TODO UN EJEMPLO DE LA IMPORTANCIA DE LA MÚSICA
La música es sin duda una de mis grandes pasiones y uno de esos temas sobre los que más me gusta escribir debido a sus enormes beneficios para nuestra salud, desarrollo y emociones. La música es uno de esos caminos hacia la felicidad, ¿quién no tiene una canción que experimenta ese bienestar del que te hablo?. Todos la tenemos.
La música es la materia de la que están hechos la vida y los sueños, las almas y las estrellas. Un ejemplo claro de que la música es un lenguaje universal que despierta en el ser humano un ansia de superación que le lleva a romper fronteras y limitaciones lo encontramos en la “Light and Hope Orchesta (Orquesta de la Luz y la Esperanza), un grupo compuesto por mujeres egipcias de entre 20 y 40 años que superando sus limitaciones físicas por su falta de visión, han sabido superar todos los obstáculos y barreras. Hoy despiertan admiración en sus actuaciones y pasión con las melodías que interpretan.
La música es sin duda una de mis grandes pasiones y uno de esos temas sobre los que más me gusta escribir debido a sus enormes beneficios para nuestra salud, desarrollo y emociones. La música es uno de esos caminos hacia la felicidad, ¿quién no tiene una canción que experimenta ese bienestar del que te hablo?. Todos la tenemos.
La música es la materia de la que están hechos la vida y los sueños, las almas y las estrellas. Un ejemplo claro de que la música es un lenguaje universal que despierta en el ser humano un ansia de superación que le lleva a romper fronteras y limitaciones lo encontramos en la “Light and Hope Orchesta (Orquesta de la Luz y la Esperanza), un grupo compuesto por mujeres egipcias de entre 20 y 40 años que superando sus limitaciones físicas por su falta de visión, han sabido superar todos los obstáculos y barreras. Hoy despiertan admiración en sus actuaciones y pasión con las melodías que interpretan.
Un ejemplo claro de superación, pues a los problemas derivados de su ceguera natural, que les lleva a tener que aprenderse de memoria las partituras que interpretan, tienen que superar los derivados de otra "ceguera", la de su condición de mujer en la cultura árabe.
Si tuviera que elegir una de las artes que mejor nos lleve a conocer los sentimientos de un pueblo, sin duda optaría por la música, pues, como dijo Beethoven, “la música es una revelación mayor que toda la sabiduría y la filosofía”.
Cuando el ser humano sintió la necesidad de expresarse y hacer oír sus sentimientos, utilizó movimientos del cuerpo acompañados de sonidos, y para ello no dudó en utilizar cualquier elemento que los produjera. Progresivamente se fueron enriqueciendo con ritmo y melodía, para posteriormente utilizar la palabra.
La música, la canción, era utilizada para que quedaran grabadas en la memoria de los miembros de cada comunidad los valores morales, las pautas y normas que organizaban la vida y la convivencia de los pueblos. Al carecer de textos escritos, la mejor manera de mantener en la memoria la historia era a través de estas “canciones”, en donde el ritmo y la rima hacían más fácil esa retención.
En la cultura árabe la música, junto con la poesía, es una de las formas de expresión más importantes de su civilización. A través de ellas, y ambas unidas, el artista se permitía plasmar todo lo que lleva en su interior, por ello su patrimonio musical es una de las más bellas huellas que ha ido dejando a través de su andadura histórica como un auténtico museo oral.
Los árabes hicieron suyas las tradiciones musicales de las culturas de los países que iban sometiendo. Mesopotamia, Siria y, especialmente, Persia. Estas civilizaciones estaban profundamente impregnadas del legado griego, y el islam supo integrar este patrimonio cultural en profundidad, por lo que su expansión fue muy rápida. Entre los siglos VIII y IX, época carolingia, sus grandes urbes de Bagdad y Córdoba, eran los focos culturales del mundo civilizado.
En la vida de cualquier árabe la música suele estar siempre presente. En todas las celebraciones y en el sentir popular es un medio para compartir sentimientos comunes.
Julián Ribera Tarragó
No pretende este post ser un estudio pormenorizado de la música árabe, sólo una pequeña reseña de su historia y desarrollo. Ya existen numerosos estudios, tratados y libros que este tema han desarrollado, a ellos remito a quien me lea y quiera conocerlo a fondo. Sí destaco el libro del gran arabista Julián Ribera Tarragó, “La música árabe y su influencia en la española”, título que modificó el de la primera edición de 1927 que era “Historia de la música árabe medieval y su influencia en la española”.
Antes del Islam
Las primeras referencias de la música árabe tradicional datan de los siglos VII y VIII d.C. Aunque ya aparece mencionada en una inscripción asiria del siglo VII a.C., en el “Prisma de Senequerib”, son realmente las canciones de los camelleros nómadas y las de las qaynas los primeros registros de la música árabe en este periodo.
Las “huda” o canción de caravana, eran cantos muy simples y monótonos que seguían el balanceo del animal. Lejos de ser un mero pasatiempo, servían para distraer al camello y a ellos mismos en sus largos viajes por el desierto.
El nacimiento de esta forma de canto, según la tradición, se debe a un beduino que, al caer de su camello y gritar “ya yadi” (¡ay! mi mano), percibió que el sonido de esas palabras había afectado a su camello. Los árabes están convencidos de que los camellos son muy sensibles al canto humano.
Por otro lado las canciones de las qaynāt ("chicas que cantan"), esclavas que entretenían a su señor o al cliente de tabernas y burdeles, era otro tipo de música de la que se tiene constancia. Hay referencias de que en el siglo VII, cinco qaynāt bizantinas cantaron sus canciones en una corte real de Arabia. A pesar de no gozar de buena fama, las qaynāt, a menudo eran más cultas que sus amos o los clientes a quienes servían, pues para cantar los poemas de moda debían tener cierta formación y mucha memoria.
Las qaynāt solían acompañar a los guerreros en el campo de batalla, cantando, acompañándose con panderos, los “rajas”. Unos poemas que les incitaban a la lucha con redoblada violencia. Cuando alguno de ellos caía en la batalla, le cantaban elegías.
En el nacimiento del Islam
En el año 622, la música era un arte mal visto por los musulmanes. Los teólogos y los doctores de la ley veían en ella una magia incontrolable, capaz de templar muy sutilmente el corazón del hombre, pero igualmente poderosa para liberar las pasiones más ocultas y conducir al hombre a una confusión mortal.
Los primeros califas prohibieron cualquier tipo de música que no fuera la recitación del Corán, el arte del “tajuid”. O el “azan”, el llamamiento a la plegaria desde los minaretes de las mezquitas.
Pero este rechazo de los defensores de la teología no impidió el desarrollo de la música en la sociedad musulmana. La resistencia a este arte se hizo insostenible cuando la expansión islámica llegó a Persia y a Bizancio. Al entrar en contacto con estas civilizaciones más avanzadas, los pueblos conquistados no tardaron en “conquistar” culturalmente a sus invasores.
Así fue como la cultura islámica entró en contacto con la herencia de las civilizaciones griega, romana, asiria, babilónica y egipcia.
Muchos hombres y mujeres convertidos en esclavos introdujeron, gracias a la belleza de sus voces, el gusto por la música: una persona sin libertad tiene muchos sentimientos profundos que expresar. Son muchas las melodías bellísimas que nacieron en un contexto de esclavitud. En parte, la tradición musical árabe también nació de esta experiencia de la música como refugio de una existencia miserable, como único espacio de libertad para quien está cubierto de cadenas y grilletes.
Aunque los primeros califas siempre se mostraron evasivos a la hora de aceptar la música plenamente, esta situación cambió radicalmente con la dinastía de los Omeyas.
Dinastía Omeya
El imperio islámico siguió creciendo. La riqueza de los califas iba en aumento, al igual que su gusto por la música. Ésta comenzó a convertirse en un entretenimiento, en una señal de elegancia. La música desempeñó un importante papel en la corte de los Omeyas, en Damasco, así como en la de los Abásidas, en Bagdad; los califas la protegieron con el mismo interés que a las ciencias, convirtiéndola así en una disciplina científica vinculada a otros conocimientos como la filosofía o las matemáticas.
Los músicos dejaron de tener la categoría de esclavo o sirviente, apareciendo así una nueva clase en la escala social. Los palacios se llenaron de músicos, tanto femeninos como masculinos, que daban una calidad cada vez mayor a sus interpretaciones e improvisaciones, que solían ser bien remuneradas. Muchos de ellos eran árabes de nacimiento o aculturizados, pero las influencias que seguían llegando de los territorios conquistados se hacía notar. Estas influencias eran, en su mayoría, originarias de Persia, no obstante de esta cultura procedían también las costumbres que estaban adoptando los califas.
Un ejemplo claro de estos nuevos músicos lo tenemos en Ibn Misjah. Nacido en la Meca de una familia persa, viajó a Siria y Persia donde aprendió la teoría y la práctica bizantina y persa, añadiéndolas a la formación árabe que ya poseía. Se le recuerda como un cantante, laudista y teórico de la música de su momento muy prestigioso, pues además de incorporar nuevos elementos a la música de la época, rechazó otros por no considerarlo adecuados a los criterios de la música islámica.
En esta época la tradición musical griega pasó a formar parte de la civilización islámica. Lo que se imitó de la música helena sirvió para enriquece la propia de la cultura musulmana. Es en estos momentos cuando entra en el árabe la palabra griega “musiqí” como “musiqa”. En la etapa pre-islámica los árabes tenían un término genérico, “guiná”, para definir canción y música indistintamente. Gracias a las traducciones al árabe de textos griegos, siríacos, persas y sánscritos, realizadas en la Casa de la Sabiduría, se dan a conocer las teorías musicales de Pitágoras de Samos, Aristóteles, Aristóxeno de Tarento, Nicómaco de Gerasa, y Claudio Ptolomeo. La concepción griega de la música como “ciencia de la fabricación de melodías” se convierte para los árabes en una auténtica “ciencia de la emoción”, un estudio sonoro de sentimientos y pasiones, una terapia para el alma.
Fragmento de Saúl ante David 1885). Lienzo de Julius Kronberg. David cura la locura del rey Saúl con el sonido de su cítara.
Orfeo rodeado de animales. Mosaico romano. Museo arqueológico de Palermo.
Desde los más viejos tiempos de la humanidad, la música se ha utilizado con propósitos medicinales y curativos. En la Biblia leemos que David aliviaba los malestares del rey Saúl con el sonido de su arpa; la mitología griega ha conservado historias tan conocidas como la de Orfeo, que era capaz de amansar a las fieras con su canto.
Los árabes, que establecían un paralelismo entre la composición de la naturaleza, el cuerpo, y el alma, consideraban que la salud del cuerpo residía en el equilibrio de sus humores, igual que la del alma dependía del equilibrio de los temperamentos y la perfección de la música, del equilibrio de las cuerdas. Cuando alguien estaba enfermo era porque su cuerpo estaba descompensado por uno de los cuatro humores y había que equilibrarlo con el humor opuesto, lo que se podía conseguir con la música.
Abū Yūsuf Ya´qūb ibn Isḥāq al-Kindī
Esta teoría dio lugar a completos tratados y los médicos árabes se hicieron famosos por tratar a los enfermos mentales con música. Según un relato,Al-Kindi, desde su faceta de médico, se dio cuenta del valor terapéutico de la música, y trató de curar con ella a un muchacho paralítico, tras haber sido inútil la ciencia de todos los médicos ortodoxos. Al-Kindi es considerado el primer gran teórico de la música árabe. Fue maestro tanto en la teoría como en la práctica, ya que añadió una quinta cuerda al laúd. Escribió quince tratados sobre música, de los que sólo cinco han llegado a sobrevivir, en uno de los cuales se utiliza por primera vez la palabra “musiqí”. El precedente creado por este filósofo-médico-músico fue seguido por sus sucesores intelectuales. Todos ellos se ocuparon de la música como rama de las matemáticas, consideradas éstas como disciplina filosófica.
Abū Naṣr Muḥammad ibn al-Faraj al-Fārābī
El más conocido musicalmente fue al-Farabí, un filósofo shii que destacó tanto en la teoría como en la práctica. Brilló en la corte de Saif ud-Daula al-Hamdaní de Alepo (Siria). Algunos relatos aseguran que durante una fiesta nupcial, al-Farabí, podía tocar el laúd hasta hacer que los que lo escuchaban rompieran a reír, derramaran lágrimas o se durmieran plácidamente.
Esas mismas fuentes aseguran que inventó el “rabab” (rabel) y el “qanún” (cítara pulsada), aunque en realidad tal vez lo único que hiciera fuera mejorarlos. De su pluma salieron cinco libros de música, uno de los cuales, (Kitabu al-Musiqa al-Kabir = El gran libro de la música) es la obra teórica más importante acerca de la música en el Islam. En ella, al Farabí, definía así el poder emocional de la música:
“El hombre y el animal, bajo la impulsión de sus instintos, emiten sonidos que expresan sus emociones, como pueden ser la de alegría o miedo. La voz humana expresa mayor variedad tristeza, ternura, cólera.Estos sonidos, en la diversidad de sus notas, provocan en la persona que los escucha, los mismos matices de sentimientos o de pasiones, exaltándole, controlándole o tranquilizándole”
A partir de Pitágoras, al-Farabí, desarrolló la parte eminentemente acústica y matemática, que dio lugar al origen de una palabra, que posteriormente pasó a la España musulmana, nos referimos al “tarab” (arrebato). Este término, “tarab” se empleaba en al-Andaluz para designar el canto, y de él se deriva la palabra “trovador”.
Abu l-Hasan Ali ibn Nafi
En el siglo IX, en la corte de Harun al-Rashid en Bagdad, existió un estudiante de música llamado Abu al-Hassan Ali ibn Nafi (788-852), que posteriormente sería más conocido por Ziryab, "el Pájaro Negro", según algunos por asemejarse al mirlo al interpretar sus canciones, y según otros por el color de su piel. Este estudiante era alumno de Ibrahim el-Mussuli, y rival de su hijo Ishac. El Califa al-Rashid comenzó a demostrar preferencia por Ziryab, y los celos condujeron a Ishac a amenazar de muerte a su compañero si continuaba en Bagdad. Ziryab optó por abandonar la corte, con una bolsa de oro que su oponente le había ofrecido al aceptar el marcharse. Tras un largo periplo que le llevaría desde Siria hasta Túnez, fue recibido en la Córdoba de Abderramán II, hacia el año 840. En el esplendor de esta corte el músico fundó el que, para muchos, sería el primer conservatorio de Occidente, y desarrolló las características del laúd actual. Cuenta la tradición que fue Ziryab el que sustituyó la caja construida en una sola pieza, por el sistema de duelas o costillas que dotan al instrumento de una mayor ligereza y de un sonido más potente y rico en armónicos.
También es la tradición la que adjudica al mismo Ziryab la incorporación de una quinta cuerda que rompía el simbólico equilibrio del número cuatro, a pesar de que el filósofo y científico al-Kindi ya citaba en sus escritos del siglo IX la existencia de esta cuerda. Cada una de ellas estaba relacionada con un elemento de la naturaleza, un punto cardinal, una estación del año, un humor del cuerpo humano, etc. Ziryab parece haber revisado este esquema añadiendo una cuerda que relacionó con el "sentimiento". A partir de ese momento el laúd comenzaría una carrera imparable de desarrollo y evolución.
También es la tradición la que adjudica al mismo Ziryab la incorporación de una quinta cuerda que rompía el simbólico equilibrio del número cuatro, a pesar de que el filósofo y científico al-Kindi ya citaba en sus escritos del siglo IX la existencia de esta cuerda. Cada una de ellas estaba relacionada con un elemento de la naturaleza, un punto cardinal, una estación del año, un humor del cuerpo humano, etc. Ziryab parece haber revisado este esquema añadiendo una cuerda que relacionó con el "sentimiento". A partir de ese momento el laúd comenzaría una carrera imparable de desarrollo y evolución.
Según Ziriab: “Las cuatro cuerdas tradicionales encuentran su equilibrio en el universo. Ellas representan los símbolos de los cuatro elementos: el aire, la tierra, el agua y el fuego. Sin embargo, sus timbres particulares ofrecen analogías con los humores y temperamentos que no existen en la naturaleza. He coloreado las cuerdas para indicar su correspondencia con la naturaleza humana: la primera, roja, representa la sangre; la segunda, blanca, representa la flema; la tercera, amarilla, es la bilis, la cuarta negra, la atrabilis (supuesto causante de la melancolía según los antiguos). La quinta cuerda es la que ocupa el lugar principal: es la del alma...” Ziriab fabricó sus propios instrumentos, mejorándolos con innovaciones. La laminilla de madera que se empleaba como plectro en el laúd la sustituyó por la pluma de águila, con lo que produjo un sonido más agradable en el instrumento.
Abū Ḥāmid Muḥammad ibn Muḥammad at-Tūsī al-Ghazālī
Años más tarde sería un jurista de la talla de Abu Hamid Ibn Muhammad al-Gazalí (1058-1111), conocido en la Europa medieval como “Algacel”, quien asumió el reto de reivindicar la música en el Islam con argumentos muy convincentes a favor de este arte universal.
Una de sus obras, escrita a comienzos del siglo XII, la dedicó al buen uso de la música y del canto en la vida espiritual. En ella habla de la música como vehículo para alcanzar la unión mística con Dios. En una parte reconoce el poder de la música sobre el corazón humano:
“No es posible entrar en el corazón humano sino pasando por la antecámara de los oídos. Los asuntos musicales, medidos y placenteros, destacan lo que hay en el corazón y revelan sus bellezas y defectos”
Una de las frases que me gusta destacar de al-Gazalí es:“Éxtasis es el estado que sobreviene cuando se escucha la música”.
AIRAM
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