miércoles, 24 de octubre de 2018


Dejando aparte lo políticamente correcto y las definiciones sociológicas del fenómeno de las emigraciones, solo cabe decir que detrás de ellas está la avidez de algunas personas por atesorar más poder y la avaricia por poseer cada vez más. Todo ello provoca desigualdad, carencia de justicia social, empobrecimiento, miseria... que habitualmente termina en enfrentamientos armados entre los que se disputan el poder y los privilegios u otras naciones interesadas en los recursos económicos de ciertas zonas del planeta. La realidad es que quienes sufren las consecuencias no son los que originaron aquella situación sino el pueblo llano que soportarán carencias de lo más elemental para vivir, violencia, muertes...
Hoy asistimos, una vez más, a grandes oleadas de emigrantes. Se vuelve a repetir, yo diría que en realidad, es parte de la misma cadena, las crisis migratoria del 2015, con la diferencia de que en esta ocasión los emigrantes son rechazados de manera sistemática por el hecho de no ser considerados refugiados que huyen de países en guerra o de persecuciones políticas, sin tener en cuenta que sí lo hacen de la miseria, como ocurre en la actual marcha de los naturales de Honduras, cuando en realidad es, o era, una tierra fértil y productiva que hoy se encuentra en manos de quienes la explotan para sus intereses propios utilizando a los nativos casi como esclavos. Miseria que, en muchas ocasiones, ha sido originada por la sobreexplotación de los recursos naturales de su territorio de origen, nunca olvidemos el periodo colonial del siglo XIX cuyas consecuencias sobre todo las económicas aún perduran. Todo ello con la complicidad y el beneplácito de otras naciones y sin buscar soluciones efectivas, que las hay, para acabar con la situación del África subsahariana, por ejemplo.
No basta con el trabajo de las ONG y las ayudas humanitarias puesto que eso no es solución definitiva, ni tampoco lo es la admisión descontrolada de esos seres humanos en otro países donde, al final, terminarán siendo “mano de obra barata” o engrosando la delincuencia. 
Todo este tráfico humano está en manos de la delicuencia organizada de traficantes de personas que además obtienen pingües beneficios con ese “negocio” que viene a recordar el de los esclavos de la edad media. 
No basta negar la existencia de las razas humanas algo que no deja de ser una interpretación política interesada donde los términos especie humana, género humano y raza humana se consideran equivalentes. Creo que han confundido el término, lo que sí existe es una sola especie humana. Y dentro de esa especia nos encontramos con las razas que se refieren exclusivamente a los factores biológicos (genéticos, anatómicos y fisiológicos) distintivos de esos grupos desarrollados en su proceso de adaptación en un determinado espacio geográfico y ecosistema. Pero hablar de estas diferencias no es admitir la superioridad de unos sobre los otros. Como especie humana todos tenemos los mismos derechos y los mismos deberes.
En definitiva, los gobiernos han de buscar soluciones generosas y factibles pero para hacer de aquellos países que han sido, y vienen siendo, explotados unas economías sostenibles que les permitan vivir sin necesidad de abandonar sus tierras de origen.