lunes, 3 de noviembre de 2014

Cuando el pasado se hace presente (5)



En el Patio de los Naranjos de Sevilla, junto a la pila bautismal visigoda
Las raíces de un pueblo se ocultan bajo el manto de los siglos, al igual que en un árbol están en lo más profundo de la tierra. Es en ellas donde hemos de buscar los cimientos de nuestra historia, ellos reflejan lo que somos y lo que seremos.
En brazos de mi bisabuela Rosario Salazar Palop
En el devanar la madeja de la historia de esta ciudad, Sevilla, donde vine al mundo y sentí sobre mi piel los primeros rayos del sol y sus aromas a azahar y jazmines, aparecen las figuras de personajes nacidos en ella y que la alzaron a su cenit.
Bustos de los emperadores Trajano y Adriano sobre reproducción en 3D de Italica
En estas líneas, que no dejan de ser un pequeño bosquejo del devenir de esa historia, tendrán cabida algunos de ellos, como es el caso de los emperadores romanos Trajano y Adriano, ambos nacidos en Italica. Hispalis e Italica, hermanas de una misma madre, Roma, pero distintas entre sí. Italica, la romántica. Hispalis, la urbana y comercial. Sevilla, como señalamos anteriormente, ha visto destruido su pasado romano o aún se encuentra oculto bajo sus actuales edificaciones. Italica (Santiponce)nos muestra los restos de aquella época esplendorosa. Pero Italica es mucho más que aquellas mansiones patricias, pavimentadas de bellos mosaicos; más que su teatro, termas o anfiteatro: es la cuna de Trajano y Adriano, dos de los emperadores hispanos que engrandecieron la historia del imperio romano.
En la parte superior de la composición, áureo romano acuñado bajo Trajano, h. 115. El reverso conmemora tanto al padre natural de Trajano, Marco Ulpio Trajano (a la derecha), y su padre adoptivo, Nerva deificado (a la izquierda). En la parte inferior los emperadores Vespasiano y Nerón.
Marcus Ulpius Traianus, más conocido como Trajano, para no confundirlo con su padre del mismo nombre, nació en Italica el 18 de septiembre del 53. Los orígenes de su familia, aunque en algunos casos ellos mismos decían que estaba en la península itálica, sus ascendientes no eran de estirpe romana, sino de la “urbs” de Italica. Es a través de Marco Ulpio Trajano, padre del futuro emperador Trajano, quien abre el camino a aquella aristocracia hispana en Roma. Debió de llegar a Roma en tiempos del emperador Nerón, y su carácter militar le llevó a ocupar puestos destacados en la milicia romana. Con Vespasiano en el poder, Trajano el Viejo, conquistó Jaffa en las guerras judaicas. Su distinguida carrera militar y su lealtad a Vespasiano, hicieron que éste, tras su entrada triunfal en Roma, le nombrara cónsul sufecto, procónsul de la Bética, de Siria y de Asia. Era el precedente para que otros hispanos formaran parte del Senado, fueran cónsules o gobernaran provincias, y llegaran a ocupar, aunque nadie se atreviese a pensarlo en aquellos momentos, el trono imperial.
El primero de aquellos emperadores sería su hijo Trajano. Como suele suceder con los personajes de aquella época, poco o nada se conoce de su infancia y pubertad. A los veinte años comienza su carrera en la milicia como tribuno militar en una de las legiones que luchaban en Siria. Carrera que se desarrolla, a lo largo de diez años, entre las fronteras de Oriente y las del Rhin. Es durante toda esta trayectoria donde consigue el prestigio militar de que gozó entre las legiones del ejército romano. En el año 89, estando al mando de la Legio VII Gémina en  León, Domiciano lo traslada a Germania hasta su designación para el consulado ordinario del año 91. Desde aquel momento su nombre figura entre los más destacados de la capital y el imperio romano. Tras el asesinato de Domiciano, Nerva fue nombrado emperador. Éste, al no tener descendencia, toma a Trajano como hijo adoptivo y “césar” el 27 de octubre del 97.
 Recreación de Trajano al frente de las tropas romanas en Germania
Cuando Nerva fallece en 27 de enero del 98, Trajano se encontraba en Germania, donde le fue comunicada la muerte de aquel por su sobrino nieto Adriano, y a continuación recibió los mensajes de adhesión de todos los ejércitos desde Siria al Océano.
Detalle de la columna de Trajano
Dos años tardó Trajano en entrar en Roma, donde lo hizo no con la pompa y boato de un emperador o general victorioso, sino que hizo su entrada a pie, como si llegara de un paseo acompañado por un grupo de amigos. Este gesto lo agradecería el pueblo y lo enaltecería como signo de modestia de Trajano, a partir de ese momento.
“Felicitor Augusto, melior Traiano” (Que seas más afortunado que Augusto, mejor que Trajano), era el augurio que, a partir del siglo II, se daba a cada emperador romano. Si Augusto constituyó el Imperio, Trajano le devolvió a Roma la confianza de vencer a los germanos y a los partos, e incorporó al Imperio un vasto territorio.
Sir Ronadl Syme
El historiador Sir Ronald Syme, sintetiza la actuación de Trajano al frente del Imperio con estas palabras: “(con Trajano) la salud, el vigor, la confianza volvieron a Roma”.
 Estatua de Trajano sobre fondo de algunas importantes obras suyas.
Trajano dotó a Roma con el mayor de los foros; amplió la capacidad del puerto de Ostia (Portus Traiani), reconstruyó y amplió el Circo Maximo, y erigió otras obras que lo señalan como un gran constructor. En España se señalan como suyas las obras del Puente de Alcántara y las termas de “Los Palacios” en Itálica. Falleció el 7 de agosto del 177 en Selinuto de Silicia, donde había interrumpido su viaje de vuelta a Roma tras anexionar los territorios de Armenia y Mesopotamia.
Busto del emperador Adriano en el Museo Arqueológico de Sevilla
En sus últimos meses de vida había adoptado y designado como sucesor a su sobrino nieto Publio Elio Adriano, a quien además había nombrado gobernador de Siria tras los tres años que estuvo junto a él como jefe de su estado mayor, en la guerra Pártica.
Reproducción infográfica en 3D de “Aelia Capitolina”
Adriano renunció a la política expansiva de Trajano y dio al mundo romano mayor solidez y consistencia. Veinte años de su reinado los dedicó a viajar por las provincias y sus fronteras. La obra emprendida sobre las ruinas de Jerusalén, la ciudad “Aelia Capitolina” (“Aelia” por su propio nombre y “Capitolina” en honor a Júpiter, el principal dios de los romanos), significó la rebelión de las comunidades hebreas de Oriente, que bajo la dirección de Simón bar Kojba derrotaron, en el año 132, a las legiones romanas X y XXII. 
 Imagen de una escultura de bar Kojba, sobre una reconstrucción pictórica del Segundo Templo de Jerusalén
De forma inmediata Adriano puso al frente del ejército romano a Sexto Julio Severo, que inició una campaña militar que se extendió a lo largo de dos años. Es posible que el mismo emperador Adriano participara en esta campaña, que finalizó con los rebeldes acorralados en las montañas donde fueron diezmados. 
 Estatuas de Júpiter y Afrodita sobre las ruinas descubiertas en Jerusalén de “Aelia Capitolina”
Tras la rotunda victoria romana la reconstrucción de “Aelia Capitolina” trajo consigo además la construcción de una estatua de Zeus (Júpiter) en el emplazamiento del antiguo templo y otra de Afrodita (Venus) cerca de allí. Se eliminó la provincia de Judea creándose la de Siria-Palestina, tratando así de eliminar la presencia judía en la zona, adoptando el nombre de Palestina, derivado del antiguo pueblo filisteo que ocupaba aquellas tierras y con el que los hebreos habían mantenido permanentes disputas desde tiempos atrás. Todos los habitantes de aquella nueva provincia, independientemente de sus creencias religiosas o sus orígenes, pasaron a ser denominados sirio-palestinos. Aunque a los judíos se les prohibió residir en “Aelia Capitolina”, sí permanecieron en Galilea, en los Altos del Golán, en el sur del antiguo reino de Judea y en alguna otra zona. 
 Reconstrucción en 3D de la ciudad de Italica de E. Barragán
Adriano fue el impulsor y creador de la ampliación de Italica, lo que hoy se conoce como “nova urbs”, término acuñado en 1960 y que corresponde a la zona excavada y que se puede contemplar en la actualidad. A petición de los propios residentes de Italica, y en contra de su opinión y consejos personales a los mismos, Adriano le concedió el titulo de colonia romana, pasando a denominarse “Colonia Aelia Augusta”, en honor a su propio nombre. Adriano falleció el 10 de julio del año 138, al parecer de una insuficiencia cardiaca, en su residencia de Baiae (Bayas) una ciudad de la costa de la Campaña (Italia)
 Invasiones bárbaras
Retomando la historia de Hispalis (Sevilla). A principios del siglo V, el imperio romano de Occidente se encontraba inmerso en una profunda inestabilidad. Los pueblos germánicos comenzaron una serie de movimientos que ya no eran producto de unos intentos de saqueo por parte de bandas armadas, sino que correspondían a desplazamientos en caravanas en las que llevaban consigo a toda la familia. En el año 409 llegaron a Hispania, cruzando los Pirineos, varias oleadas de aquellos pueblos, los vándalos y los suevos, procedentes de las regiones del Báltico en las actuales Alemania y Polonia, junto a los alanos, un grupo étnico de origen iranio procedentes Cáucaso,  que, huyendo de las invasores hunos que les habían desposeído de sus tierras, se habían desplazado hacia Occidente buscando nuevos lugares de asentamiento.
Recreación pictórica de la entrada de Gunderico a Sevilla
En el año 426 los vándalos silingos, una rama de los vándalos fusionada con otra ramificación (los asdingos), se distribuyen por la Bética y hacen su entrada en Hispalis dirigidos por su rey Gunderico. El furor del mismo, ante la resistencia que opone la ciudad a ser conquistada, se refleja en las órdenes que da a sus huestes: destrucción, matanza y saqueo sin límites.
 Recreación pictórica del saqueo de la basílica
Él mismo participa en ella y se dirige a la basílica hispalense, la “Ecclesia Spalensi Sancta Ierusalem”, con cuyo nombre se conocía, y que guardaba, desde la época del emperador Constantino, las reliquias de San Vicente. Tras entrar en la misma, saquearla y asesinar a los sevillanos que se habían refugiado en su interior, al abandonar el templo cayó muerto de repente en la puerta del mismo, como fulminado. Hidacio, obispo e historiador hispano-romano, describe aquel hecho con estas palabras: “cuando puso sus manos irreverentes en la basílica del mártir Vicente, de dicha ciudad (Hispalis), murió por la justicia de Dios a la puerta del templo, y fue arrebatado por el demonio”.
 Lápida del obispo Honorato en la Catedral de Sevilla
La ubicación de aquella basílica parece ser, según la tradición, se encontraba bajo el emplazamiento de la actual Catedral de Sevilla, aunque algunos mantienen que pudo estar en los Reales Alcázares por un descubrimiento arqueológico en 1976 en el que aparecieron restos de una posible piscina bautismal y por la lápida del obispo Honoratus, sucesor de san Isidoro en la silla episcopal, que hoy se encuentra en el Patio de los Naranjos de la catedral, y que procede de los Reales Alcázares.
Estatua del Buen Pastor y  pila bautismal del museo
Independientemente de la ubicación de aquella basílica, lo cierto es que Hispalis no había sufrido una destrucción de este tipo desde muchísimos años antes. Y el cristianismo ya venía conviviendo en aquellas tierras con otras creencias e ideas desde el siglo IV, muestra evidente de ello es la estatua del Buen Pastor que se encuentra en la Casa de Pilatos de Sevilla, aunque quizás su origen no esté en estas tierras, pero sí la pila bautismal que se encuentra en el museo arqueológico de Sevilla.
 Representación gráfica de la batalla de Tricamerón, que significó el fin del reino vándalo
Los vándalos, en realidad, sólo ocuparon estas tierras en su paso a su objetivo final que eran las opulentas provincias africanas. Solo necesitaban tiempo para obtener botín y el necesario para construir la flota con la que trasladarse a aquellas costas. No podemos olvidar que estos invasores no eran hordas de jinetes, sino verdaderas caravanas en las que se incluían sus familias. Así en el 429, bajo el mando de otro de sus reyes, Geiserico, embarcan para África donde se establecen en territorios de la actual Túnez, y se convierten en temibles marineros, piratas que asolaban las costas vecinas, hasta que, un siglo más tarde, son dominados por el emperador Justiniano.
 Representación gráfica de soldados del ejército suevo
Durante aquella invasión de la península ibérica, los suevos se habían establecido en el noroeste de Hispania, donde fundaron el reino suevo en la provincia romana de la Gallaecia. Tras las marcha de los vándalos hacia África, los suevos quedan como único pueblo bárbaro en Hispania y, bajo el reinado de Requila, extienden sus dominios sobre toda la península, excepto la Tarraconense romana.
Campo de girasoles cerca de Sevilla
La ocupación de Hispalis por Requila fue transitoria, aunque durante la misma la ciudad pudo emprender la reconstrucción de los destrozos causados por los vándalos. Sus tierra seguían siendo fértiles y lo único que necesitaban era que se pudiera trabajar en ellas. El comercio y la navegación comenzaron a resurgir de nuevo.
Representación gráfica de la batalla de los Campos Catalaúnicos
Los visigodos fueron una rama de los pueblos godos (tervingios), uno de los pueblos de raíz germánica que se extendieron por Europa a lo largo del siglo III. Tras la invasión de la península itálica y el saqueo de Roma en el año 410, se establecieron en el sur de la Galia como federados del imperio romano, interviniendo como sus aliados para someter a otras tribus de Hispania y en el año 453 colaboraron con el ejército romano en la derrota de los hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos, que se produjo en el norte de la actual Francia.
 Teudiselo, décimo cuarto rey de los godos
La penetración de los visigodos en le Bética y sobre todo en Sevilla, no comienza a sentirse hasta mediados del siglo VI, y con seguridad la encontramos con la presencia del rey Teudiselo en Hispalis, a la que ellos llamaron “Spalis”, donde ocurrió su asesinato un año después de su ascenso al poder en el año 548.
 Representación gráfica de un banquete visigodo
Teudiselo, un general visigodo que había sido designado como rey de los godos en el año 548, tras el asesinato de Teudis, al verse dueño del poder absoluto usó del mismo para establecer un reinado que creó el descontento y el terror entre la aristocracia y sus súbditos. Además de imponer fuertes impuestos, su lujuria era tal que cuando deseaba a la esposa de alguno de ellos los encarcelaba o los mandaba a lejanas tierras. Esta situación de desagrado entre los aristócratas godos, les llevó a unirse para conspirar contra él. Transcurría el año 549 cuando en los jardines del palacio real se ofreció, como por costumbre debía hacer el rey, una cena a toda la aristocracia sevillana. A la luz de las velas, se dispuso una mesa plena de viandas y vino. En un momento de la misma y a la señal acordada entre los conspiradores, se apagaron las velas que iluminaban el salón, dejándolo sumido en la oscuridad. Los nobles más cercanos al rey sujetaron al mismo sobre su sillón y los demás iban pasando, de uno en uno, clavando sus puñales en el cuerpo del rey. De esta forma vengaron todas las afrentas sufridas y al haber ocurrido en la oscuridad, nadie podía atestiguar quién había sido el autor del asesinato del rey, por lo que ninguno de ellos quedaba excluido de la sucesión al trono.
 Representación gráfica del rey Agila I
A Teudiselo le sucedió Agila, que reinó durante los años 549 a554. Es durante su reinado cuando surgen los enfrentamientos basados en razones económicas pero también en cuestiones religiosas. Mientras las visigodos eran arrianos, es decir seguidores de la doctrina cristiana con fundamentos orientales, que mantenían que el Hijo había sido creado por el Padre, aunque fuera antes de la creación del mundo, los llevaba a utilizar la fórmula “Gloria Patri per Filium in Spiritu” (Gloria al padre por el Hijo en el Espíritu), frente a la católica “Gloria Patri et Filium et Spiritu” (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu). Aquellas dos preposiciones de la fórmula arriana frente a las dos conjunciones católicas, según Menéndez Pidal: “fueron un abismo entre los dos pueblos de España, porque tales preposiciones o conjunciones removían los más hondos problemas del cristianismo”. Situación que, como veremos más adelante, afecto directamente a Sevilla.
Representación gráfica del rey Atanagildo
Esas diferencias y la prosperidad económica de que gozaba la cercana Córdoba, que además estaba en permanente contacto con los bizantinos,  que anhelaban su incorporación al Imperio fue el origen de una sedición contra Agila encabezada por Atanagildo quien se había declarado rey frente a aquel. Sedición que Agila creía liderada por Córdoba. El ejército de Agila se dirigió a esta plaza donde sufrió una derrota en la que además de perder el arca de los caudales, Agila perdió a su hijo.
San Isidoro, fiel a la filosofía del “juicio de Dios” que por entonces imperaba, atribuyó aquella derrota a un desprecio a la religión católica por parte de Agila que, según narra, había profanado, convirtiéndola en caballerizas la iglesia de San Acisclo, erigida en memoria de aquel mártir cordobés, degollado en tiempos del emperador Diocleciano.
Justiniano, detalle del mosaico en San Vital de Rávena, siglo VI
Aunque las fuentes difieren en cuanto a quién vinieron a apoyar los bizantinos, por entonces regidos por el emperador Justiniano, lo cierto es que en la batalla que se produjo en las afueras de Sevilla, en el año 552, el ejército de Agila fue derrotado y “Spalis” (Sevilla) quedó bajo el poder de Atanagildo. Los enfrentamientos continuaron dos años más y no fue hasta el asesinato de Agila en Mérida (marzo 555) cuando la nobleza visigoda reconoció a Atanagildo como rey.
 Representación gráfica de la Hispania del siglo VI
La realidad histórica es que aquella entrada de los bizantinos en la Bética, significó para Sevilla la pérdida de su posible capitalidad de la España visigoda, que desde aquel momento se traslada a Toledo por su situación estratégica con respecto al territorio que los visigodos controlaban en la península. Los dominios de los bizantinos se ampliaron desde Carmona hasta la provincia de Murcia.
San Isidoro
Aquella situación no fue aceptada por algunas de las familias visigodas del nuevo territorio bizantino, el cuál abandonaron para refugiarse en Sevilla, como ocurrió con los padres de San Leandro y San Isidoro, que habían venido desde Carthago Nova (Cartagena). Isidoro, nacido ya en Sevilla, se convirtió en un gran defensor de los visigodos frente al poder los bizantinos, a quienes consideraba invasores que retenían parte de su país.
 Representación gráfica del rey Liuva I
Tras la muerte de Atanagildo (568), le sucede Liuva I (568-572) quien asocia al trono a su hermano Leovigildo, a quien cede el control, entre otras, de la zona de la Bética.
Detalle de la estatua del rey Leovigildo que se encuentra en los jardines del Palacio Real de Madrid
Leovigildo accede al trono a la muerte de su hermano en el año 57. Se había casado en dos ocasiones, la primera con Teodosia, una dama de buen linaje visigodo que un relato de época medieval, de dudosa credibilidad, hace hermana de los santos Leandro, Fulgencio, Florentina e Isidoro, nacidos en Cartagena. Su segundo matrimonio fue con Gosuinda (Goswintha), viuda de Atanagildo, y que tanta trascendencia tuvo en la historia de Sevilla.
Tras su ascenso al trono, y de forma inmediata, asoció al gobiernó del reino a sus hijos Hermenegildo y Recaredo con el objetivo de que fuera uno de ellos quien le sucediera. En su deseo de fortalecer la institución monárquica eliminó los privilegios que venían disfrutando parte de la aristocracia visigoda, ciñó la corona sobre su cabeza, se sentó por primera vez en un trono ante la asamblea de nobles visigodos y acuñó moneda con su esfinge ciñendo la corona. Esto junto a la promulgación de su “Codex Revisus”, que rescataba las principales leyes del “Código de Eurico”, suprimía las menos importantes y añadía otras que no se tenían en cuenta, en el que se miraba al conjunto de la población sin tener en cuenta su procedencia étnica o confesión religiosa, fueron los cimientos de ese edificio que hoy conocemos como España.
Algunas de estas decisiones eran contrarias a los intereses de los nobles visigodos, lo que significó numerosas revueltas que tuvo que afrontar a lo largo de su reinado, tal vez atizadas por los reinos vecinos que no contemplaban con buenos ojos la pujanza de Leovigildo. En el año 571 ocupó Medina Sidonia, importante plaza fuerte y nudo de comunicaciones de los bizantinos. En el 572 organizó una nueva expedición hacia la parte meridional de la Bética, conquistando Córdoba, rebelde al poder visigodo desde que quedó bajo dominio bizantino tras la guerra civil entre Agila y Atanagildo. En el año 574, la campaña sobre Cantabria trajo consigo la conquista de Amaya, capital del territorio cántabro, que significó que dicha región pasara, desde aquel momento, a dominio visigodo. El año 578 es considerado como el más importante del reinado de Leovigildo: tras prolongadas luchas, la paz reinaba, por fin, en todo el territorio.
Hermenegildo
El problema más agrio que tuvo que afrontar Leovigildo fue la insurrección de su hijo Hermenegildo. En el año 579 se había celebrado la unión matrimonial de Hermenegildo con la princesa franca, de creencias católicas, Ingunda (Ingundis), nieta de Gosuinda, la segunda esposa de Leovigildo. Unión propiciada por la propia Gosuinda, quien intentó por todos los medios, primero con la ternura de una abuela y posteriormente con severas amenazas, la conversión al arrianismo de Ingunda. Algunas crónicas dicen que este empeño de Gosuinda fue debido al odio hacia lo católico, que se había convertido en aversión, a raíz de la muerte de su hija a manos de su propio esposo un rey católico franco. Las relaciones abuela-madrastra y nieta-nuera se hicieron insostenibles por la resistencia de Ingunda a renunciar a sus creencias católicas, de tal modo que las mismas estaban trascendiendo a la población de Toledo, en su mayoría hispano-romanos católicos.
Ante la situación generada Leovigildo adoptó la solución de trasladar al nuevo matrimonio desde la corte de Toledo a Sevilla, ciudad fronteriza con el territorio bizantino y que necesitaba la presencia de un representante del rey merecedor de toda confianza y de plena seguridad. En Sevilla el matrimonio podía vivir en paz, alejado de Gosuinda, y tampoco incidiría en las medidas contra los católicos que Leovigildo, al parecer proyectaba, a la vez que las convicciones de Ingunda, tal vez aún en edad adolescente, pudieran ir decayendo. Lo cierto es que la paz reinó de nuevo en el hogar y el nacimiento de un hijo también contribuyó a esa felicidad, al nuevo infante se le puso el nombre de Atanagildo.
 San Leandro
Como gobernador de la Bética, Hermenegildo coincide en Sevilla con el pontificado de Leandro, el primogénito de aquellos cuatro hermanos que su familia había llegado a Sevilla procedentes de Cartagena, y que, como señalamos anteriormente, una leyenda medieval los relaciona con Teodosia, la madre de Hermenegildo. Fuera así o no, el trato del príncipe con el obispo era continuado, y las continuas insinuaciones de su esposa Ingunda, hicieron que Hermenegildo se convirtiera al catolicismo.
La “Apoteosis de San Hermenegildo” fue pintada por Herrera el Viejo hacia el año 1620 y se conserva hoy día en el Museo de Bellas Artes de Sevilla
Esta conversión produjo dos efectos contrapuestos, por un lado enfureció a Leovigildo, tal vez presionado por la cólera anticatólica de su esposa Gosvinda y los arrianos de la propia corte toledana. Mientras que en Sevilla y la Bética significó que los hispano-romanos católicos, contrarios a Leovigildo, se agruparan en torno a quien consideraban podía ser el defensor de sus ideales religiosos y políticos. Leovigildo invita a su hijo a resolver el problema por la vía del diálogo, a lo que éste se niega, alegando la incompatibilidad con su padre al ser arriano y él católico.
 Miro, rey de los suevos, a la izquierda
Las relaciones entre padre e hijo se tensan aún más cuando Hermenegildo entabla relaciones con los suevos y los bizantinos. En el año 582 es proclamado rey y acuña monedas con la leyenda “La vid del rey Hermenegildo viene de Dios” (Hermenegildi regi a Deo vita). Leovigildo, tras el fracaso de su intento de lograr una paz negociada, se dirige primero a Mérida, que se había puesto del lado de Hermenegildo, para posteriormente dirigirse a Sevilla, instalándose en Itálica, restaurando sus murallas. Desde allí impide que el ejército del rey Miro, rey de los suevos galaicos a quien Hermenegildo había solicitado colaboración, pueda ayudarle en la defensa de Sevilla.
 Murallas de San Juan de Aznalfarache en la actualidad
A continuación pone cerco a Sevilla en un asedio que duró casi dos años, y durante el cual llegó a desviar el curso del Guadalquivir para impedir la llegada de ayuda de las tropas bizantinas. Tratando de huir de aquel cerco, Hermenegildo se dirige hacia la fortaleza de Osset, que se encontraba donde hoy están las murallas de San Juan de Aznalfarache, allí, junto a otros caballeros que le habían acompañado, resistirá algunos días más hasta que el cansancio y el hambre, y tal vez la intervención de su hermano Recaredo, consiguieron su rendición.
 Detalle de la representación pictórica de San Hermenegildo en la prisión
Cargado de cadenas regresa a Sevilla, y aquí comienza parte de su leyenda, agrandada por los relatos católicos de la época. A su llegada a Sevilla es confinado en la torre de la Puerta de Córdoba, en un pequeño hueco abierto en la muralla en el que apenas podía moverse una persona en posición acurrucada. Allí se le pidió que abjurara de su fe católica, pero Hermenegildo se negó a ello. Según la tradición, para evitar una insurrección popular se le trasladó a Tarragona, donde fue decapitado el 13 de abril del año 585. Hay un detalle que nos lleva a señalar estos relatos como leyenda. En la iglesia de San Hermenegildo, junto a la Puerta de Córdoba, hay una lápida en mármol que en latín y castellano se encuentra grabado el siguiente texto: “Oh, tú, cualquiera que pasa, venera rendido este lugar, consagrado con la sangre del Rey Hermenegildo”. Hemos de tener en cuenta, que la Puerta de Córdoba fue construida en el siglo XII por los almohades, después de varias destrucciones que habían sufrido las murallas de Sevilla desde que fueron levantadas por Julio César, por lo que difícilmente allí puede conservarse el sitio de reclusión del rey Hermenegildo muerto seis siglos antes.
 Detalle de la representación pictórica de la decapitación de San Hermenegildo
Lo cierto es que los datos históricos difieren de esa leyenda. Según estas referencias, Hermenegildo fue capturado en Córdoba, donde había huido buscando refugio, y desde allí desterrado a Valencia, de donde huye tratando de unirse al rey de los francos, hermano de su esposa, que en su interés por ayudarle había invadido la Galia Narbonense. Pero Hermenegildo fue apresado en Tarragona y en aquella ciudad murió decapitado.
Aquella rebeldía de Hermenegildo supuso un paso atrás en la consolidación del imperio visigodo y en la unidad del territorio de aquella España, pues todas las energías que se utilizaron para acabar con ella, tal vez, hubieran bastado para expulsar a los bizantinos de ella, y no hubiera sufrido las consecuencias de una guerra civil y los desastres de una posterior invasión.
 Algunos de los restos arqueológicos del periodo visigótico que se pueden contemplar en el Museo Arqueológico de Sevilla
Pocos restos quedan de la presencia de los visigodos en Sevilla, la invasión árabe supuso la desaparición de muchos de aquellos edificios y palacios erigidos durante el reino visigodo, por la utilización de aquellos materiales para erigir los nuevos que ellos levantaron. Pero no sólo ellos contribuyeron a su desaparición, la reconquista por parte de Castilla también trajo consigo la destrucción de algunos de aquellos elementos. 
La sociedad ha perdido los valores fundamentales del ser humano, destruyendo su propia cultura e identidad
Y todo esto me recuerda que hoy también existe aquel “vandalismo”, término que utilizo en la tercera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pues basta darse una vuelta por Sevilla para ver los destrozos que estos nuevos “vándalos” producen. Aún recuerdo aquellos tiempos en que la presencia de alguno de los oficios o trabajos hoy desaparecido impedían algunos de estos desmanes.
Airam
Continuará ... Cuando el pasado se hace presente (6) - La invasión árabe