sábado, 13 de diciembre de 2014

Cuando el pasado se hace presente (6) La invasión musulmana


En el Salón de Embajadores de los Reales Alcázares de Sevilla, flanqueado por la Giralda y la Torre del Oro.
 Estatua de Cicerón
Nunca olvidemos que el presente está edificado sobre los cimientos del pasado, de ahí que sea necesario repasarlos de vez en cuando para poder entender lo que está pasando. Ya lo dijo Cicerón: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser eternamente niños”.
La invasión árabe de España está plagada de leyendas por parte de quienes escribieron sobre ella en ambos bandos. En aquellas fechas las invasiones y conquistas se hacían por la fuerza de las armas aprovechando circunstancias favorables que las posibilitaran. Luego vendría la expansión de sus creencias y cultura, en unos casos convenciendo y seduciendo, en otros, la mayoría de las ocasiones, por la fuerza a través de coacciones y amenazas. La Historia está repleta de ejemplos, por eso no comparto la hipótesis, tan extendida hoy, de que los árabes no invadieron España.
Todo comenzó con la publicación del libro “Les Arabes n’ont jamais envahi l’Espagne” en 1969, obra de Ignacio Olagüe, un escritor muy cercano a los círculos del poder de aquellas fechas en España, había militado en la JONS de Onésimo Redondo, y que necesitó del aval de un historiador francés, Ferdinand Braudel, para su publicación. Obra que fue traducida al español en 1974 y editada bajo el patrocinio de la Fundación Juan March con el título de “Los árabes no invadieron jamás España” o “La revolución islámica en Occidente”, con ambas cabeceras es conocida. En su extensa divagación a lo largo de las páginas de esa obra trata de demostrar que era imposible que los ejércitos árabes hubieran tenido la capacidad militar necesaria para realizar aquella invasión y conquista argumentando que no existen testimonios de aquella época que demuestren la misma y que la llegada de los árabes, y con ellos el islam, fue debido a enfrentamientos sociales entre los habitantes de España por motivos religiosos. 
Pierre Guichard
Se encuentran ahí una serie de asertos de los que unos son francamente inaceptables (la ausencia de fuentes antiguas relativas a la conquista de España por los musulmanes orientales), otros pocos probables (la persistencia de las corrientes “unitarias”, y particularmente del arrianismo, en la península después de la conversión de los visigodos a la ortodoxia), algunos, finalmente plausibles, aunque aún no suficientemente demostrados (la correspondencia entre las transformaciones sociales, religiosas y políticas de la alta Edad Media mediterránea con una fase “xerotérmica”). Estas afirmaciones son bastante artificialmente conectadas unas con otras para elaborar una tesis a veces presentada de una manera bastante hábil, pero mucho menos sólidamente fundada y mucho más inverosímil que la presentación tradicional de los hechos cuya inanidad pretende el autor demostrar”. Son palabras del historiador Pierre Guichard en su estudio “Les Arabes ont bien envahi l’Espagne” de 1974 y recogido en la obra “Los árabes sí invadieron España. Las estructuras sociales de la España musulmana” (Estudios sobre Historia Medieval. Valencia, 1987). Un documento que me permito recomendar leer tanto a los que defienden una tesis como la contraria.
 Beda el Venerable en un manuscrito de la Baja Edad Media
No se pueden negar los hechos de una conquista militar mientras se defiende la aculturación de un territorio. De igual modo que no se puede negar la existencia de testimonios escritos contemporáneos de aquella conquista. Beda el Venerable, un monje benedictino inglés, fallecido en el año 735, cuyos escritos están calificados como científicos e históricos, hace referencia a la llegada de los “sarracenos” hasta las Galias.
 Escriba de la edad media
Se conservan dos escritos realizados por dos mozárabes pocas décadas después de la irrupción de los árabes en la Hispania visigoda, que constituyen las primeras fuentes extensas escritas sobre la conquista. La primera de ellas, conocida como “Crónica Bizantina-Arábiga” o “Crónica 741”, fue redactada, entre el año 741 y el año 743, se cree que por un funcionario al servicio de los gobernantes, y que pudo disponer de fuentes diversas de procedencia oriental. En ella se puede leer: “En las regiones de Occidente el reino de los Godos, sólidamente establecido en España durante largo tiempo, fue invadido por un general llamado Mûsâ, con su ejército, fue conquistado y obligado a pagar tributo.”
 Lector de códice
La segunda, bastante más extensa, se le atribuye a un clérigo al que se hace proceder, según las fuentes, de Toledo, de Córdoba o de algún lugar de la región de Murcia. Es conocida como “Cronicón de Isidoro Pacense” (por el nombre del supuesto autor que figura en algunos códices) o, simplemente, “Crónica Mozárabe de 754”, que al igual que el anterior pudo escuchar en primera persona las narraciones de personas que participaron y estuvieron en aquella conquista musulmana del año 711. En ella se recogen, preferentemente, los acontecimientos hispánicos a lo largo del siglos VII y primera mitad del VIII, de los que constituye la principal fuente de información, coincidente en líneas generales con las narraciones árabes conservadas, más tardías. Además muestra un gran interés en relacionar estos hechos correctamente con los de la Romanía (como llama al Imperio Bizantino) y los del califato islámico. Aunque bien es cierto que de una manera bastante dramatizada, pues en ella podemos leer: “¿Quién será capaz de referir tantos peligros? ¿Quién de enumerar tan terribles desastres? Pues si todos los miembros se convirtiesen en lenguas, aún así jamás pudiera hombre alguno publicar la ruina y los males tan grandes y sin cuento que afligieron a España.”
Decíamos al principio que la invasión árabe está repleta de leyendas, pero también hemos indicado en otras ocasiones que las leyendas y mitos siempre están fundamentadas en hechos reales que luego son magnificadas o rebajadas según quien las relate. Por eso es mejor basarse en esas “crónicas” que hemos señalado, teniendo en cuenta esa realidad, que simplemente descartarlas de forma rotunda. Ninguno de los extremos es bueno, ni pensar que son verdad histórica absoluta ni tampoco demonizarlas como simples cuentos y relatos. La historia se puede manipular, es cierto, lo mismo que lo es que la mente humana se deja influir por lo que quiere oír. Desde el punto de la psicología esas leyendas o interpretaciones de los hechos, como ocurre en el caso de la NO invasión por los árabes de España, forma en la mente de algunas personas imágenes puramente idealizadas que se confunden con hechos auténticos en los que creen firmemente. La verdad histórica es que la Península Ibérica, fue invadida por los árabes (en su mayoría bereberes en sus inicios de conquista) a través de las armas y sus creencias impuestas, en muchos casos, por la fuerza.
Mapa del imperio bizantino en el año 550 con la imagen de una moneda con la esfinge del emperador Justiniano
Desde la perspectiva de los datos históricos hemos de retroceder unos años atrás para intentar comprender los hechos ocurridos en el año 711 que dio comienzo la invasión árabe de la Península Ibérica. La reconquista de los territorios del Mediterráneo occidental por el emperador Justiniano frente a los vándalos (que partiendo de la Bética de Hispania, habían ocupado el norte de África en donde habían entrado por Tánger y Ceuta en el año 492) en la campaña desarrollada entre el año 533 y el 534, la fortaleza de Ceuta quedó bajo control bizantino. El avance de los ejércitos árabes hasta Sus al-Aksa (en lo que hoy es Marruecos, cerca de Tánger, ciudad que formaba parte de una red comercial que conectaba el estrecho de Gibraltar con Libia y Egipto, y punto de escala para comerciantes judíos), así como la aparición del poder naval árabe en el Mediterráneo, destacaron la importancia de las bases imperiales bizantinas en este territorio.
 Conde don Julián
Ceuta, en el año 687, era la base de una importante fuerza naval bizantina, bajo el mandato de Urbano (también conocido como Olbán, Urbán, Yulián o conde don Julián), del que se desconoce su identidad real que permanece envuelta en el misterio, pues ni siquiera se sabe si era godo, bizantino o bereber, y personaje que sería fundamental en la conquista árabe de España.
En la España visigoda el sistema sucesorio de sus monarcas, basado en una vieja tradición asamblearia que venía de los pueblos nómadas germanos y que posibilitaba la elección de un nuevo rey que no tenía por qué mantener relación de parentesco con el fallecido, provocaba conspiraciones y rebeliones entre nobles que aspiraban a ocupar el trono vacante. Situación que caracterizó la monarquía visigoda y que se agravó con Chindasvinto (año 642), su hijo Recesvinto (año 653) para llegar a su final en el año 672 con el ascenso al trono de Wamba, durante cuyo reinado los nobles se rebelan a la menor oportunidad y actúan como “reyezuelos” independientes. Con sus sucesores esta situación se agrava hasta el punto de llegar a romper la estabilidad del reino por completo.
A la izquierda imagen de Musa ibn Nusayr, a la derecha Tariq ibn Ziyad
En esta situación se llega al año 707 en que el avance de los musulmanes en el extremo occidental africano consigue apoderarse de Tánger. Tariq ibn Ziyad (Tarik en la transcripción española) un bereber liberto y lugarteniente del gobernador islámico de Ifriquiya (actual Tunicia) Musa ibn Nusayr (musulmán yemení que había conseguido la sumisión de los bereberes a través de la toma de rehenes entre los jefes de esa etnia), convirtió la plaza de Tánger en su cuartel general cuando fue nombrado por Musa gobernador de la misma.

En la parte superior dos de las monedas y unas estatuillas descubiertas
en el yacimiento arqueológico señalado en el plano central,
a la izquieda, Pedestal dedicado a la Diosa Diana 
y a la derecha representación gráfica de cómo debió ser aquella ciudad.
Estos momentos son aprovechados, al parecer, por Urbano, a la sazón gobernador de Ceuta, que se pone a disposición de Musa y el califa al-Walid I, ofreciendo la posibilidad de invadir el reino visigodo. Insistimos en la especulación en muchos de los escritos que se han realizado sobre esta figura. Las hipótesis sobre su nombre, origen, creencias religiosas, participación en la invasión árabe, etc., son numerosas. Una de esas hipótesis considera que el nombre de Julián, con el que aparece en casi todos los textos, procede del cargo que ocupaba, “comes Iulianus”, cuya residencia “oficial” podría estar en “Iulia Traducta” (identificada en la actualidad cerca de Algeciras), de ahí que su nombre fuese traducido literalmente como “conde Julián”. Sobre este hecho existen diversas hipótesis y hasta una leyenda que posteriormente narraremos.

Representación gráfica del desembarco árabe 
Lo históricamente cierto es que en el año 710, según diversas fuentes en las que pocas variaciones hay entre ellas, se produce la primera incursión árabe en la península. Estas fuentes se limitan a señalar lo siguiente: “Envió Musa a estas tierras, a uno de sus clientes Abu Zara Tarif (Tarif ibn Malik, comandante bereber bajo el mando de Tariq ibn Ziyad, con cuatrocientos hombres, entre ellos cien con caballos. Cruzaron el estrecho en cuatro barcos, arribando a un lugar conocido como isla de Andalus, que era desde hacía tiempo arsenal, y refugio, de donde zarpaban habitualmente embarcaciones cristianas. Por haber tenido lugar el desembarco aquí, fue llamada desde entonces isla de Tarif. Tras reagrupar sus tropas dirigió algaras en la zona de Algeciras, obteniendo mucho botín y capturando un gran número de esclavos, entre los que se encontraban mujeres tan bellas como nunca habían visto. Esto ocurrió en el mes de ramadán del año 91 de la Hégira (entre el 9 de noviembre del año 709 y el 28 de octubre del 710).
Mercado medieval 
Hay otro antecedente que entendemos que también tuvo una fuerte incidencia en la invasión árabe del reino visigodo. A raíz del Concilio de Toledo celebrado en el año 693, a los judíos se les prohibió el acceso a las lonjas y centros de comercios donde se almacenaban las mercancías y se realizaban las transacciones comerciales más importantes, al mismo tiempo que se les negaba la posibilidad de realizar negocios con cristianos, pudiendo hacerlo solamente con otros judíos. Esto trajo consigo que muchos de ellos se establecieran en Tánger, lo que significó graves pérdidas económicas en Iulia Traducta y en los territorios gobernados por Urbano (conde Julián). La situación de los judíos en el reino visigodo se vio agravada tras el concilio celebrado en el año 694, en que se les acusó de conspirar junto a los judíos establecidos en el norte de África contra los intereses visigodos, decidiéndose su encarcelación, esclavitud y confiscación de todos sus bienes.
Grabado de Tánger del siglo XVI 
Y por último habría que tener en cuenta la situación creada en los territorios norteafricanos conquistados por Musa con fuerte presencia de soldados bereberes ansiosos de nuevas conquistas y necesitados de alimentos para su subsistencia. Alimentos que escaseaban y las tierras que había para conquistar eran poco fértiles y escasas de botín, terrenos áridos y montañosos al borde del desierto con poco atractivo desde el punto de vista económico. Lo que, es probable, llevara a Musa a tomar la decisión de invadir el reino visigodo de la península ibérica.
Representación gráfica de los reyes visigodos Witiza y Rodericus (Rodrigo)
Con estos antecedentes llegamos a la primavera del año 711 en que se produce la invasión de la península por los árabes. El reino visigodo, en aquellos momentos, se encontraba dividido en dos facciones, los seguidores de Rodrigo que había sido proclamado rey por una parte de la aristocracia que conformaba la élite seglar y eclesiástica del reino a la muerte de Witiza, y quienes se oponían a ese nombramiento apoyándose en la legitimidad que les correspondía a los hijos del fallecido monarca. Descendencia puesta en duda por muchas de las fuentes históricas. Estos enfrentamientos entre ambas facciones llevaron a conflictos internos que coincidieron en el tiempo con los primero ataques de los árabes a territorios de la península ibérica.
En esta segunda incursión a los territorios visigodos de la península, concatenada con la primera que habría servido para confirmar la riqueza de estas tierras y la información facilitada por Urbano (conde Julián) sobre el estado de las posiciones visigodas en este territorio, con el propósito de una operación de mayor envergadura a fin de buscar un asentamiento definitivo que les llevara a controlar las dos orillas del Mediterráneo; la fuerza árabe, formada de nuevo por una mayoría bereber, estuvo bajo el mando directo de Tariq ibn Ziyad, a quien acompañaba Tarif ibn Malik Abuzara y la más que probable presencia del conde Julián como cabeza de puente de sus tropas en Iulia Traducta, junto a un contingente de aquellos judíos que habían sido expulsados del reino visigodo, ansiosos de venganza y con ánimos de recuperar lo que le había sido expropiado.
Grabado de Gibraltar del siglo XVI y reproducción de un dromon bizantino, posiblemente el tipo de barco que utilizaron para cruzar el estrecho 
Todo hace pensar que los barcos utilizados para el transporte de este pequeño ejército fueron facilitados por Urbano, procedentes de la flota bizantina y únicos navíos con capacidad y experiencia de sus tripulantes para emprender el cruce de las aguas del Estrecho. Desembarcan en la bahía de Calpe, junto a la roca que, a partir de aquel momento, se conoce con el nombre de Djebel Al-Tarik (“Monte de Tarik”, hoy Gibraltar).
Ahmad ibn Muhammad al-Razi, más conocido como "El moro Rasis"
Aquí es donde las leyendas comienzan a tomar cuerpo, a falta de datos históricos concretos. Por un lado la “traición” del conde Julián (Urbano) enlazada directamente con las que surgen en torno al rey Rodrigo. Una leyenda que aparece en Egipto en el siglo IX, que además es recogida en la obra de al-Razi (el moro Rasis) conocida como la “Crónica del Moro Rasis”, del siglo X. Una leyenda que surge entre árabes y mozárabes, pues no es hasta finales del siglo XIII cuando aparece completa en castellano, tal vez para justificar la invasión árabe y los pactos establecidos con ellos por los contrarios a Rodrigo.
 Baño de la Cava en Toledo donde la leyenda sitúa la violación de Florinda.
En la parte superior en una obra del pintor toledano Sánchez-Colorado.
Debajo una fotografía de finales del siglo XIX 
La leyenda de Florinda Allataba (La Cava), conocida así en las crónicas árabes, cuenta que el conde don Julián tenía una hija de nombre Florinda, de extremada belleza, que envío a la corte de Toledo, como por aquella época había costumbre, para su educación. Florinda tenía la costumbre de bañarse en el río Tajo, sin saber que desde una de las ventanas era observada por el rey Rodrigo, quien prendado de su belleza trató de seducirla con promesas que la joven no aceptaba. Rodrigo al verse despreciado tomó por la fuerza lo que con palabras no había conseguido. Florinda se lo dijo en secreto a su padre que se sintió enormemente agraviado y ofendido y juró venganza cuando la ocasión se presentara. Narra la leyenda que poco después, el rey Rodrigo pidió a Don Julián le enviase unos halcones y gavilanes para usarlos en cetrería. Don Julián dijo al rey que le enviaría unos ejemplares que jamás antes habían sido vistos. Leyenda que hoy se mantiene viva en Toledo, donde se muestra el lugar donde Florinda se bañaba y que es conocido como el “Baño de la Cava”.
Representación gráfica del rey Gundemaro sobre la Torre de doña Blanca en Medina Sidonia
Otra leyenda relata que el rey visigodo Gundemaro tuvo una visión a raíz de la muerte repentina de su esposa, la reina Hildoara, de quien estaba profundamente enamorado. Tras algunos meses de reclusión voluntaria en su castillo de Toledo, un buen día Gundemaro emprendió el camino hacia la ciudad de Assidona en compañía de un sabio judío al que tenía en muy alta estima. Una vez que llegó a la ciudad asidonense, ordenó construir una torre al pie del castillo que corona la población, a la que hoy llaman Torre de Doña Blanca. Todos sus sucesores habían seguido lo ordenado por Gundemaro, pero el rey Rodrigo decidió averiguar qué secreto encerraba aquella torre y ordenó que se forzaran los trece candados que entonces tenía la puerta. En su interior encontró, pintadas en las paredes figuras de caballeros árabes, y en el medio de la sala una mesa ricamente labrada (algunos dicen que era la mesa del rey Salomón) encima de la que había un arca con un pergamino en su interior con este escrito: “Si se viola esta cámara y se rompe el encantamiento contenido en este arca, las gentes pintadas en estas paredes invadirán España, derrocarán a sus reyes y someterán a todo el país”.
Cueva de Hércules en Toledo
Otra variante de esta leyenda sitúa este lugar en unos espacios subterráneos abovedados de época romana que se encuentran en el número dos del callejón de San Ginés de la ciudad de Toledo. Según la leyenda, Hércules edificó un palacio encantado cerca de Toledo, construido con jade y mármol, y ocultó en su interior las desgracias que amenazaban a España. Puso un candado en la puerta y ordenó que cada nuevo rey añadiera uno, ya que las amenazas se cumplirían el día en que uno de ellos fuera curioso y entrara. Según la leyenda, don Rodrigo fue ese rey, y del palacio sólo queda la actual cueva que ocultaría maravillosos tesoros, entre ellos la famosa “Mesa de Salomón”. Cuando don Rodrigo ocupó el trono entró en aquel lugar, y sólo descubrió un cofre, y dentro de él “un rollo pergamino, en que estaban pintados los árabes con sus turbantes en la cabeza, montados en sus caballos de pura sangre árabe, armados de espadas y arcos, con sus banderas en las lanzas, en cuya parte superior había un letrero en caracteres cristianos, que fue leído y decía así: Cuando los cerrojos de esta casa sean rotos, y se abra este arca, y aparezcan las figuras que contiene, los que están pintados en este rollo entrarán en España, la conquistarán y reinarán en ella” (Un relato de Al-Maqqari, historiador, hispanista y escritor argelino).
 
Coronas visigodas
Ya lo señalábamos al principio, la invasión árabe de España está repleta de numerosas leyendas que más parecen sacadas de los cuentos de “Las mil y una noche” que de crónicas de aquella conquista, y que harían prácticamente interminable este post, por eso acabaremos este espacio dedicado a ellas, resaltando aquella que hace referencia a los fabulosos tesoros que Tariq descubrió en Toledo cuando la conquistó: “veinticinco coronas o diademas adornadas de pedrería, pertenecientes a los monarcas que habían regido aquella tierra… También había asombrosos talismanes, fabricados con admirable artificio, y otro libro que trataba del “ars magna” (gran obra), y de las plantas medicinales y elíxires y de la figura y naturaleza de todas las piedras preciosas; todo ello metido en vasos de oro guarnecidos de perlas” Junto con la fabulosa “Mesa de Salomón”. (Historia de España de Menéndez Pidal).
 
En la imagen: 1-Dos de los brazos de la gran cruz.
2-Detalle de la corona de Recesvinto. 3-Corona de Revescinto.
4-Una de las coronas votivas. 5-Cruz votiva.
6-Corona y cruz votiva. 7-Corona y cruz votiva
Aunque pueden estar exageradas estás leyendas, es fácil pensar, como lo hacen modernos historiadores, que ellas encierran parte de verdad a la vista de lo que se descubrió en el conocido como “Tesoro de Guarrazar”, entre los años 1858 y 1861. En este enlace se puede leer todo lo relacionado con este tesoro:

Sobre litografía de Robert Davis, del siglo XIX, imagen de Tito y detalle del arco de Tito
que recoge el momento del saqueo del Templo 
En cuanto a la tan renombrada “Mesa de Salomón”, según Al-Maqqari, la mesa era “de oro puro, incrustada de perlas, rubíes y esmeraldas, de tal suerte que no se había visto otra semejante… Estaba colocada sobre un altar de la iglesia de Toledo, donde la encontraron los muslimes, volando la fama de su magnificencia”.  Según recoge Menéndez Pidal en su obra, fue un riquísimo mueble del Templo de Jerusalén, del que se apoderaron los ejércitos romanos cuando lo destruyeron en tiempos del emperador Vespasiano, año 70 d.C., fuerzas comandadas por su hijo Tito, quien posteriormente sería emperador de Roma.
Saqueo de Roma por el ejército de Alarico I
Llevada a Roma, junto con el resto del botín obtenido, cayó en manos de Alarico I, durante el saqueo de Roma del 24 de agosto del año 410. De allí fue trasladada a Tudela, entonces capital del reino visigodo en Hispania, tenida como la más portentosa joya del tesoro. Tras el cambio de la sede real a Toledo es llevada a esa ciudad donde la encontraron los musulmanes tras su conquista.
Retomando aquellos momentos en que las fuerzas árabes, bajo el mando de Tariq ibn Ziyad, desembarcaron en Algeciras, fueron enviadas noticias del mismo al duque de la Bética, Teodomiro, que se encontraba en Sevilla, quien, al parecer, salió al frente de las escasas fuerzas de las que disponía para enfrentarse a los invasores. Fue rechazado y solicitó ayuda a don Rodrigo que se encontraba en Navarra combatiendo a los sublevados vascones. De inmediato levantó el sitio de Pamplona y se dirigió al sur para enfrentarse a los invasores. De nuevo aquí las fuentes son diversas y no coinciden en los datos. Las fuentes árabes parecen magnificar el número de los soldados que componían el ejército visigodo, mientras que las que aparecen años más tarde en castellano hace referencia a la inferioridad del ejército de don Rodrigo.
El encuentro de los dos ejércitos se produjo, según la “Crónica 754”, en el Wadi Lakkah (“Transductinis promonturiis), tradicionalmente identificado con el Guadalete (o tal vez el Barbate, o la laguna de la Janda, hoy desecada) (Cádiz), que dura del 19 al 26 de julio del 711. Días durante los que se produjeron una serie de escaramuzas entre ambos, para definitivamente afrontar la batalla final; en la que es normal que ambos ejércitos utilizaran las tácticas a que estaban acostumbrados. Las fuerzas árabes, en su mayoría de infantería, con armamento ligero lo que les permitía una gran movilidad y rapidez pondrían en liza la táctica de desplegarse en media luna para tratar de envolver al enemigo y atacarle desde varias direcciones a la vez, sobre todo con las flechas de sus arcos, arma que dominaban. En el ejército visigodo la caballería pesada era la fuerza principal y fundamental para sus tácticas de combate, utilizándola al estilo romano, para dispersar a la caballería enemiga, mientras la infantería lanzaba sus armas arrojadizas contra el cuerpo central del ejército enemigo para después buscar el enfrentamiento directo utilizando sus poderosas espadas.
La batalla de Guadalete representada en dos imágenes
En la batalla final, conocida como “Batalla de Guadalete o de la Janda”,  el ejército visigodo, según esa táctica heredada de los romanos, debió disponerse en tres alas, en los laterales la caballería y el centro ocupado por la infantería. Según algunas fuentes, una de las alas del ejército visigodo estaba comandada por el general Sisberto acompañado por don Oppas, hermano del fallecido rey Witiza y obispo metropolitano de Sevilla. Mientras que la otra ala estaba dirigida por el duque Teodomiro, quedando don Rodrigo al frente del núcleo central del ejército. En los primeros momentos los visigodos consiguieron una ventaja inicial, pero pronto los árabes modificaron su táctica inicial y con su caballería, utilizándola como pequeños grupos en plan guerrillas, consiguieron alejar el ala comandada por Teodomiro del cuerpo central del ejército visigodo. Mientras que el ala dirigida por Sisberto se pasaba en bloque al enemigo. Al parecer algo que ya habían acordado anteriormente a cambio de que los árabes respetaran sus derechos al trono y sus propiedades. Así la situación en el campo de batalla, en la parte central del ejército visigodo al mando directo de don Rodrigo, al verse acorralados por todas partes, y ante la deserción de la caballería, debió cundir el pánico y ser víctimas fáciles para los ágiles y rápidos soldados árabes. El resultado final fue una derrota completa de los visigodos. De nuevo las fuentes son confusas y no se puede precisar lo que ocurrió con don Rodrigo.  Una crónica árabe anónima del siglo XI señala: “Sólo se encontró de él su caballo blanco, con su silla de oro, guarnecida de rubíes y esmeraldas, y un manto tejido de oro y bordado de perlas y rubíes”. Otras fuentes dicen que huyó hacia Lusitania conde acabó sus días en Salmántica o Micróbiga. Mientras que otros relatos de la misma procedencia llegan a aseverar que su cabeza fue enviada al califa de Damasco.
Conquista de Córdoba por las fuerzas árabes bajo el mando de Mugit al-Rumí
Tras la batalla y ateniéndose a lo pactado, los familiares de Witiza, y todos los que le acompañaron en su oposición al rey Rodrigo, pretenden pagar a los árabes el precio de su ayuda, considerando su misión acabada. Mas Tariq se niega a retirar su ejército y, según algunas fuentes, manifiesta claramente su posición de que él no ha venido a sustituir a un rey godo por otro godo, sino a incorporar la península ibérica al poder del califa oriental. De tal forma que divide sus fuerzas en tres columnas, una de las cuales bajo el mando de Mugit al-Rumí (el cristiano) lo que hace suponer su procedencia de las fuerzas del conde don Julián, a la conquista de Córdoba, otra a conquistar Málaga y la tercera, bajo su mando directo, se dirige a la conquista de Toledo.
Musa, que hasta entonces había permanecido en África, posiblemente en Qayrawan(Túnez), recibe noticias de que Tariq está actuando libremente, ordena que pare en su avance. Como es recogido por el cronista Abd al-Wahid al-Marrakusi en su obra: “También escribió (Musa) a Tariq, amenazándole por haber entrado en él (territorio visigodo) sin su permiso y mandándole que no pasase del sitio en que le llegase la carta hasta que lo alcanzase”. Aparece aquí un elemento que consideramos se ha de tener en cuenta a la hora de valorar la actitud de los musulmanes con respecto a la invasión. No es sólo el temor a que Tariq, un liberto bereber, acaparase toda la gloria de la conquista, algo que Musa debería considerar totalmente inadmisible. Es el condicionante político-económico en relación directa con el reparto del botín y las tierras conquistadas. De tal forma que Musa, al frente de otro ejército compuesto de berberiscos y judíos, cruza hacia la península y se dirige hacia Mérida y Lusitania.
Consideramos que todos estos hechos dejan claro que los motivos de estos enfrentamientos, como ocurre en todos los hechos históricos de conquistas, tiene tras de sí unos intereses económicos y de poder, y que el objetivo final de los musulmanes fue la invasión del reino visigodo, posibilitado por las luchas por el poder entre los mismos, los intereses económicos de los judíos expulsados de España y los de Urbano, intereses económicos y de poder, que había visto disminuidos con el acceso al trono de Rodrigo y los acuerdos adoptados por los Concilios de Toledo. Negar esta realidad, oculta entre todas esas leyendas que abundan sobre la invasión árabe, es tanto como pretender no reconocer que tras la invasión y conquista árabe, transformada en una invasión musulmana, no dejaron aquí una huella imborrable de su presencia, pero ello no significa un derecho sobre la tierra. Si por el hecho de una presencia en un determinado lugar entendemos como derecho reclamar su propiedad, en realidad todos los territorios que baña el Mar Mediterráneo deberían ser griegos, ya que fue la primera civilización que se extendió por él y dominó todas sus costas.

Volviendo a retomar el hilo de aquella madeja que tratamos de devanar en memoria de mi abuelo Antonio Velasco, maestro de profesión y del que estoy segura así me hubiera contado esta historia, Sevilla había quedado al margen, en aquellos primeros momentos de la invasión, convirtiéndose durante cierto tiempo en lugar de refugio para los restos del ejército de don Rodrigo y numerosas personas de al-Andalus visigodo que huían del avance del ejército musulmán. De su conquista y el papel que representó durante la dominación árabe será cuestión que abordaremos en la próxima entrada.

Continuará... Cuando el pasado se hace presente (7) La conquista de Sevilla


 

2 comentarios:

  1. 711: Los árabes no invadieron jamás España (v.o.) Fué una guerra civil-religiosa entre hispanos
    https://www.youtube.com/watch?v=D8AXS7m7dsM&google_comment_id=z13jjhaqrpujelfdo232x3twry20w5gkv

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Llevas toda la razón, Ann, los árabes nunca invadieron España, porque lo que tú llamas España no existía. Lo que ellos invadieron y conquistaron por las armas fue Hispania. Atengámonos a la Historia real.

      Eliminar