viernes, 28 de marzo de 2014


IMPERIO ROMANO DE ORIENTE
Busto de Antígono sobre fondo del territorio que se adjudicó
Gaza, durante el periodo helenista, siguió siendo una ciudad importante por su situación estratégica y como centro de comercio marítimo, como anteriormente hemos reflejado, de ahí que siempre fuera objeto de deseo para unos y otros de aquellos “sucesores” de Alejandro. En la primera división del imperio, Gaza quedó dentro del territorio que se adjudicó Antigono Monoftalmos, conocido con el sobrenombre de “el Cíclope” pues tenía un solo ojo, tras perder uno de ellos en una de las batallas.
A los seléucidas se les conoce como los habitantes del estado sucesor de Alejandro Magno, nombre derivado de su primer soberano Seleuco I Nicátor. Centró su poder en Oriente Próximo, y en su plenitud incluía Anatolia central, el levante de oriente hasta Damasco, incluida Jerusalén (pero no Tiro ni Gaza), Mesopotamia, Persia, la actual Turkmenistán, Pamir, y algunas zonas de Pakistán. Pero fue un imperio que estuvo siempre sometido a luchas internas por el poder, que lo hacían cada vez más inestable, lo que le llevó a ir perdiendo posesiones de su amplio territorio. En el año 100 a.C., aquel gran imperio abarcaba poco más que Antioquía y algunas ciudades Siria.
Efigie de Antioco XIII en una moneda
Él, junto a Ptolomeo, quien gobernará sobre Egipto como Ptolomeo I Soter, y Seleuco, que se adjudicó Babilonia y Siria dando origen al imperio seléucida como Seleuco I Nikator, habían acompañado a Alejandro Magno durante la guerra contra Persia, y en su paso del Helesponto (hoy Dardanelos). Durante este periodo se produce la insurrección de los asmoneos, que los seléucidas, debilitados por sus numerosas batallas  no logran dominar,  e instauran un reino judío independiente, que llega a su plena expansión durante el reinado de Antíoco XIII Asiático, a quien Pompeyo en el 64 a.C. depuso, convirtiendo Siria en provincia romana. Se le suele considerar como el último de los seléucidas, pese a que Filipo II Filorromano reinó en parte de Siria después de él.
 Ilustración de la expansión del reino de Judea
Los asmoneos eran una facción dentro del pueblo judío que aglutinaba a todos aquellos cuyos objetivos estaban por encima de la lucha por su fe, eran las ambiciones personales y de poder lo que imperaba por encima de todo. De hecho los textos rabínicos transmitidos en el canon de la Tanaj, no incluyen esta parte de la historia de la dinastía judía, según dicen por estar escritos los libros que la contienen en griego, deteniéndose en los macabeos.
Composición con las imágenes de Cleopatra, Ptolomeo y Alejandro Janneo
Eran tiempos en que las ambiciones personales y las luchas por el poder imperaban en todos los bandos, y Gaza era una de las ciudades más deseadas. Los enfrentamientos entre Ptolomeo Latiro, a quien su madre la reina Cleopatra III de Egipto había desterrado del mismo, fueron aprovechados por Alejandro Janneo, por aquellas fechas rey de Judea, quien no dudaba en negociar con ambos a la vez para conseguir sus objetivos.
Reproducción ilustrativa de las efigies en monedas sobre fondo de una reproducción del Templo de Jerusalén
Alejandro Janneo hijo menor de Juan Hircano, y hermano de Aristóbulo I, a quien sucedió. Había sufrido prisión junto a sus otros dos hermanos, durante el reinado de Aristóbulo I, a la muerte de este su esposa, Salomé Alejandra, liberó a los tres hermanos e instaló como rey a Jonatán, verdadero nombre de Alejandro Janneo, que él había helenizado añadiéndole “Alejandro”, con el que contrajo matrimonio. Tras ocupar el trono Alejandro hizo asesinar a uno de sus hermanos y al otro le perdonó la vida por estar dispuesto a llevar una vida pacífica y sin ambiciones de poder. Ejerció una tiranía despiadada y su reinado estuvo marcado por intrigas y luchas internas. En ningún momento supo ganarse el afecto de sus súbditos judíos, quienes no le llegaron a aceptar como rey (no procedía de la “casa de David”), y mucho menos como sumo sacerdote por su claro despego a los sentimientos religiosos, especialmente de los fariseos, a quienes reprimió salvajemente.
 Valle del Jordán
Dado a las tretas políticas y a las negociaciones falsas, tras una de estas tretas fallidas en las negociaciones con Ptolomeo Latiro, por un lado, y con Cleopatra III por otro, Alejandro Janneo, al frente de un ejército de mercenarios y judíos, sufrió una grave derrota frente al ejército de Ptolomeo Latiro, en uno de sus intentos de hacerse con la ciudad de Gaza. Fue en la batalla que se desarrolló en el lugar conocido como Asofón, en el valle del Jordán.
Después de este episodio y aprovechando el odio entre madre e hijo, se presentó ante Cleopatra III con hermosos regalos buscando su alianza, la que alcanzó tras intervenir a su favor uno de los oficiales judíos del ejército egipcio, Ananías. Tras esta alianza, Cleopatra regresó a Egipto, y Alejandro Janneo, libre ya de la presencia de Ptolomeo Letiro, que había regresado a Chipre y de la ambición de Cleopatra, inició la conquista de las ciudades de la baja Siria. Tomó Gadara y Amato, luego sitió y tomó Rafia y Antedón, para dirigirse después contra Gaza.
Gaza, gobernada por Apolodoro, uno de los militares de Ptolomeo Latiro a quien éste había cedido su defensa, quedó prácticamente aislada con la caída de Rafia y Antedón, pero sus habitantes dirigidos por Apolodoro, defendieron la ciudad durante un año con gran valor. Los actos heroicos de Apolodoro y la gran astucia con la que planificaba la defensa de la ciudad, generó entre los habitantes de Gaza un gran respeto y admiración, pero despertó en su hermano Lisímaco y otros personajes una gran envidia, villana pasión que les llevó a asesinarlo, y tras esta acción entregaron la ciudad a Alejandro Janneo, quien resentido por el odio hacia la ciudad por su apoyo a Ptolomeo Latiro en la batalla del valle del Jordán, dejó la ciudad al libre albedrío de sus soldados, con permiso de matar, robar y destruir sin mesura alguna. Los habitantes de Gaza defendieron su ciudad y sus vidas casa por casa, y antes de caer definitivamente causaron bastantes pérdidas entre el ejército judío. Tras esta defensa desesperada, Alejandro Janneo, desfogó su brutal pasión y convirtió esta antigua y famosa ciudad en un montón de ruinas. Esto ocurrió entre el 97 y el 96 a.C.
Por eso es conveniente y necesario conocer la Historia pues, en muchas ocasiones, la misma se repite.
Ejecución de los fariseos por Alejandro Janneo
Poco duraría su reinado pues, como queda reflejado, muchos de sus súbditos le odiaban y tuvo que reprimir varios motines en su contra, que resolvió con su característica crueldad. Su ejército estaba compuesto de mercenarios, hasta 6.000 de ellos sirvieron en sus filas, y algunos judíos que le eran fieles. Durante sus campañas de represión contra su propio pueblo, fueron muchos los judíos que perecieron, un número muy superior a los que lo hicieron en la toma de Jerusalén por parte de Cneo Pompeyo. Baste recordar aquí la ejecución de los fariseos. Alejandro Janneo falleció en el 76 a,C., en sus últimos días pidió a su esposa, Salomé Alejandra, que se aliara con los fariseos puesto que éstos contaban con el apoyo popular. Ésta logró la alianza y a partir de ese momento quien había sido odiado fue ensalzado por los mismos a quienes había masacrado.
Pompeyo
En el 63, a.C. Judea estaba inmersa, como venía sucediendo desde los tiempos de Alejandro Janneo, en luchas internas. En esta fecha eran dos hermanos judíos los que se enfrentaban por el poder:
 
Hircano II y Aristóbulo II
Hircano II, que apoyaba a los fariseos; y Aristóbulo II que estaba de parte de los saduceos. Ambos hermanos buscaron la ayuda de Cneo Pompeyo, general romano que se encontraba al frente de este ejército en el territorio de Siria, enviándole dinero para lograr su apoyo. Pompeyo optó por la opción de Hircano II, y un ejército compuesto de romanos y judíos asediaron Jerusalén durante tres meses. Aristóbulo fue arrestado y sus partidarios se encerraron en el templo que fue tomado. Se estima que fueron unos 12.000 los judíos que murieron en este enfrentamiento.
Ilustración de la celebración de un triunfo en la ciudad de Roma. El triunfo romano fue un desfile militar, protagonizado por un comandante victorioso, que tras recorrer los lugares más singulares de la ciudad romana daba inicio a un festival costeado por éste. Estos festejos eran adorados por el pueblo y servían de excelente propaganda política, por lo que se solía invertir grandes riquezas en la celebración con el fin de conseguir el apoyo popular en el senado. Los líderes derrotados eran exhibidos y conducidos por las calles hasta su destino final.
Arsitóbulo, junto con sus hijos, fue conducido a Roma a fin de hacerlo desfilar en el triunfo de Pompeyo, junto al numeroso botín conseguido durante su campaña en esta parte del mundo que ya quedaba bajo el imperio romano. Plutarco relata que dicho botín ascendía a la cantidad de 20.000 talentos de oro y plata que incrementaban el tesoro de Roma, más los impuestos para el tesoro público que alcanzaba la cifra de 50 a 85 millones de dracmas anuales. Pompeyo vinculó Judea a la provincia de Siria, aunque dejándole a Hircano una parte de autoridad como sumo sacerdote sobre Judea, Perea y Galilea.
 Busto de Marco Antonio
En el 47 a.C. Julio César, emperador romano, nombró a Herodes I  como procurador de Judea. Su padre descendía de una familia de Edom, los idumeos pueblo distinto al judío, y su madre era árabe de origen nabateo, aunque él estaba fuertemente influenciado por el pensamiento y la educación griega. En el 41 a.C. fue nombrado “tetrarca” para dirigir las relaciones de Roma con los judíos. En el 40 a.C. el senado romano, a petición de Marco Antonio, triunviro de Roma y poseedor de la parte oriental del imperio romano, le concedió el título de rey de Judea, con la condición de que acabara con las insurrecciones que se venía produciendo en ella contra los intereses del imperio romano.
Herodes quiso tener una capital a su altura. Para ello fundó Cesarea Marítima, a la que dotó de un gran puerto, un teatro y un hipódromo
Tras ascender al trono, Herodes erigió en el desierto de Judea la impresionante fortaleza de Masada, a la que dotó de un original y lujoso palacio con terrazas superpuestas
Composición con las imágenes del templo de Jerusalén construido por Herodes, de una maqueta realizada por Alex Garrard de Norfolk (Inglaterra), junto a la del monasterio de Petra. Hemos querido así rendir homenaje a la madre de Herodes, de origen nabateo.
Representación gráfica de Herodes el Grande
Herodes I, conocido como Herodes el Grande, reinó sobre el pueblo judío durante prácticamente las cuatro últimas décadas del siglo I a.C.Destacó por su eficaz gestión administrativa que impulsó el comercio y la economía de su pueblo, por el brillo que dio a Judea con las grandes obras realizadas, entre ellas la reconstrucción de la nueva Gaza, la ciudad de Cesarea, o el embellecimiento de Jerusalén, y su nombre está unido a un templo del que los judíos aseguraban:
"El que no ha visto el Templo de Herodes no ha visto lo más bello del mundo". 
Su base estaba donde se alza hoy el Muro de las Lamentaciones, la construcción más sagrada del judaísmo. 
Incluso gestos humanitarios destacan durante su reinado, como el reparto de trigo en el 25 a.C., comprado con gran parte de su riqueza particular a Egipto, en una terrible hambruna que azotaba Judea.
Puerto de Cesarea, una gran obra de ingeniería al estar construido en mar abierto, se considera el primer puerto artificial. Pero no fue esta sólo la gran obra de Herodes en Cesárea: 
Un acueducto, que aún se conserva, un teatro, un palacio, un estadio y un templo dedicado a Cesar Augusto, completan las grandes obras que él realizó.
Vista parcial de una maqueta de la ciudad de Cesarea, que Herodes construyó en honor a Cesar Augusto, con el palacio en primer término
Pero Herodes no supo, o no pudo, conquistar el corazón de sus súbditos judíos:
Para ellos fue siempre una piedra de escándalo y un motivo de rencor. De él les molestaban muchas cosas, empezando porque su reinado había sido impuesto por el poder romano, y lo peor de todo era que mostraba muy poco respeto por las costumbres y leyes de la religión judía, para indignación de los judíos piadosos y observantes, para quienes los otros gestos de este monarca no tenían ningún significado. Al contrario, su figura pasaría a la historia como un rey sanguinario y cruel. Muchos relatos se le atribuyen que realmente no sucedieron, no hay pruebas históricas sobre ellos, como la matanza de niños en relación al nacimiento de Jesús.
¿Quiénes fueron los fariseos y los saduceos?
En el siglo III a.C. se produce una escisión entre los judíos que da origen a la aparición de dos grupos opositores entre sí, y en permanentes luchas internas. De hecho se convirtieron en dos facciones políticas que luchaban por el poder. Fueron los fariseos y los saduceos.
Los fariseos. Su nombre, en hebreo “perushim” (los segregados).  Dedicaban su mayor atención a las cuestiones relativas a la observancia de las leyes de pureza ritual incluso fuera del templo. Las normas de pureza sacerdotal, establecidas para el culto, pasaron para ellos a marcar un ideal de vida en todas las acciones de la vida cotidiana, que quedaba así convertida en ritos y sacralizada. Junto a la Ley escrita (Torah), fueron recopilando una serie de tradiciones y modos de cumplir las prescripciones de la Ley, a las que se concedía cada vez un mayor aprecio hasta que llegaron a ser recibidas como Torah oral, atribuida también a Dios. Según sus convicciones, esa Torah oral fue entregada junto con la Torah escrita a Moisés en el Sinaí, y por tanto ambas tenían idéntica fuerza vinculante. 
Los saduceos, por su parte, eran personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. De entre ellos habían salido desde el inicio de la ocupación romana los sumos sacerdotes que, en ese momento, eran los representantes judíos ante el poder imperial. Solidarios con el poder romano y colaboracionistas, que en los cargos oficiales encontraban la mejor garantía de conservar sus privilegios. Hacían una interpretación muy sobria de la Torah, sin caer en las numerosas cuestiones casuísticas de los fariseos, y por tanto deshechando lo que aquellos consideraban Torah oral. A diferencia de los fariseos no creían en la pervivencia después de la muerte, ni compartían sus esperanzas escatológicas. No gozaban de la popularidad ni el afecto popular del que disfrutaban los fariseos, pero tenían poder religioso y político, por lo que eran muy influyentes.
















lunes, 17 de marzo de 2014

LA HISTORIA OCULTA DE GAZA (4)




En ocasiones los relatos de la historia de las grandes civilizaciones que se encontraron a las orillas del Mediterráneo Oriental en su camino para la conquista de Egipto, omiten el nombre de Gaza, siendo esta el punto fundamental para recorrer el mismo, pues es el último lugar que tienen para aprovisionarse de agua y alimentos antes de adentrarse en el árido desierto del Sinaí.
GAZA EN LA ÉPOCA HELENÍSTICA
Muy lejos de Gaza, allá en donde se encuentran los orígenes de unos de sus pobladores, los filisteos, en las islas griegas que ya los persas habían tratado de incorporar a su imperio, aparecía la figura de Alejandro Magno, el creador de un nuevo imperio que marcaría de nuevo la historia de Gaza.
En un intento de comprender el papel de Gaza en aquellos tiempos, además de lo señalado en post anteriores, siempre fue el lugar de encuentro de las grandes civilizaciones que luchaban por el dominio del Mediterráneo Oriental. Una vez más, Gaza se convierte en punto clave para que los griegos-macedonios pudieran alcanzar el reino de Egipto.
Bajo el imperio persa, Gaza alcanzó una cierta independencia y gran prosperidad, siendo uno de los centros comerciales destacados que mantenía relaciones comerciales con los griegos. En la época de Alejandro Magno era, junto con Tiro, la mayor fortaleza de la costa del Mediterráneo Oriental, y fue la última ciudad que se resistió en sus conquistas camino de Egipto.
Comandaba las fuerzas persas establecidas en Gaza, Batis, un eunuco negro muy leal al rey Darío y que se negó a la rendición de la ciudad frente al ejército griego-macedonio. Heródoto en su Historiae (Los nueve libros de la Historia) habla de Cadytis (Κάδντις), como ciudad cerca de la frontera con Egipto, la que es fácilmente identificable con Gaza, pues en otra parte de la misma narra que Cadytis fue conquistada por el faraón Necao II, cosa que ocurrió también con Gaza.
Tras la toma de Gaza y después de repoblarla, Alejandro la convirtió en una polis (o " ciudad-estado "). La cultura griega en consecuencia se arraigó y Gaza, durante el periodo helenístico, fue ganando reputación como centro de la civilización y alcanzó renombre como lugar de aprendizaje de erudición y filosofía.
SITIO DE GAZA
Después de la toma de Tiro, Acre se rindió a los griegos-macedonios sin mayor problema. Alejandro, ante la experiencia en la toma de Tiro, avanzó, siguiendo la línea de la costa, al frente de su ejército por tierra, mientras que las naves, con la maquinaria y armamento del sitio de Tiro, le seguía por mar.
Batis, el comandante persa de Gaza, aprovisionó la ciudad de soldados y víveres para resistir un largo asedio, intentando dar tiempo a Darío III para que reorganizase a su ejército. Alejandro hizo frente al desafío, no quería dejar tras de sí ninguna ciudad que pudiera significar un peligro posterior en su marcha hacia Egipto. 
La situación de Gaza, construida sobre una colina, y el terreno arenoso que la rodeaba impedía el uso eficaz de las torres de sitio y la utilización de los arietes para abatir la muralla, por lo que tuvieron que construir un terraplén para poder instalarlas. Los sitiados, a fin de evitar la construcción del mimo, hicieron una salida fuera de la ciudad, al frente de los soldados iba su comandante Batis, quienes consiguieron frustrar los planes de los sitiadores. 
En dicho enfrentamiento, Alejando fue gravemente herido por un proyectil lanzado desde la muralla por una catapulta. La flecha atravesó el escudo y la coraza y penetró profundamente en el hombro de Alejandro. Al caer herido otros soldados de Batis intentaron acabar con su vida, pero fueron rechazados y Alejandro fue trasladado fuera del campo de batalla.
Representación de una torre de asedio en el momento en que los hombres que se encuentran en ella toman las murallas enemigas.
Esto pospuso por unos días los asaltos a la ciudad, mientras se construían túneles para minar las murallas, algo más sencillo de realizar en la blanda arena. El coraje en la defensa de la ciudad por parte de su guarnición y estos problemas para la utilización de las máquinas de asalto, que les obligaba a construir más terraplenes, retrasaron la toma de Gaza a lo largo de dos meses, septiembre y octubre de 332 a.C. 
 Ilustración del asalto a una ciudad.
Atacando por varios puntos a la vez, los macedonios intentaron de nuevo el asalto y la toma de la ciudad. Los defensores lograron rechazar los primeros ataques, pero la situación se volvió insostenible cuando los bombardeos de las catapultas lograron abrir brechas en las murallas. Con Alejandro a la cabeza de los atacantes, como era habitual, lograron penetrar en la ciudad. En esta acción Alejandro fue herido de nuevo, en esta ocasión en la pierna. Según Curcio, un historiador romano del siglo I d.C. de quien se conoce una sola obra (“Historia de Alejandro Magno de Macedonia”, escrita en 10 libros) que está incompleta al faltar los dos primeros y los ocho restantes defectuosos.
Aquiles arrastrando el cuerpo de Héctor ante las murallas de Troya.
Tras capturar la ciudad Alejandro ordenó que su gobernador, Batis, fuera atado a un carro y arrastrado por toda la ciudad hasta morir. Ninguna otra fuente respalda esta anécdota, por lo que puede tratarse de una leyenda, de las creadas en torno a la figura de Alejandro, en la que se pretendió equipararlo,con Aquiles arrastrando el cuerpo de Héctor de la misma forma. Lo que sí se produjo fue la masacre de todos los defensores, las tropas macedonias estaban furiosas por las dificultades que habían encontrado para el asalto de la ciudad. Las mujeres y los niños fueron la recompensa de la guerra. Pero no destruyó la ciudad (como en algunos sitios se cuenta, tal vez confundiéndola con la que sí llevó a cabo,Alejandro Janneo(Jonatán),rey y sumo sacerdote de los judíos.  
Composición fotográfica con árboles de incienso, a la izquierda y su resina; a la derecha el árbol de la mirra con unos granos de su resina.
Se descubrieron tesoros y todo tipo de mercancías valiosas, entre ellas una gran cantidad de incienso y mirra. 
EL ÁRBOL DE LA MIRRA.  El nombre mirra, proviene del árabe (murr) y significa amargo. Desde Gaza se exportaba a otras ciudades del Mediterráneo como base para la fabricación de perfumes y bálsamos para curar heridas. Los soldados macedonios lo utilizaron para cortar las hemorragias producidas por las heridas. Además se utilizó como conservante para el vino. En aquella época llegaba a alcanzar un valor comercial por encima del oro.
Gaza se repobló con población nativa reclutada en lugares cercanos y se estableció en ella una fortaleza militar para proteger el avance de las tropas macedonias.
Ilustración de Heraclion, uno de los puertos deseados por Alejandro en Egipto, únicas bases que los persas ya conservaban en el Mediterráneo para el suministro de trigo.
Por fin Alejandro estaba preparado para avanzar hacia el oeste y hacerse con el control del territorio que tanto anhelaba:Egipto.
ALEJANDRO MAGNO, ¿HUMANO O NACIDO DE LOS DIOSES?
Alejandro Magno es una de las grandes figuras históricas de la Antigüedad clásica. Rey de Macedonia, señor de Grecia y conquistador de Asia. Discípulo del filósofo Aristóteles y unificador de Oriente y Occidente.
El recuerdo de sus hazañas, la vida plena de sueños de gloria y de conquista del mundo, fue recogida en crónicas que confundieron la veracidad histórica con la fábula, y la mitología religiosa con las propias intencionalidades políticas y los deseos de inmortalidad del conquistador, reflejados en esta frase que se le atribuye: 
“Es hermoso vivir con valor y morir dejando tras de sí fama imperecedera”.
 Olimpia y Filipo
Hijo del rey Filipo II de Macedonia y de Olimpia de Epiro, Alejandro remontaba su origen a Zeus a través de Hércules y Aquiles respectivamente. Plutarco señala que su nacimiento coincidió con el incendio del famoso templo de Artemisa en Éfeso, catástrofe que estaría señalando el favor divino y la simpatía de los dioses para con el recién nacido. 
Templo de Artemisa
Pero cada cual veía las cosas a su manera:
Mientras los adivinos de Macedonia anunciaban a su rey un futuro radiante, para los sacerdotes y adivinos de Éfeso el incendio del templo era un presagio de futuras desgracias para Asia, porque aseguraban que ese día se había encendido una llama en alguna parte del mundo que más tarde habría de consumir por completo Asia, de lo que se podría deducir que la llama es Alejandro.
Representación de un oráculo en la antigua Grecia.
La leyenda surge ya en su corta pero intensa vida, en el trayecto de sus conquistas que comenzaron en su Macedonia natal y le llevó a tras un largo recorrido a través de Asía Menor y por la costa del Mediterráneo hasta Egipto; y por el interior del continente asiático hasta tierras de Pakistán, Afganistán, la cordillera del Himalaya, la India, para después descender el Indo, remontando el golfo de Omán retornar a Babilonia.
Las leyendas persas lo imaginaron hijo de Darío II. La memoria colectiva oriental llamó a este héroe griego Al-Iskander, Skander o Sikander. En el Islam estas leyendas toman forma escrita y son versificadas adaptándolas a las creencias y preceptos de esta religión. En “Nawādir al Falāsifa”, en la versión de “al Ansarī Kitāb ādāb al-falāsifa” se incluye un capítulo dedicado a las enseñanzas de Alejandro Dū l-Qarnayn. Por otro lado el Corán en la azora XVIII, en la que se recoge la leyenda del ángel y el ermitaño, en la que el personaje aparece reflejado como un monje que lucha por la defensa de la fe, y hace aparecer a Alejandro como un personaje cercano a la mística. Aunque existe otra interpretación a qué figura es la recogida en el Corán que dice referirse a Ciro el Grande, entendemos que en la misma hay una serie de lagunas que no aparecen en el caso de Alejandro Magno.
Con las pertinentes adaptaciones, la fabulación judía presentó a Alejandro como el personaje generoso que respeta Israel y ora ante el Tabernáculo. Los historiadores griegos, por el contrario, no hacen mención de esta visita a Jerusalén, cuando sí recogen otras anécdotas de menor calado. La historia se levantó y se propagó de generación en generación entre los judíos, a través de la influencia de su deseo para magnificar la importancia y la influencia de su culto, y que Flavio Josefo cuenta en su historia sin suficientes datos reales para verificar los hechos.
Sobre el 300 d. C, y de autor anónimo, apareció en Alejandría una obra que aunaba leyenda, historia y ficción. En rigor, la primera novela histórica. Desde su edición original en griego fue traducida, poco después, por Julio Valerio, "Res gestae Alexandri Macedoni", al latín, lengua universal en aquel momento. Esta versión corrió como pólvora por todo el oriente del Imperio y se tradujo al búlgaro, armenio, etíope, y siríaco, desde donde paso a traducirse más tarde, al árabe.
Mientras que en Grecia, los “creadores de estados de opinión” propagaron la caricatura de un ambicioso pero duro macedonio, paulatinamente convertido en un reblandecido e inmoral déspota oriental con locos sueños de gloria.
En Roma, Julio César comprendió y admiró la grandeza y trascendencia del proyecto de Alejandro. Según relato de Suetonio, César siendo cuestor en Hispania (España), pasó por el Templo de Hércules, en la actual Chiclana (Cádiz) y vio una estatua de Alejandro Magno. Julio César se dio cuenta de que a su edad (33 años), el conquistador macedonio era el dueño del mundo y él, en comparación, no había llegado a nada. Cuentan que lloró amargamente a los pies del busto, sin saber lo que el destino le deparaba.
Ningún conquistador de la historia ha dejado una imagen equiparable entre los pueblos conquistados. Todavía en algunas regiones de Anatolia, Afganistán, Irak e Irán; las madres y los ancianos relatan a los niños los hechos de aquel conquistador de ojos claros que llegó desde el Oeste para liberar a sus antepasados.
Los troyanos llevan el cuerpo de Héctor a la ciudad.
Nacido en julio del 356 a.C. en Pella, en su formación, tanto física como intelectual, intervinieron importantes nombres como el de Leónidas o Aristóteles, y fue enviado a una escuela en Mieza. Gracias a todo ello Alejandro se interesó mucho por la geografía, la medicina, la poesía, la zoología, la botánica y los poemas donde se relataban las hazañas de héroes de los que era descendiente. En su leyenda se dice que llevaba consigo siempre la “Iliada” de Homero.
 Alejandro y Aristóteles
En Mieza, Aristóteles, quien había sido contratado por Filipo para la formación de Alejandro, intentó refrenar el natural impetuoso de su alumno, orientándole hacia los nobles ideales heroicos del hombre de alma grande, la “areté” (compendio de virtudes viriles como la generosidad, valor, magnanimidad, compasión, templanza, amistad, lealtad, fidelidad a la palabra dada…). Aristóteles exaltaba la “areté” como el único sendero que conduce a la gloria, ensalzaba la amistad: “un amigo fiel es como un alma en dos cuerpos”. Algo que Alejandro no olvidó y que cumplió a lo largo de su vida. 
“Si quieres ser un hombre de alma grande, sé lo que desees parecer”, debió decirle Aristóteles en más de una ocasión, lo que despertó en Alejandro la pasión por la filosofía, la poesía, el teatro, la música; la literatura, sobre todo por Homero. Las enseñanzas científicas de Aristóteles encontraron terreno abonado en la innata curiosidad del real alumno, en su inteligencia intuitiva, y en su ambición de saber. Con él, estudió botánica, zoología, medicina, geografía, historia, y medicina. 
Ilustración de la doma de Bucéfalo por Alejandro Magno
Hay una figura que acompañará a Alejandro durante toda su campaña en Asia, la de su caballo Bucéfalo, el cual poseía, según Plutarco desde que tenía 12 años. Le trajeron a Filipo unos cuantos caballos para que los comprara, entre los que se encontraba Bucéfalo. Este caballo mostraba un carácter indómito, alzándose de manos y dando coces por doquier cuando alguien se acercaba a él. Alejandro observó que el caballo se excitaba al ver su propia sombra en el suelo, se acercó a él busco la manera de que el caballo girara poniéndose mirando al sol, acercándose le paso la mano para tranquilizarlo y montó, de un salto, sobre él. Tiró un poco del freno para frenar la inquietud del caballo y logró serenarlo. Cuando vio que no ofrecía peligro soltó rienda y con sus talones lo espoleó e inició una carrera. Tras la que su padre pronunciaría la célebre frase: 
"Hijo, búscate un reino que se iguale a tu grandeza, porque Macedonia es pequeña para ti." 
 Ilustaración de Alejandro Magno en Tebas
A la muerte inesperada de Filipo, Alejandro es proclamado rey de Macedonia por la Asamblea macedónica. De forma contundente aplastó una rebelión de atenienses y tebanos, Tebas fue sitiada y tomada al asalto. Sus habitantes fueron vendidos como esclavos y la ciudad arrasada. Solo se respetó la acrópolis, y por expreso deseo de Alejandro, la casa del poeta Píndaro. Fue una manifestación de política de fuerza que demuestra a las claras, hasta que punto estaba impaciente por iniciar la conquista de Persia.
 Grabado de soldados ilirios
Después de sofocada una rebelión en el norte, en el país de los ilirios, que le llevó a ampliar las fronteras macedonias hasta el Danubio, y consolidada su posición en toda Grecia, se encontró en situación de lanzarse a sus grandes proyectos. 
Vista aérea del estrecho de Dardanelos
En la primavera del 334 a.C. cruza el estrecho de Dardanelos, por el mismo lugar que dos siglos antes lo hiciera el rey persa Jerjes para invadir Grecia. En esos momentos le acompañaba Parmenión, oficial curtido en el ejército de Filipo. 
Ilustración sobre la batalla del Gránico
Al otro lado de río Gránico (el actual Gönen), cerca de la desembocadura, al suroeste del Mármara, esperaba el ejército persa. Allí se produjo el primer enfrentamiento en que las fuerzas de Alejandro salieron victoriosas. Y tras la batalla Alejandro se mostraría como gran estratega de mentes y corazones. Enterró con honores de guerra a los nobles persas caídos. Después visitó a los heridos de su ejército. Llamándolos por sus nombres, se interesó por sus familias y les conminó a que relatasen su hazaña. Puede interpretarse esto como un gesto, de esos tan frecuentes en la vida de Alejandro, pero gestos así son los que fundamentaron su fama de general cercano y magnánimo, y crearon el vínculo de fervor religioso y fidelidad que siempre unió a sus hombres con su persona.
Siguiendo la costa de Mar Jónico, siguió avanzando hacia el sur. Las ciudades griegas, gobernadas por persas o griegos colaboracionistas cayeron ante él como trigo maduro. Sardes, Pergamo, Esmirna, Efeso, Priene, Mitile, etc; vieron en él al liberador del pesado yugo persa. Llegó hasta Caria. Encontró las primeras dificultades en Mileto y Halicarnaso, defendida por el mercenario Memnón. Ambas fueron tomadas al asalto, pero Memnón consiguió huir después de incendiar la ciudad. Una vez conquistado el reino, repuso en el trono a la reina Ada. Esta lo adoptó legalmente como hijo. Alejandro era, pues, el legitimo sucesor de Ada.
 Barcos griegos
En este punto se perfila con claridad el plan a largo plazo de Alejandro:
Apoderarse de todo el litoral del Egeo y del Mediterráneo con el fin de inutilizar la poderosa flota persa, dejar cubierta la retaguardia, y asegurar las comunicaciones antes de adentrarse en Asia. Tomó una decisión trascendente y muy arriesgada (correspondía a su carácter) al dar la orden de que regresara la flota griega. Solo se mantuvieron algunos barcos para el trasporte de víveres y maquinaria de guerra. Con el tiempo se mostró como decisión acertada.
 Representación de la bahía de Antalya
Durante la temporada de invierno las tropas macedonias permanecieron en la costa de la actual bahía de Antalya (al sureste de la actual Turquía), asegurando posiciones y preparando la campaña que se habría de iniciar en la primavera del 333 a.C. 
Desde allí se dirigen hacia el norte por el interior, hasta Gordión. En esta ciudad, Alejandro, recibió la noticia de la muerte del infatigable Memnón de Rodas, general griego al servicio de los persas. Un enemigo temible y, quizás, el único que podía haber estado a su altura de no ser frenado por las ideas de los nobles persas respecto a la manera de afrontar las batallas.
 Alejandro Magno partiendo el nudo gordiano
En Gordión, a unos 100 kilómetros al oeste de Ancira, la actual Ankara, se sitúa el célebre episodio del “nudo gordiano”. No deja de ser posible que pertenezca al ámbito de la leyenda que, desde su primera victoria, comienza a entretejerse alrededor de la figura del conquistador. Gordias, un humilde labrador, había sido nombrado rey de Frigia (actual Anatolia) tras una consulta al oráculo, fundó la ciudad de Gordión y ofreció al templo su carro, atando el timón al yugo con un nudo cuyos cabos se escondían en el interior, lo que hacía imposible que se pudiese deshacer. Según cuenta le leyenda el que lo consiguiese conquistaría toda Asia. Ante la prueba, Alejandro coge en sus manos el nudo y lo examina detenidamente. Sus oficiales lo observan inquietos. Si no puede desatarlo, su ejército puede desanimarse. Alejandro no puede permitirse marcharse de allí sin desatar el nudo. Tras un rato de intentos infructuosos, Alejandro coge su espada y de un golpe seco, parte el nudo en dos, separando así el timón del yugo. Se vuelve hacia sus oficiales y exclama “¡Ya está, Asia será mía!
Reproducción tratada del cuadro “Alejandro Magno y el físico Filipo de Arcarnarnia” del pintor polaco Henryk Siemiradzki.
En torno a estas fechas se relata un hecho que viene a demostrar el alto concepto que Alejandro Magno tenía sobre la amistad y lo necesario que le era creer en ella. Cayó gravemente enfermo y mientras su médico Filipo le preparaba una pócima para el tratamiento adecuado de su enfermedad, Parmenión, su segundo en el mando del ejército, le entregó un escrito en el que se avisaba de un posible complot contra la vida de Alejandro y en la que se señala a Filipo como uno de los posibles implicados en el mismo. Alejandro le entregó el documento, al médico, para que él mismo leyese su contenido. Mientras éste lo hacía, Alejandro apuró el medicamento sin dejar de mirar y sonreírle. 
 Ilustración sobre la batalla de Issos
Cuando Alejandro recibió informes de que Darío estaba preparando un gran ejército, el primer movimiento que hizo con sus tropas encargar a Parmenión tomar la costa alrededor de Issos, para tratar de evitar que los persas no contaran con la ayuda de la flota persa que aún operaba en el Mediterráneo, que les podría facilitar suministros y desembarcar nuevas tropas. Alejandro se dirigió con el resto del ejército hacia el sur a través del paso de Jonás, las “Puertas de Cilicia”. Darío eligió una ruta diferente y los persas capturaron Issos sin oposición, asesinando a todos los heridos que habían quedado allí del ejército macedonio. Avanzaron hacia el sur, hasta el río Pinaro. De nuevo en el desarrollo de esta batalla se puede observar las cualidades de estratega militar de Alejandro Magno, con un ejército, tal vez inferior en número, fue capaz de derrotar a las fuerzas persas con movimientos estratégicos de las suyas propias. Darío salió huyendo del campo de batalla y su ejército, desmoralizado ante esta huída, abandonó sus posiciones en desbandada, siendo perseguido por la caballería macedonia hasta que cayó la noche. 
La familia de Darío ante Alejandro
Al tomar el campamento persa, Alejandro entró en la tienda de Darío al ver el lujo en que vivía el rey de Persia, Plutarco cuenta que de manera irónica dijo:
 “Así que esto significa ser rey”.
Darío, en su huída, había dejado atrás además de su carro y su manto, a toda la familia:
Su madre, Sisigambis; a sus dos hijas; a su hijo heredero, un niño de cinco años; y a su esposa Estateira. Es proverbial la caballerosidad con que Alejandro trató a la familia real. Se cuenta que un día fue invitado por la reina madre a visitar su tienda y que las mujeres lo recibieron con el rostro descubierto. A partir de aquel momento, cuando continúo su camino hacia el sur, se hizo seguir por la familia real persa.
Melkart, dios de la ciudad de Tiro
En su camino hacia Egipto se dirigió hacia la costa a fin de hacerse con el control de las ciudades que en ella se encontraban. Fenicia fue conquistada con facilidad, excepto Tiro. Al llegar a ella, Alejandro, solicitó de los sacerdotes de Melkart, dios fenicio a quien se le rendía culto en el templo de la misma, ofrecer sacrificios en honor del mismo. De esta forma tan “diplomática” estaba pidiendo que la ciudad se sometiera, sólo el rey de Tiro podía celebrar este rito. Los tirios se negaron a ello, lo que significaba que no estaban dispuestos a someterse al poder de Alejandro.
Imagen aérea actual de Tiro con ilustración de la antigua ciudad
La ciudad estaba dividida en dos partes, una en la costa que era más un conjunto de viviendas que una ciudad propiamente dicha, usada para el abastecimiento de agua y madera a la ciudad en la isla, que distaba unos 800 metros de la costa. Construida sobre un montículo conocido como Sr o Sur (en fenicio “la roca), era una ciudad bien fortificada, con muros defensivos de más de 40 metros de altura y altas torres de vigilancia, así como dos puertos bien defendidos por la poderosa flota fenicia.
El sitio de Tiro se convirtió en una lucha permanente, que se alargó durante siete meses, entre macedonios y tirios. Para poder llegar hasta ella con las máquinas de asalto, Alejandro mandó construir un malecón desde tierra firme, utilizando las piedras de la ciudad costera y troncos de los árboles que talaban tierra adentro. La obra fue laboriosa unas veces eran las tormentas quienes acababan con parte de ella, y cuando estaba cerca de su objetivo, eran los soldados tirios quienes con flechas y proyectiles lanzados con sus catapultas, impedían los trabajos.
Los hombres de Alejandro llegaron a construir unas torres de madera que los tirios, con una estratagema, lograron destruir; cargaron una nave de transporte con todo el material combustible que pudieron, hundieron su popa en el agua, dejando su proa al aire, con la ayuda de unas trirremes la acercaron y la hicieron encallar cerca de donde se encontraban las torres, desde la muralla, con flechas incendiarias, prendieron fuego a la nave encallada y el fuego provocado acabó con las torres macedonias. Poco tiempo después, una fuerte tormenta acabó con todo el trabajo realizado. 
Alejandro no se arredró ante el fracaso y ordenó comenzar de nuevo el mismo, mientras ordenaba que fueran trasladas hasta Tiro todas las unidades de su flota que se encontraban en los puertos de las ciudades que ya habían sido conquistadas. Por su parte los tirios embarcaron a los ancianos, mujeres y niños a otras ciudades lejanas, y bloquearon los dos puertos. Una vez acabado ese brazo de terreno artificial, la maquinaria de asedio fue acercada a las murallas de la isla de Tiro y comenzó el ataque. Apoyado desde naves por el mar, las fortificaciones fueron derruidas y Alejandro Magno pudo entrar en Tiro. Los tirios resistieron casa por casa, y durante los enfrentamientos fueron más de ocho mil los defensores tirios que murieron. La ciudad, tras los siete meses de asedio, cayó en poder de los macedonios en julio del 332 a.C. Se respetaron las vidas de los que estaban en los templos, el resto fueron vendidos como esclavos, excepto los cartagineses a quienes se les respetó la vida para evitar incidentes con Cartago. La ciudad fue repoblada con colonos de Caria.
Ilustración de Alejandro como faraón de Egipto
Tras la toma de Gaza, que ya ha sido reflejada anteriormente, Alejandro, al frente de su ejército, se dirigió hacia Egipto. Allí se encontraban los únicos puertos que los persas mantenían bajo su dominio. A finales del 332 a.C., entra en Egipto por Pelusio y desde allí se dirige a Menfis, donde es bien recibido pues los persas no son queridos en aquella tierra. Alejandro, como buen griego, siente una profunda atracción por la antiquísima civilización egipcia. Sus habitantes ven en él a su gran liberador y de inmediato es nombrado faraón.
Estado actual del Oráculo de Zeus-Amón en el oasis de Siwa
Desde Menfis, y al parecer aconsejado por los sacerdotes, se dirige hacia el oasis de Siwa para consultar al oráculo del dios Amón. Acompañado de un reducido grupo de su séquito personal recorre los más de 400 km que lo separa de él. Aquel oráculo era uno de los más destacados del mundo helénico, el del templo de Zeus-Amón. El dictamen del oráculo es totalmente favorable, se refiere a Alejandro como hijo de dioses.
Alejandro estuvo poco tiempo en Egipto pero en su estancia consolidó la unión de las dos culturas, griega y egipcia, y dejó el mayor de sus legados en esta tierra:
La construcción de Alejandría. 
En los primeros meses del 331 a.C., junto a la desembocadura del Nilo, frente a la isla de Faro, surge la ciudad de Alejandría. Según Plutarco, Alejandro tras un sueño en el que se le aparece el propio Homero, por tradición un gran arquitecto, ordenó señalar los límites de la nueva ciudad con harina de trigo, desatando la llegada de numerosas y diferentes aves que picotearon la harina y reanudaron su vuelo. Alejandro preguntó a los augures el significado de tal hecho y le responden que “... la ciudad que has mandado construir alimentará a todo el mundo civilizado y por todas partes habrá hombres que vayan y vengan del ella...”.
De la construcción de la misma encargó al arquitecto griego Dinócrates de Rodas, nacía así la que se convertiría en una gran ciudad y puerto comercial. La gran capital de Egipto, perfectamente conectada con las grandes ciudades egipcias, agua dulce en abundancia procedente del lago Mareotis y un excelente puerto en el Mediterráneo para conectarla con el resto de las ciudades a orillas del mismo.
Ilustración de la batalla de Gaugamela, con la disposición inicial de los ejércitos y los movimientos y ataque final
En abril del 331 a.C., Alejandro, en su deseo de someter por completo a los persas, emprende el regreso a Tiro, al frente de su ejército cruza el valle de la Becá, se dirige hacia el río Éufrates y, atravesando Asiria llegan hasta el Tigris. En la llanura de Gaugamela se produce la nueva confrontación entre los ejércitos persas y los macedonios. Es el mes de octubre del 331 a.C., apenas seis meses después de su salida de Egipto, casi 2.500 km de recorrido, cuando el ejército macedonio en gran inferioridad con respecto a los persas, se enfrentan en una lucha desigual. Una vez más Alejandro demuestra sus dotes de estratega, y ni la superioridad numérica, ni los carros persas, ni sus elefantes de guerra logran detener al ejército macedonio. Una vez más, Darío, sale huyendo y esta acción ignominiosa produce la desbanda del ejército persa. La estrategia de Alejandro en esta batalla será considerada, a partir de ese momento, como una obra maestra de la táctica militar.
Ilustración sobre la entrada de Alejandro en Babilonia
Después de Gaugamela el camino hacia Babilonia estaba despejado. Sólo habían transcurrido seis años desde el inicio de la campaña cuando Alejandro y su ejército pudieron franquear la puerta de Isthar. Todo lo visto hasta entonces les pareció poco ante la belleza de aquella metrópoli que albergaba milenios de historia, una arquitectura formidable, grandes templos. No hubo saqueos ni masacre. Babilonia se sometió sin oponer resistencia.
Composición con la tumba de Ciro el Grande y la de sus sucesores
Tras algunas semanas de permiso que concedió a sus hombres, Alejandro puso en marcha de nuevo a su ejército para capturar definitivamente a Darío. Mientras este viviera él no sería su sucesor legítimo. Susa se entregó sin ninguna resistencia. Persépolis fue saqueada e incendiada. Desde allí se dirigió a las tumbas de los reyes de reyes e hizo una ofrenda en la de Ciro el Grande.
 Ilustración de Alejandro ante el cuerpo de Darío III
Retomó después la persecución de Darío, pero llegaría demasiado tarde. Bessos, uno de los hombres del soberano persa, lo había hecho ejecutar. Ante el cadáver de su enemigo, Alejandro lo cubrió con su propio manto real y ordenó que se le enterrara con todos los honores junto a los otros reyes de reyes, Ciro, Darío I y Jerjes I. Quiso simbolizar así que se consideraba a sí mismo heredero de los soberanos persas.
Ilustración de un general macedonio
La persecución de Bessos y las posteriores expediciones llevaron a las tropas helenas hasta la costa meridional del mar Caspio y otras regiones aún más remotas de cuya existencia pocos de ellos tenían noticia: pisaron los actuales Afganistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Alejandro ya no libraba grandes batallas victoriosas, sino que sus tropas se desgastaban en una guerra de guerrillas. Entre las propias filas de Alejandro surgieron resistencias. Muchos griegos fueron distanciándose de su rey, a quien reprochaban su excesiva debilidad por las costumbres orientales, de las que ellos abominaban. Alejandro acusó de conspirador y ajustició a Filotas, hijo de su veterano general Parmenión, a quien también haría ejecutar. Uno y otro eran orgullosos macedonios, seguramente poco entusiastas de una fusión entre Oriente y Occidente.
 Ilustración de Roxana ante Alejandro
En el verano del 329 a.C., tras la rendición de Bactriana sin resistencia, Bessos fue capturado en Sogdiana, donde había buscado refugio. Alejandro era ya el soberano indiscutible de Persia. Tras dos años de sucesivas guerras de guerrillas, en el 327 a.C., Alejandro se casó con Roxana, hija del noble bactriano Oxiartes, un intento político para ganar el favor de este, a pesar de que algunas fuentes describen el profesado amor que Alejandro sentía por ella.
Rendición del rey Poros ante Alejandro
Tras estos hechos, Alejandro no encontró más resistencia que la del rey Poros que se enfrentó al ejército de Alejandro, ahora compuesto por los macedonios y los demás guerreros persas de los territorios persas anexionados al imperio. La batalla tuvo lugar junto al río Hidaspes (actual río Jhelum en Pakistán). Ya hecho prisionero, Poros,  Alejandro le pregunta cómo quiere ser tratado. Este responde con orgullo: «Como rey». Y así fue: Alejandro le permitió seguir al frente de su reino con la condición de que le jurase lealtad.
 Imagen de Magadha
Tras la batalla, Alejandro se percata de que al Este de éste reino se encontraba el imperio de Magadha, otro poderoso rival, el cual podría llegar a derrotar al invencible ejercito de Alejandro que se encontraba ya muy exhausto y agotado por tantas batallas y por las nuevas enfermedades y peligros que se encontraban en cada nuevo lugar. El ejército se amotinó ante la perspectiva de una nueva batalla como la que libraron contra el rey Poros, y finalmente Alejandro se rindió ante las peticiones de sus oficiales y soldados y dieron media vuelta hacia Babilonia.
 Ilustración pira funeraria
La buena estrella de Alejandro pierde brillo irremisiblemente en otoño de 324 a.C., muere de forma inesperada Hefestión, su compañero de siempre y fiel hombre de confianza, Alejan-dro lo llora sin consuelo. Deja de comer días enteros, e incinera a su amigo en un podio colosal. De nuevo surge el mito de la Ilíada: así honró Aquiles a Patroclo.
En la primavera de 323 a.C. Alejandro regresa a Babilonia. Tras dos banquetes donde el vino corre a raudales, el estratega cae enfermo. La fiebre se apodera de él hasta devorarlo. El 10 de junio de 323 a.C., un mes antes de cumplir 33 años, muere en Babilonia Alejandro III de Macedonia, el «rey de Asia», autoproclamado hijo de Zeus, el gran conquistador. No está claro si sucumbió a la malaria o fue envenenado. Tal vez una simple enfermedad bastó para acabar con aquel cuerpo debilitado por los esfuerzos, marcado por la pérdida de los amigos y las humillaciones sufridas.
Se cuenta que en su lecho de muerte Alejandro, al preguntarle a quien legaba su imperio respondió: ”al más digno”. Pero ese hombre nunca se pusieron de acuerdo quien era.. Los suyos abandonaron la idea de la fusión de los pueblos poco después de que el conquistador muriera. Durante décadas se disputaron su legado, un vasto imperio que se desintegró en un abrir y cerrar de ojos.
Después de ver este esbozo de la vida de Alejandro Magno, sus victorias y sus logros, se puede entender por qué el mundo sigue admirando su figura. Él estableció un arquetipo de liderazgo en el que, tiempos después, se verán reflejados Julio César, Augusto y Napoleón Bonaparte y otras grandes figuras siguieron sus métodos y tácticas militares para llegar a la victoria, era un personaje que marcó la historia del mundo para siempre. El arte de la guerra fue su fuerte, como uno de los mayores estrategas militares de la historia, pero además el comercio y la cultura, la extensión de la filosofía griega por toda Asia, fueron el legado que él dejó para la posteridad. Lo consideramos uno de los genios militares más excepcionales que ha existido, fue un líder legendario.
Representación gráfica del reparto del imperio de Alejandro entre sus generales.
La precoz muerte de Alejandro y la corta edad de quienes eran sus herederos directos: Heracles, hijo de Barsine, sólo tenía cuatro años; y la princesa Roxana aún no había dado a luz a su hijo, a quien puso por nombre Alejandro. De esta forma los generales que habían acompañado a Alejandro en su campaña de conquistas, se repartieron el imperio. Estos generales, a quienes en la historia se les conoce con el nombre de diácodos, protagonizaron a lo largo de más de veinte años continuas guerras entre ellos para obtener el poder. Tras ellos, en los diversos reinos creados del imperio de Alejandro Magno, gobernaron sus sucesores, a quienes se les conoce con el nombre de epígonos, que continuaron, durante otros cincuenta años más, sus luchas para obtener la hegemonía sobre aquel gran imperio.
 Johann Gustav Droysen
Esta época, conocida como el “periodo helenista”, término acuñado por el historiador alemán Johann Gustav Droysen en el siglo XIX, fue un periodo de transición entre el declive de la época clásica griega y la extensión en Oriente del imperio romano. 

Continuará, en "La Historia oculta de Gaza (5)"...............