siempre fue mi deseo. Ahora el conocimiento de los hechos me llevan a comprender el porqué no lo hizo ella en aquellos momentos. Del mismo modo que entiendo la tristeza de su mirada, anclada en el pasado como deseando tener el poder de cambiarlo.
Familia Velasco Martín
Juan Martín Rodríguez y su esposa
“Ven, mi niña, ha llegado el momento de que sepas quien fue tu abuelo. Había nacido el 15 de febrero de 1897 en Los Corrales. Sus padres, Juan Antonio Velasco Zamora y Dolores Martín Ramos, conformaban una familia con hondas raíces en la docencia y profundas creencias religiosas. De su matrimonio nacieron cinco hijos: Eugenio, Juan, Ana, Benito y tu abuelo, el menor de todos ellos. Sus padres eran maestros, lo mismo que lo había sido su abuelo, Juan Martín Rodríguez, a quien apodaban “el Santo” por su extrema bondad. Según contaban, un día cuando iba paseando con dos de sus hijas por los viñedos de su propiedad observaron a unos individuos que estaban robando uvas, él les dijo: “Escondámonos que no nos vean. Si lo hacen es porque tienen mayor necesidad que nosotros”. Tu abuelo era sobrino de un buen fotógrafo de Málaga, Francisco Martín Ramos, quien por su parentesco familiar realizó la fotografía de un niño que después sería el gran pintor Pablo Ruiz Picasso.
Mi abuelo, en una fotografía de estudio, en su época de estudiante de Magisterio 
Siguiendo la tradición familiar, tu abuelo había de ser maestro, como ya lo eran dos de sus hermanos, y cursó sus estudios en la Escuela Normal de Sevilla, donde, como él mismo me contó después, entró en contacto con las nuevas concepciones que sobre la educación escolar iban penetrando en España y que rompían por completo con las ideas obsoletas de otros tiempos. Discrepancias familiares y el hecho de que El Saucejo, fuera la población con más habitantes del partido judicial de Osuna, al que pertenecía junto con Los Corrales. La Lantejuela, Martín de la Jara, El Rubio y Villanueva de San Juan, le decidieron a trasladarse. Él quería desarrollar su trabajo como docente y la escuela era su único recurso.
 
 En la parte superior, una panorámica de El Saucejo.
En la parte inferior, de izquierda a derecha: Mi bisabuelo,
Francisco Díaz Sánchez; su esposa, Rosario Salazar Palop,
y su hijo Francisco Díaz Salazar
Yo había nacido en El Saucejo. Francisco Díaz Sánchez y Rosario Salazar Palop, eran mis padres. Éramos tres hermanos: Arcadio, Francisco y yo. Tanto a tu bisabuelo como a tu tío Francisco, los conocían como “Frasquito”. Pero ellos terminaron por trasladarse a vivir a Dos Hermanas, donde tu tío Francisco llegó a ser concejal del Ayuntamiento en 1936.
Por entonces la vida transcurría tranquila y nos divertíamos según las costumbres. Mira esta foto en la que estamos en una pequeña fiesta, en la que estamos, entre otras,  mi prima Isabel María, Encarna y yo misma. Era muy feliz, me sentía alegre y dichosa. Cuando conocí al abuelo me sentí atraída, era un hombre atractivo, como has podido comprobar por la fotografía que tienes de él, y cuando conocí sus magníficas dotes humanas que lo caracterizaban aquella atracción se convirtió en admiración.
 
¡Mira esta otra foto del abuelo! Es de cuando él hizo la mili en el Cuerpo Militar de Sanidad, ¿no crees que era para sentirse atraída por él? Pues su interior aún superaba esa imagen. Era un hombre bueno y entregado por completo a su compromiso de extender el conocimiento entre sus alumnos. Un hombre que no escatimaba esfuerzo alguno para ello, y sus convicciones giraban en torno al compromiso contra el atraso y la incultura. Él quería llevar a sus alumnos lejos de aquel destino para el que parecía destinados: la ignorancia y la sumisión.
(MIS ANOTACIONES: Mi mente ha conformado la imagen de mi abuelo. Un hombre con una fe ciega en el progreso y en la capacidad de mejora del ser humano y con el convencimiento de que gracias a la cultura y la educación, sus alumnos, en su mayoría hijos de jornaleros que apenas podrían acabar la enseñanza primaria, alcanzarían una vida mejor en una sociedad más justa. Ideas que, sin la menor duda, en la Sierra Sur sevillana, fundamentalmente agrícola y terriblemente caciquil en aquellos años, no podían sino pasar por revolucionarias a ojos de quienes pretendían que perdurara aquel agravio hacia aquellos jornaleros.) 
Aquel sentimiento fue correspondido por él y pronto unimos nuestras vidas. Él era muy amante de la naturaleza, y aprovechábamos cualquier momento que la escuela le dejaba libre para pasear. El río Corbones nos ofrecía bellos parajes para aquellos paseos que se prolongaban hasta la Fuente del Moro, en la Mezquitilla, momentos en que tu abuelo me hacía participe del entusiasmo que sentía por su trabajo, por aquellas ideas que le impulsaban a emprender nuevos caminos innovadores en la enseñanza de los niños. Éramos felices, muy felices aunque su sueldo como maestro no diera para mucho. Soñábamos. Juntos construíamos torres de esperanza.
A la izquierda Ovide Decroly, a la derecha Francisco Giner de los Ríos
Su entusiasmo por su labor como docente le llevaba a contarme las experiencias vividas durante su formación como maestro en la Escuela Normal de Sevilla, me decía que había tenido la suerte de haber realizado sus estudios con el Plan de reorganización de las escuelas normales de 1914, donde entró en contacto con las nuevas ideas pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza que había sido creada en 1876 por un grupo de catedráticos apartados de sus puestos por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar sus enseñanzas a cualquier dogma dictado, tanto en materia de religión, como de política o moral, entre los que se encontraba Francisco Giner de los Ríos. Así como sobre la teoría expuesta por Ovide Decroly, un pedagogo, psicólogo y docente belga, basada en el respeto por el niño y su personalidad con el objetivo de prepararlo para vivir en libertad, frente a la idea tan extendida hasta entonces de que la educación de los niños se debía fundamentar en una férrea disciplina, estando directamente vinculada al trabajo productivo, sin tener en cuenta las necesidades de los mismos. 
(MIS ANOTACIONES: El sistema educativo español en las primeras décadas del siglo XX se encontraba en condiciones muy precarias. La desidia pública aparecía en los niveles primarios de la educación, en la discriminación que existía entre los alumnos según sus clases sociales. Si algo emprendió con verdadero interés la República fue la introducción de las reformas necesarias a través de la educación laica, gratuita y obligatoria, empezando por las escuelas de primera enseñanza, además campañas de alfabetización y de la creación de colonias y misiones pedagógicas. Francisco Giner de los Ríos decía: “De todos los problemas que interesan a la regeneración político-social de nuestro pueblo, no conozco uno solo tan menospreciado como el de la educación nacional”)
Decroly en el campo con los niños
No hay mayor estímulo para mí, me decía, que ver el interés en las miradas de los niños, sus sonrisas, la atención y la avidez que muestran por los nuevos descubrimientos cuando les pido que traigan a clase cualquier tipo de planta que haya llamado su atención, u objetos relacionados con el trabajo de sus padres, así van conociendo la realidad que les rodea, y despierta su deseo de aprender y a razonar de tal modo que tras conocer el origen de los olivos, del trigo o de la agricultura, pasamos a descubrir la circulación de la sangre, o por qué brillan las estrellas, y cuando escriben un dictado vemos el significado de cada palabra de tal manera que a la vez que aprenden ortografía son capaces de reflexionar. Es tal la avidez que tienen de conocimientos que es fácil mantener su atención y surge así su participación directa en las clases y los por qué, por qué…
Mi abuelo con sus alumnos 
El abuelo era un maestro que con sus métodos cautivaba a los niños y convertía sus clases en un placer para ellos, un placer tan delicioso como sus propios juegos infantiles. "¡Don Antonio no castiga…”, “Don Antonio no pega…”, “Con don Antonio el colegio no es aburrido…”, eran frases que se escuchaban entre los niños. Aquello le llevó, en alguna ocasión, a posturas encontradas con otros docentes. Junto con los niños, iba ganándose el respeto y el cariño de la mayoría de los vecinos de El Saucejo. Algunos eran contrarios a su metodología de la enseñanza, unos porque seguían manteniendo que a los niños les bastaba con conocer las letras, saber leer y escribir y las cuentas, sus brazos eran necesarios para las tareas agrícolas, y otros porque veían en ese sistema un peligro para seguir imponiendo sus ideas. Así iban transcurriendo los días, los meses y fruto de nuestra unión fueron llegando los hijos, el primero fue tu tío Juan Antonio, nació el 27 de octubre de 1925, y más tarde nacieron tu tía Dolores y tu tía María Ángeles, y por último tu padre en 1935, a quien pusimos el nombre de Francisco, de común acuerdo los dos, como mi padre. Éramos felices, como te he dicho, yo tenía cuanto deseaba: su amor y la satisfacción de verlo a él feliz con su trabajo y con el entusiasmo que despertaba entre los niños. Aún recuerdo a su sobrina, Lola, hija de su hermano Eugenio, cuando, ya de jovencita, venía a casa para que él le diera alguna clase, decía que ella quería ser maestra, pero maestra como él. Quería ser capaz de dar una lección como sabía que él lo había hecho cuando uno de los alumnos llevó una patata a clase, que además de servir para explicar todo el proceso de plantación, cultivo, crecimiento y recolección, habían terminado hablando del descubrimiento de América, pues antes del mismo en España no existían las patatas que habían sido traídas de allí por aquellos primeros exploradores. O con su colección de minerales explicaba no sólo su composición sino que terminaban hablando de todos los avances que el ser humano había experimentado con el proceso de fundición de los mismos llegando a la fabricación de todos los aperos que se utilizaban en la agricultura.
Arando en el campo de El Saucejo. Jornaleros esperando
por la faena.  En la era trillando
Pero algo vendría a enturbiar nuestras vidas, mejor diría la convivencia entre los vecinos de El Saucejo: la división, cada vez más patente, entre quienes querían la renovación, el cambio y mayor bienestar social; y de otro, quienes deseaban frenar los cambios y mantener una situación de privilegios que mantenía a España, sobre todo en las zonas rurales, anclada en tiempos pasados. Recuerdo que pocos días antes de proclamarse la República, él me decía: “Estoy convencido de que algo grande se avecina. Pero ello despierta en mí sentimientos contrapuestos. Alegría porque al fin se podrá reconocer que la verdadera nobleza está en el labriego. Lo que muchos confunden con inferioridad es simplemente cortesía innata. Cuando te fijas en su mirada descubres en ella inteligencia y carácter. Hasta ahora se le ha negado la más elemental instrucción, y es su tragedia, pero no tienen culpa de ello. Por otro lado siento miedo de que no nos dejen llevar a cabo esa “revolución cultural” porque en el fondo ellos ignoran sus derechos, sus propias necesidades,  son fáciles de convencer por cualquiera, su falta de conocimientos les lleva a estar en manos de quien los sepa manejar.”
Portada del “Heraldo de Madrid” del día 15 de abril de 1931. 
A la derecha primer gobierno de la República.
En la foto inferior, sentados, a la izquierda Niceto Alcalá-Zamora, a la derecha Manuel Azaña. 
El día 12 de abril de 1931 se habían celebrado unas elecciones, al igual que en el resto de España, para elegir el alcalde y los concejales del ayuntamiento, que ganaron las candidaturas proclives a la Monarquía, pero en la mayoría de las grandes ciudades había resultado vencedoras las candidaturas republicanas. El día 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República Española, dando fin a la monarquía de Alfonso XIII. El día 31 de mayo hubo de nuevo elecciones en el pueblo y ganaron los candidatos socialistas y republicanos. El proceso electoral trajo consigo que se acentuara la división y la toma de posiciones. Unos apoyando a los partidos de izquierda, los otros a los de derecha.
 Eugenio Velasco Martín, el hermano mayor de mi abuelo
Nosotros vivíamos en la calle Erillas número 3 y el abuelo tenía su escuela en la plaza del Ayuntamiento, era una casa que su hermano Eugenio tenía alquilada al Ayuntamiento como escuela para niños. Aún recuerdo aquel día en que uno de esos vecinos representantes de las ideas conservadoras y de derechas, vino a casa para hablar con tu abuelo. “Antonio, eres muy buena persona pero no te metas en política”, le dijo. “Yo no quiero hacer política, quiero que las personas puedan defenderse de la política…” “El ser humano es un animal político por naturaleza –continuó tu abuelo- además de ser un animal social pues necesita vivir en sociedad para desarrollarse, es el único animal racional y por lo tanto un animal político, que participa en la sociedad y en la resolución de sus problemas, en la aplicación de las leyes y de la justicia, y para ello ha de saber razonar y discernir, su libertad vendrá fundamentada en su capacidad para elegir la sociedad en que desea vivir” “Al fin y al cabo ¿qué es política? ¿Creer en la cultura, la educación, la justicia? No, eso no es política, la política es la actividad desarrollada por los partidos políticos que gobiernan o aspiran a gobernar un país, mi actividad como maestro no está encaminada a eso”.
La proclamación de la República trajo consigo gran cantidad de reformas, en El Saucejo hubo dos que afectaron directamente: el decreto de 20 de abril de 1931 que impedía la contratación de jornaleros de fuera del municipio hasta que no tuvieran trabajo los de la localidad, y en materia educativa pronto llegarían circulares de la Inspección de Enseñanza en donde señalaban: “La escuela ha de ser laica. La escuela no puede ser dogmática ni puede ser sectaria…” Era la puesta en práctica del decreto del 7 de agosto de 1931 que señalaba: “Es deber imperativo de las democracias el que todas las escuelas, desde la maternal a la Universidad, estén abiertas a todos los estudiantes no en orden a sus posibilidades económicas sino a su capacidad intelectual. No hay desigualdad más injusta que la desigualdad ante las instituciones de cultura del Estado; y esta desigualdad existe en el momento en que el inteligente, si es pobre, encuentra estas instituciones cerradas, y el no inteligente, si es rico, las halle accesibles y propicias”. Estas palabras recogían perfectamente el sentir y el obrar de tu abuelo. Él seguía manteniéndose alejado de las actividades de los partidos políticos, aunque su hermano Eugenio era un gran activista, era el representante de Izquierda Republicana en El Saucejo. El abuelo decía que su labor como docente estaba por encima de esas actividades políticas. Y aquel temor que me había comentado sobre que no les dejaran llevar a cabo esa “revolución cultural” seguía estando presente en su ánimo. El discurrir del tiempo vino a darle la razón. En el pueblo eran continuas las revueltas y las huelgas de campesinos.
 
A principios de 1933 se produjo un levantamiento anarquista que en Sevilla significó la declaración del Estado de Guerra y la clausura de los sindicatos obreros. En noviembre de ese año se celebraron elecciones generales, las segundas de la República y las primeras en que las mujeres pudimos votar, cuyos resultados trajeron consigo la derrota de los republicanos de izquierda y de los socialistas, lo que vino a significar el fin de aquellas reformas apenas comenzadas a llevar a cabo. Fueron tiempos convulsos para España, las crisis de gobierno se sucedían y todo acabaría en la convocatoria de nuevas elecciones generales en febrero de 1936. Elecciones que ganarían lo que se conoció como Frente Popular. Eso no trajo consigo estabilidad en el gobierno, ni paz en la convivencia entre los ciudadanos, al contrario los desmanes aumentaban día a día. Basta echar un vistazo al Diario de Sesiones de las Cortes. Recuerdo lo que me contó el abuelo sobre la detención de unos individuos, en junio de ese año, en la plaza del Ayuntamiento, cuando la Guardia Civil, siguiendo la orden recibida del Gobierno Civil de Sevilla, procedía a ´realizar los cacheos para desarmar a quienes no estuvieran en posesión del permiso correspondiente para portar armas, y que resultaron ser falangistas. El día 21 de febrero de aquel año 1936, se produjo un intento de quemar la iglesia de El Saucejo. El abuelo cada vez estaba más consternado, aquel no era el camino a seguir para alcanzar su sueño de ver actuar a hombres y mujeres en libertad, y no movidos por impulsos o pasiones.
Queipo de Llano en Sevilla
Mi inquietud iba en aumento, veía como nuestros sueños, los ideales del abuelo, podían arder en la hoguera prendida por el odio y el miedo. El día 17 de julio se desencadenó una sublevación militar en el Protectorado de Marruecos. El día 18 de julio Sevilla quedaba en manos del ejército sublevado al mando del general Queipo de Llano quien desde el primer momento siguió al pie de la letra las instrucciones dadas por el general Mola, cabecilla de la trama golpista: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades y sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía y huelga”. 
En el pueblo se iniciaron acciones para oponerse a aquella rebelión militar, se convocó una huelga de todos los trabajadores y se dio orden a los jornaleros que se encontraban en los cortijos para que dejaran su trabajo y volvieran al pueblo.
Al cuartel de la Guardia Civil, que se encontraba en la calle Alberquilla, habían llegado miembros de ese cuerpo procedentes de otros pueblos como Martín de la Jara y Los Corrales. El comandante del puesto, que era el sargento Francisco Hidalgo Avalos, se dirigió al Ayuntamiento para hablar con el alcalde y pedirle que entregara el Ayuntamiento y rindiera el pueblo a los militares. Este se opuso a ello, y el grupo de guardias civiles que acompañaba al comandante del puesto volvieron al cuartel, donde se mantuvieron encerrados junto a unos carabineros del puesto del pueblo y los guardias civiles que habían llegado de los otros pueblos, mostrando así su rebeldía frente al Gobierno.
Con la huelga general y las medidas adoptadas para “defender al pueblo de la insurrección”, según decían, el pueblo quedó prácticamente aislado y formaron diversos grupos que adoptaron medidas para su defensa y sobre todo para garantizar que a la población no le faltaran alimentos. El abuelo seguía manteniéndose al margen de cualquier acción y decisión de tipo político, él veía que aquel no era el camino y mucho menos lo era la actitud adoptada por los golpistas. Lo que sí hizo fue colaborar en la distribución de los alimentos en el economato que se montó en la calle del Horno, junto a su hermano Eugenio y otro vecino, Juan Yañez-Barnuevo de la Milla. 
Reproducción parcial de la página de ABC del día 23 de agosto de 1936
Nos llegaban noticias de que Osuna había caído en manos del ejército rebelde y que ya eran pocos los pueblos que, junto a El Saucejo, se mantenían como republicanos. 
El día 23 de julio, un grupo de jóvenes en su mayoría, asaltaron la iglesia del pueblo destruyendo todo lo que había en su interior y formaron una hoguera en la puerta de la misma. Lo mismo ocurrió en las iglesias de La Mezquitilla y Navarredonda. 
El día 21 de agosto de este año se produjo un asalto al cuartel de la Guardia Civil del pueblo, donde se mantenían encerrados varios guardias civiles y cuatro carabineros. Era de madrugada cuando se comenzaron a escuchar los primeros disparos y así continuaron varías horas. Al final el cuartel terminó ardiendo. En dicho asalto resultaron muertas varias personas, tanto guardias civiles como familiares de los mismos. 
(MIS ANOTACIONES: Como ocurre con frecuencia cuando se leen las páginas de aquel libro que es la historia más triste de España, uno encuentra información que te aclara algunas circunstancias y hechos ocurridos. En el Archivo Histórico Nacional de Madrid, el legajo 1.040 recoge los informes remitidos el 30 de octubre de 1940 por el alcalde de El Saucejo, Manuel Rueda Terrón, al fiscal instructor de la Causa General. En ninguno de ellos aparece ninguna acusación en contra de mi abuelo, Antonio Velasco Martín. Según las declaraciones de uno de los guardias que se encontraban en aquel cuartel, Miguel Gómez, a las tres de la tarde del día 21 “arreció el ataque y se sentía el ruido de los golpes para colocar un barreno hacia la sala de armas”, por lo que se decidió abandonar el cuartel y emprender la huida hacia Osuna. El incendio declarado en la planta alta hizo temer que el edificio se derrumbara, lo que, posiblemente, también influyera en la decisión de abandonarlo. En su huida fueron perseguidos por quienes atacaron el cuartel y a la altura del cortijo de la Saucedilla les dieron alcance y fueron abatidos el alférez José Rodríguez Rodríguez, jefe de línea; el sargento Francisco Hidalgo Ávalos; el cabo José Molina Toledo; los guardias Manuel Corredera Romero, Blas Orellana Chacón, Ramón Pérez González y Alfonso Sánchez Barea; el carabinero Manuel Mendoza Melo; así como Félix Corredera Pardallán, padre del guardia Manuel Corredera. Un guardia civil y tres carabineros se rindieron a los milicianos. Otros se ocultaron. Entre los huidos se encontraba la esposa del guardia Ángel Fernández Ordoñez, quien después tendría una activa participación en lo acontecido a mi abuelo, en el informe realizado por el sargento de la Guardia Civil, José Bejarano Álvarez, el 23 de septiembre de 1940, aparece: “…La esposa de otro guardia [Ángel Fernández Ordóñez], cuyo marido se hallaba ausente, que en su huida llevaba en brazos a una niña de tres años viendo como en su presencia asesinaban a los compañeros de su marido y no dudando que ella correría la misma suerte, al pasar por un pozo sito en las inmediaciones de esta población tiró en él a la niña y arrojándose ella después. Como ninguna de las dos sufriera golpe fuerte y gracias a que el agua que tenía no llegaba a cubrirla pudieron salvarse, pero después de permanecer dentro del pozo con la niña en los brazos, pues el agua les llegaba por encima de la cintura, desde las tres de la tarde del día 21 de agosto hasta las siete de la mañana del día 23 del mismo mes, 40 horas, que fueron sacadas por dos vecinos de esta Villa que casualmente pasaron por aquellas proximidades y oyeron los lamentos de ella y de la niña.” 
En el interior del cuartel quedaron los cuerpos sin vida de dos guardias que habían resultado heridos y no pudieron huir. Así como otras personas cuyas heridas fueron atendidas en un puesto sanitario que se había montado en el pueblo.
El cura párroco, Salvador Lobato Pérez y su hermano, fueron sacados de la casa donde se encontraban escondidos y en el camino de El Saucejo a Navarredonda fueron asesinados a tiros.)
1. En el centro el coronel Redondo, a su derecha el capitán Barray, y a su izquierda Pepe León.
2. Toma de la localidad de Tocina, uno de los pueblos donde la violencia de los sublevados acabó con la vida de un 10 % de sus vecinos.
3. Entrada triunfal de la columna Redondo en Aracena.
4. Desfile ante la bandera celebrando la victoria.
Escenas que se repetían en todos los pueblos que dominaban. 
Mi inquietud se convirtió en temor. Temía por nuestras vidas, por la suya y por la de nuestros hijos, el mayor tenía sólo once años y tu padre, el menor de los cuatro, poco más de ocho meses, había nacido el 19 de diciembre de 1935. Sabíamos por vecinos llegados de otros pueblos, que ya habían sido sometidos por el ejército rebelde, que la represión era muy dura, que no se respetaba nada, ni si eran ancianos, mujeres o niños. El abuelo trataba de tranquilizarme: “No hemos de temer nada. Solo me he dedicado a enseñar a los niños”. Grupos de vecinos y de otras poblaciones que habían buscado refugio allí, establecieron guardia en los accesos al pueblo. Se oían los aviones y algunas bombas cayeron, aunque en las afueras del pueblo, lo que aumentó aún más el miedo y la confusión. El día 4 de septiembre, a media mañana, comenzaron a escucharse disparos en las afueras del pueblo, y pronto se vio a gente corriendo por las calles, la mayoría huyendo hacia la única salida posible, Almargen o Campillos, entre ellos el hermano del abuelo, Eugenio. Los soldados del ejército rebelde corrían tras ellos, y aunque no tuvieron prácticamente oposición para entrar en el pueblo, perseguían a los que escapaban. 
Sobre el mediodía había acabado el ataque y aquellos soldados desfilaban ufanos por las calles del pueblo, algunos vecinos salían alborozados a recibirlos. Al día siguiente se marcharon muchos de ellos, quedando en El Saucejo una guarnición. El abuelo fue detenido y llevado a declarar. 
(MIS NOTAS: Según recoge el libro “La Campaña de Andalucía” del Servicio Histórico Militar, el día 3 de septiembre se había concentrado en Osuna la “Columna Redondo”, que estaba compuesta por unos trescientos requetés; dos escuadrones de infantería, uno de ellos con armas automáticas, del regimiento de Taxdir; un escuadrón de voluntarios de la policía montada, una batería de 75 mm.; una sección de zapadores; una sección de intendencia, un blindado y una ambulancia. De la crónica de los hechos relatada por el diario sevillano La Unión transcribimos: “A las cinco, con el alba, echa a andar. Composición de las fuerzas: Cinco piquetes del Requeté, una sección de Caballería, al mando del capitán Ramos, tenientes Benjumea, Rincón, alféreces Marín y Calpena y brigada don Javier Sánchez Dalp; sección de Policía rural, de Osuna, a caballo, al mando del teniente de la Guardia Civil señor Rodríguez Palacios; una batería, que manda el capitán Wesolowski; ambulancias del Requeté y Cruz Roja, regidas por el doctor Acal; una compañía de Ametralladoras, dirigida por el capitán Auñón; tanque blindado, con ametralladoras, capitaneado por el marqués de Marchelina; treinta ingenieros pontoneros, dirigidos por los alféreces Carreras y Gómez Zarzuela; Intendencia, al mando del alférez Fortea, y otros elementos auxiliares…” “Ésta hace alto forzoso en el puente de Maturana, sobre el arroyo del Peinado, afluente del Genil. Está rota la bóveda por el centro, por la explosión de una carga de dinamita. Se extienden y afirman dos vigas de hierro, y sobre ellas los tablones necesarios. Dura el trabajo hora y media, y a las diez menos cuarto emprendemos la subida hacia el Cerro Blanco, que domina el valle en que se asienta El Saucejo. Desde que nos divisaron las avanzadillas del enemigo, parapetadas entre las malezas y repechos del barranco, tiran bastante cerca, porque las balas silban sobre nuestra avanzada. Se explora el horizonte, se gradúa el tiro de las ametralladoras, y con unos cuantos abanicazos de plomo, los [milicianos rojos] se retiran con viento fresco, buscando la protección del caserío. Desde aquí siguen tirando con insistencia. Tres piquetes del Requeté avanzan con decisión. Despliéganse en guerrillas, se internan por un olivar a la izquierda del pueblo y, pasado el olivar, por un campo segado. Entretanto, desde el Cerro Blanco, la Artillería protege el avance de los boinas rojas. Por la derecha avanza el camión blindado, que protege otra sección de requetés, y a éstos y a los de la otra guerrilla, los respaldan fuerzas de Caballería y rurales que marchan a pie.
Son las doce del día. Se ha visto al enemigo, numeroso, huir, muchos de ellos galopando. La operación se ha realizado con exactitud admirable. Al entrar las fuerzas en El Saucejo, las mujeres y algunos ancianos y niños salen a las puertas, con caras de espanto...”)
Mi padre, aquel bebé que permaneció despierto
como si presintiera la desgracia que habría de llegar
A partir de ese momento mi temor fue en aumento. Nos quedamos en la casa los cuatro niños y yo. Mis movimientos se convirtieron en repetitivos, no hacía nada más que acercarme a la ventana a ver si el abuelo volvía. Pasaban las horas y aquello no ocurría. La noche se convirtió en una pesadilla, a tu padre no conseguía dormirlo, parecía como si él también presintiera la tragedia que se cernía sobre nosotros. El tiempo transcurría con los dos pegados a la ventana.
El abuelo ya no volvió. Oficialmente nos confirmaron su muerte el día 8 de septiembre, junto con otros vecinos que también habían sido detenidos. Lo que ocurrió durante aquellas horas en que estuvo detenido nunca se llegó a saber. Le habían aplicado el “bando militar” o “bando de guerra”. No tuvo ningún juicio, fue declarado culpable directamente.
Comenzaba así para los niños y para mí un camino incierto. Pero debía mostrarme fuerte, por ellos y por lo que tu abuelo había infundido en mí. Mi hermano Arcadio vino a recogernos y nos llevó junto a mis padres en Dos Hermanas.
Él no fue represaliado como maestro, pues esas represalias vendrían mucho tiempo después. El simplemente fue asesinado por permanecer en lo que aquellos militares comenzaron a denominar “zona roja”.
Aparte del cuidado de nuestros hijos, mi único objetivo se centró en recuperar la imagen y la dignidad del abuelo. Sólo lo pude conseguir años más tarde, cuando solicité la revisión del expediente incoado por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas. La Comisión impuesta por el ejército rebelde lo declaró cesante en su puesto y le retiró la asignación que del Ayuntamiento recibía como maestro, alegaban que se había ausentado de su puesto y se encontraba huido desde el día 4 de septiembre, cuando él jamás salió del pueblo y había sido detenido por ellos. Por otro lado iniciaron un expediente por el que se incautaban de los bienes que teníamos, nos dejaban en la calle. La Comisión Depuradora del Magisterio Privado de la Provincia de Sevilla, inició otro expediente por el que fue suspendido de empleo y sueldo desde el día 28 de septiembre de 1936 y cuya resolución definitiva de fecha 2 de agosto de 1940 significaba su separación definitiva del cargo de maestro. En ese expediente aparecía la declaración que quien había sido 2º Comandante de la guarnición de El Saucejo Ángel Fernández Ordoñez, en la que señalaba como cargos contra el abuelo haber pertenecido al partido de Izquierda Republicana y colaborar con el Frente Popular desde el 16 de febrero, así como de propagar sus ideas izquierdistas, calificando así su conducta profesional de mala por lo que fue fusilado. Este expediente nos permitía despejar algunas dudas sobre lo que había ocurrido durante su detención. Una anotación al margen en un documento fechado el ocho de septiembre de 1936 en el que se fijaba su muerte ese mismo día, el Juez Municipal de El Saucejo ordena “su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de esta Villa” (El Saucejo), por lo que tampoco estaba muy claro que hubiera sido fusilado como el 2º Comandante hacía constar en el expediente. Los fusilamientos se producían en el propio cementerio. En aquellos primeros días fueron varios los que murieron a manos del ejército rebelde, entre ellos, luego supimos que fue el mismo día que el abuelo, estaba aquel joven labrador, Juan Yañez-Barnuevo de la Milla que había sido alcalde de El Saucejo a finales de la década de 1920.
Ante el expediente abierto por el Tribunal de Responsabilidades Políticas eleve un escrito pidiendo la revisión del mismo y la sentencia del 25 de febrero de 1941 fue favorable y la resolución de su expediente fue revisada rehabilitándolo como maestro y devolviéndonos los bienes que nos habían sido incautados.
No le devolvieron la vida, pero su imagen como hombre honesto y entregado a su profesión quedaba completamente restituida.

Copias de los documentos que eran remitidos en los expedientes de depuración 
(MIS NOTAS: Es fácil comprender cómo en mi interior, a pesar del tiempo transcurrido, crece el dolor y la rabia, ante lo que, imaginarse puede, ocurrió durante el tiempo en que estuvo detenido, del que, por supuesto, no queda constancia alguna. Hoy deduzco que mi abuelo fue asesinado, sólo quienes ejecutaron su muerte conocen realmente lo que sucedió durante su tiempo de detención. En realidad, como ocurrió en otros muchos casos, en los primeros momentos de la entrada del ejército rebelde en los pueblos y localidades, no existió ningún juicio contra él. Con él simplemente se llevó a cabo lo señalado en aquel bando del general Mola que antes hemos reflejado: “…aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos…”. No fueron sus actividades como docente lo que le costó la vida, sino sus apellidos. Y todos conocemos la violencia extrema que era utilizada en aquellos interrogatorios en los que muchos de los detenidos perdieron la vida. A raíz del Decreto de 8 de Noviembre de 1936 y su desarrollo posterior se inició un expediente por la Comisión Depuradora del Magisterio Primario de Sevilla, expediente que figura con el número 17.291, en el que figura el informe remitido por el 2º Comandante del puesto de la Guardia Civil de El Saucejo, Ángel Fernández Ordoñez, el esposo de aquella mujer que en su huida del cuartel atacado salvó la vida tirándose a un pozo, con fecha 26 de enero de 1937. Es decir seis meses después de lo acontecido tras la entrada en el pueblo de las fuerzas rebeldes. Informe que no deja de ser, según lo que deduzco de él, una simple capa oscura para enmascarar lo que había sido una muerte injusta. En dicho informe a mi abuelo se le señala una conducta profesional “mala por cuyo motivo fue fusilado”, a la vez que se le acusa de pertenecer al partido de Izquierda Republicana y colaborar con el Frente Popular desde el 16 de febrero, así como de propagar sus ideales izquierdistas. En su conclusión, el citado 2º Comandante, escribe: “Fue fusilado a las pocas horas de la llegada a esta población de las tropas salvadoras”. Sorprende que no se señale la fecha exacta de ese acto ni en virtud de qué juicio fue sentenciado a esa pena. Está claro que simplemente le aplicaron, como señalo anteriormente, el bando de guerra. Por otro lado, no me consta que mi abuelo perteneciera al partido Izquierda Republicana como activista, aunque la mayoría de maestros y profesores se apuntaron al partido creado por Azaña, Jefe del Gobierno, que había dictado una serie de decretos para la modernización de la educación escolar, y lo hicieron no sólo como idea política, sino como el camino para solucionar el atraso y el abandono que en este materia existía entonces en España.
Extraña también que en dicho expediente aparezca una circular dirigida a mi abuelo para que prestara declaración, cuando ya sabemos que llevaba muerto varios meses. Aquel expediente se completa con la declaración de otras personas a las que se les pedía información. En él aparecen las circulares dirigidas al alcalde y al párroco de El Saucejo, sus informes aparecen en blanco salvo simples anotaciones al margen. En el caso del alcalde, Fernando Escribano Escalante, aparece “Fallecido a la llegada de las tropas de nuestro glorioso ejército”. En su informe el  párroco, Manuel Domínguez Fernández, señala: “Fue fusilado por el ejército nacional y no he inquirido nada sobre él”. Hay otros dos informes, uno de ellos correspondiente al Vocal Médico de la Junta Local de 1ª Enseñanza, Francisco Alcalá Gutiérrez, en el que sólo figura: “Este señor fue fusilado por el Ejército”. Y un escrito de la Inspectora de Enseñanza, Josefina Vázquez Linares, de 11 de mayo de 1937 (en el escrito figura: Sevilla-11 de Mayo del primer año triunfal) que textualmente dice: "Su conducta profesional ha sido excelente, comprobada en mi visita de inspección, en la que pude confirmar la misma opinión de Inspectores anteriores". Su conducta privada era también normal, si bien tengo referencias de su ideología “izquierdista”. En dicho expediente aparece un impreso en blanco en cuyo dorso puede leerse escrito de puño y letra del firmante: “nº 17291. Nombre: D.Antonio Velasco Martín”. Cargo: Maestro de El Saucejo. Propuesta: Procede la separación definitiva en el cargo. Madrid 2 agosto 1940. Firma ilegible. Y el dictamen de la Comisión Superior Dictaminadora de Expedientes de Depuración, de fecha 18 de noviembre de 1940, que dictamina: “La supresión definitiva del servicio y baja en el escalafón”. 
El 26 de diciembre de 1936, el teniente de la Guardia Civil retirado, Francisco Lozano Redondo, en aplicación del bando de 18 de agosto de 1936, dictado por Queipo de Llano, sobre incautación de bienes pertenecientes a individuos culpables de actividades marxistas o rebeldes, y refrendado por el decreto 108 de Responsabilidad Civil del 13 de septiembre de ese mismo año, abrió un expediente a mi abuelo, Antonio Velasco Martín, por el que se le incautaron todos los bienes que mis abuelos tenía.
Según el Decreto-Ley de 10 de enero de 1937 de Responsabilidad Civil y la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, a mi abuelo se le abrió el expediente 1.313 del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Sevilla.
Como señalamos anteriormente, mi abuela no cejó hasta conseguir la revisión de aquel expediente y elevó un escrito en los siguientes términos:
“…El expediente 1.313 contra mi marido se incoó a propuesta del Comandante Militar de El Saucejo, como consecuencia de la triste desgracia de que fue víctima mi difunto marido considerado a tal fin como responsable de actividades marxistas. La sanción gravísima que sufrió aplicándosele fulminantemente el Bando de Guerra, no sorprendió solamente a su desconsolada familia, sino a cuantos le conocían y trataban porque gozaba de simpatías entre sus convecinos honrados, excepto la natural y corrientísima disconformidad y discordia que en los pueblos suelen tenerse en algunos ocasiones de tirantez por cualquier insignificante motivo, aunque contra él fueran contadísimos”.
“Sin embargo esta pequeña porción de enemistad a quien únicamente puede achacarse como inductora para la triste desgracia, de que fue víctima mi marido, aprovechando la convulsión y circunstancias poco reparadoras del comienzo de la Guerra la atribuiría a inexistentes actividades de tono marxista que desgraciadamente harían eco en las Autoridades que en un principio gobernaron al pueblo y que por no ser del vecindario desconocían la verdadera conducta y comportamiento de sus vecinos”.
“Al ser llamado ante aquellas Autoridades liberadoras, tanto su familia como sus íntimos conocidos, creyeron que sería para recibir instrucciones como Funcionario del Estado en ejercicio, pero llegada la noche sin que regresara a su hogar donde quedaba la dicente con sus pequeños llenos de natural pánico ante los sucesos trató e investigó sobre su paradero conociendo entonces su irreparable pérdida injustificada”.
“Este hecho excepcional e inconcebible fue un error, Ilustrísimo Tribunal, de la ligereza inevitable de la acción sancionadora, a quien no puede hacerse culpable, y sí únicamente a aquellos que sin reparar en el daño tanto moral como material de sus insidiosas, criminales y falsas informaciones habrían de producir, sin conciencia y sin calificativo con que poder ofenderles hasta la medida de su merecimiento, atribuirían, como antes se dice, a mi marido con falso testimonio, actividades cuyo conocimiento motivaría tan inmediata y triste resolución”.
Todo ello se encuentra recogido en el expediente 1.313 del Tribunal de Responsabilidades Políticas de Sevilla, y además de los documentos antes reseñados aparece otro con fecha 14 de diciembre de 1938, en el que se señala la fecha del 8 de septiembre de 1936, como la de la muerte de mi abuelo. En una nota en el mismo se señala: “su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de esta Villa “El Saucejo”. En dicho expediente se reconoce que no medió proceso penal contra él y señala su muerte calificando el hecho como “error”. La sentencia, de marzo de 1941, por mediación de doña María del Pilar Heredero Gallego, secretaria del Tribunal de Responsabilidades Políticas de Sevilla, señala: “…que habiendo sido absuelto en el expediente núm. 1.313 el vecino de El Saucejo Antonio Velasco Martín recobra éste la libre disposición de sus bienes”. Quedaba así, mi abuelo, absuelto de todos los cargos que le fueron imputados para su detención y aplicación del bando de guerra.
La inscripción del fallecimiento de mi abuelo a consecuencia de aquella detención no se realizó en el Registro Civil de El Saucejo hasta el día 14 de diciembre de 1938, dos años y tres meses después de su muerte, por orden del Juez de Primera Instancia de Osuna, y la misma fue realizada ante el juez de El Saucejo don Francisco Lozano Redondo y el secretario don Antonio Martín Serrano, en dicha inscripción figura como fecha de su fallecimiento el día 8 de septiembre de 1936 a consecuencia de aplicarle el “Bando de Guerra”.
 
La sentencia dictada, ya queda señalado, le eximió de todos los cargos y fue declarado inocente. Muchos años después, los que fueron sus alumnos manifestaban públicamente los buenos recuerdos que tenían de aquel maestro, y lo expresaron de la mejor manera que podían hacerlo, pusieron su nombre, Antonio Velasco Martín, al Club de la Tercera Edad de El Saucejo.
Sumergirte en la historia de aquellos tiempos es nadar entre numerosos trabajos históricos con diferente nivel de profundización y muchos de ellos con la subjetividad de quienes los ha realizado, y en legajos e informes, en muchos casos incompletos, pero en los que queda suficientemente clara la fuerte represión ejercida por el ejército rebelde. En palabras de Robert J. Goldstein, en “Political Repression in 19th Century Europe”, la represión consiste en “la acción de gobierno que discrimina brutalmente a personas o a organizaciones que se considera que presentan un desafío fundamental a las relaciones de poder existentes o las políticas clave del gobierno”. Cuando en el año 1936 España quedó dividida en dos partes, una bajo el dominio del gobierno legítimo del Frente Popular, y otra bajo el gobierno de los militares sublevados, el colectivo de maestros sufrió depuración en ambas zonas. Ambos gobiernos otorgaban a los maestros y maestras un papel relevante en la sociedad como agentes activos de la socialización de las generaciones futuras, en cada caso bajo unos principios ideológicos y culturales distintos. Si bien es cierto que la depuración ejercida por el gobierno del Frente Popular queda enmarcada en un periodo mucho más corto que la ejercida por el franquismo, no se puede negar la existencia de la misma, aunque las cifras manejadas en algunos estudios está alteradas engordándolas. Mientras que la depuración del colectivo de enseñanza, durante el franquismo, se prolongaría en principio hasta 1945, cuando la mayor parte del proceso de depuración quedaría resuelto. No se consigue nada tratando de alterar la historia con la carga subjetiva de quien la escribe, aquel maestro que fue mi abuelo tenía muy claro que la educación del ser humano debe estar por encima de ideologías y dogmatismos, solo el conocimiento y la capacidad de razonamiento lo hacen verdaderamente libre).
 Nuestros hijos: De izquierda a derecha: Juan Antonio, Dolores, Francisco y Ángeles
Imagen reciente de la casa donde residió mi abuela en el barrio de Triana 
Había cogido a mis hijos, en El Saucejo no quedaba nada que me uniera al pueblo, sólo los amargos momentos vividos desde que al abuelo se lo llevaron detenido, y nos fuimos junto a mis padres que vivían en Dos Hermanas. A mi hermano Francisco, que había sido concejal en aquella localidad, lo habían fusilado en agosto de aquel año. Poco después nos trasladamos todos a Sevilla, y después, con los niños nos fuimos al barrio de Triana, a esa casa que tú llegaste a conocer. Ya no me amedrentaba nada, aquella confianza que él había inculcado en mí presidía mis acciones para luchar por mis hijos. Nos había sido reconocido el derecho a recibir una pensión compensatoria, que aunque exigua me permitía comenzar de nuevo. En la educación de mis hijos siempre tuve presente la máxima que para él presidia su vida: “La educación es la vía para la libertad del ser humano, sólo los déspotas quieren la ignorancia de las personas para más fácil poder abusar de ellas. Defiendo una educación que enseñe a pensar y no una educación que enseñe a obedecer”.
Mi abuela junto a su hermano Arcadio y su esposa Esperanza,
mis padrinos de bautismo 
Por otro lado mi hermano Arcadio siempre estaba dispuesto a ayudarnos, siempre pendiente de que no nos faltara nada, sobre todo a los niños. De esa manera ellos fueron creciendo. En julio de 1945 tu tío Juan Antonio, que por entonces ya trabajaba en una de las oficinas del Banco Español de Crédito, fue detenido acusado de actividades políticas, a mí también me llevaron para interrogarme. Me llevaron a la comisaria que había en la calle Peral. Allí me dejaron encerrada en una pequeña habitación desde la que podía escuchar los gritos y lamentos de alguien que estaba siendo interrogado. Vinieron a mi memoria los momentos vividos durante la detención del abuelo, y de nuevo se apoderó de mí el temor de que tu tío pudiera tener el mismo final. Fueron horas de sufrimiento que no le deseo a nadie y que terminarían por marcar mi vida. Luego a mí me dejaron en libertad pero él aún permanecería detenido por bastantes días. Días que se me hacían interminables, no podía alejar de mi mente el miedo a que él terminara como el abuelo. Cuando llegó a casa me derrumbé, toda la tensión contenida durante aquellos días hizo mella en mí. Luego fue detenido en otras ocasiones, pero jamás le hice reproche alguno por sus actividades políticas, era su libertad. Pero todo aquello me iba sumiendo en momentos difíciles de superar. Todos ellos crecieron y formaron sus propias familias, y comenzasteis a llegar vosotros, mis nietos, y ello significó un nuevo impulso para superar aquellos momentos de soledad y recuerdos. En muchas ocasiones tu comportamiento me recordaba algunas de las maneras del abuelo, sobre todo cuando te veía jugar con tus recortables a ser maestra, o tu costumbre de ir recogiendo las piedras que te parecían bonitas. Por otro lado tu interés por conocer no es que me hiciera daño, lo comprendía perfectamente, pero en algunos casos es preferible no remover viejos recuerdos, sobre todo cuando los mismos han conformado tu vida, como lo hacían aquellos con la mía, y temía no tener las palabras oportunas para que tú pudieras entender todo lo que había pasado.”
Sueños y recuerdos se agitan en mi mente, desde aquellos momentos de mi niñez en la escuela junto a la imagen, creada por mi imaginación, en la que mi abuelo está en su aula esperando la llegada de sus alumnos, o al recuerdo de esa imagen en que él está junto a sus alumnos en lo que entiendo momentos previos para una de aquellas salidas al campo que tanto gustaba a todos. Mi bisabuela Rosario que me mantiene en sus brazos, junto a la imagen recreada de aquellos momentos de mi abuela en el cementerio de El Saucejo. Y por fin ese monolito que mi mente ha creado para honrar la memoria de mi abuelo, erigido sobre aquel terreno yermo donde depositamos nuestros claveles, y bajo el que aún, de forma anónima, permanecen sus restos. Espero que un día pueda ser una realidad que mantenga viva la memoria de mi abuelo, pues el recuerdo está y permanecerá vivo en mi corazón mientras siga latiendo, y donde pueda volver a depositar flores en nombre de mi padre y de mi abuela a quienes adoré.
Hasta aquí la historia de mi abuelo que he puesto en boca de mi abuela Teresa, como si ella me la hubiera contado en aquellos momentos en que tanto deseaba conocerla. Una historia que ha conformado una figura de mi abuelo por la que si antes me sentía atraída, ahora es admiración lo que despierta en mí, cuando he conocido los testimonios de quienes convivieron con él, como es el caso de su sobrina Dolores Velasco, maestra de profesión y docente admirada en Dos Hermanas donde durante muchos años ejerció, cuando con entusiasmo hablaba de él: “Eran hombres sabios, adelantados a su tiempo. Aplicaban métodos pedagógicos innovadores y recababan la atención del alumno con continuas preguntas” “Mi tío Antonio invitaba a los alumnos a traer todo tipo de plantas a clase… Y a partir de ahí estudiaban botánica, biología… En cada dictado se desmenuzaba la frase, y cualquier circunstancia era buena para explicar una regla de ortografía o provocar el análisis y la reflexión.” No obstante aún quedan muchas páginas por escribir sobre su historia, sobre aquellos lugares donde se amaron: El Saucejo, La Mezquitilla y su entorno; y mi abuelo pudo entregarse a lo que fue su ideal: la educación escolar de los niños, algunos de los cuales aún le recordaban no hace muchos años. El devenir de la sociedad y de las personas nunca debe ser el relato de hechos aislados, pues el mismo es la concatenación de sucesos que nos llevan a conocer el por qué de la realidad que los conformaron. Aquel enfrentamiento entre ideas políticas y concepciones sociales, llevó a la sociedad al clima de odio, terror y muerte que la envolvió, y es en este contexto donde se produce el brote de violencia que marcó el transcurso de aquellos años, durante los que la exaltación de lo propio llevaba consigo la exageración de las atrocidades cometidas por el contrario. Las esperanza puestas en la República y en los altos ideales que se señalaban con las reformas propuestas acabarían en el momento en que la unión de las fuerzas contrarias obstaculizaron la acción del gobierno y los intereses de los partidos políticos se antepusieron sobre los comunitarios. La clase más desfavorecida, obreros y campesinos, en las que el analfabetismo alcanzaba niveles que superaban dos tercios de la población, algo contra lo que mi abuelo y otros maestros y profesores pretendieron luchar, fue instrumentalizada en un proceso de transmisión de la información que distorsionaba lo acontecido en uno y otro bando. Con ello se formó la argamasa de sangre y arena de personas inocentes que ligaría las piedras y haría eternos los cimientos de aquella época de nuestra historia. Las limitaciones lógicas de extensión en una entrada de blog impiden que todo eso haya sido desarrollado a lo largo de la misma, es por ello que, como he señalado anteriormente, hoy adquiero el compromiso conmigo misma de afrontar, en su momento, una obra de mayor envergadura que pueda reflejarlo.
María T. Velasco Ramos
Junio 2016

 Ocho décadas hace que segaron tu vida,
mas lo que cortaron fue solo el tallo,
igual que la hoz cercena la espiga,
pues tu semilla ya habías sembrado.
Sola quedó la amapola que te acompañaba
y defendiendo tu buen hacer en la docencia,
su angustia no la dominaba y ella callaba,
hasta que reconocieron tu total inocencia. 
Tu cuerpo en fosa común quedó sepultado
Mas tu memoria no quedó en el olvido.
Hoy que tu historia, por promesa, he recuperado
siento como si siempre te hubiese conocido,
como si tus brazos me hubiesen acunado
y tu recuerdo se mantiene pleno de sentido. 
María T. Velasco Ramos
Este es el árbol genealógico de la familia Velasco Martín que hasta ahora he podido completar, faltan las imágenes del matrimonio Manuel Carrero y Ana Velasco y las de Benito Velasco y esposa. Si alguno de los lectores de este post fueran descendientes suyos o los conociera, o por un azar de la vida tuvieran alguna o algunas fotografías suyas, agradecería, enormemente, se pusieran en contacto conmigo en mi correo electrónico o me las enviara.