A la memoria de Jacques Stroumsa y a la de mi maestro,que igualmente fue violinista sefardi.
El destino quiso que el sefardí Jacques Stroumsa salvara la vida en Auschwitz gracias a que sabía tocar el violín, pues quienes ejecutaban diariamente a miles de personas le reclamaban música para poder seguir viviendo.
La victoria de su violín en el Holocausto y su orgulloso origen sefardí.
La España que en 1492 había expulsado a sus antepasados pero que nunca dejó de amar.
Con mucho dolor, como los amores más intensos.
Su fidelidad al ladino era algo más que una cuestión lingüística.
SU VIOLÍN SIGUE SONANDO Y LO HARÁ ENTERNAMENTE.
Hay un modo de vencer al nazismo y al horror que representó. Sobrevivir y contarlo. Ésa es la victoria que les quedó a unos pocos. Acaso soportar durante toda una vida la memoria y la condición de víctima, vencer a la tentación del suicidio o de la locura, a la ignominia de pertenecer a la misma especie que los asesinos estatales e idealistas que los excluyeron de ella. La palabra y la música.
El 8 de mayo de 1943, Jacques Stroumsa, nacido en enero de 1913, llegó, con su familia y otros 2.500 judíos procedentes de Salónica, a una estación terminal. Se les hizo bajar de los vagones mientras recibían órdenes en alemán. Las mujeres y los jóvenes fueron separados de los viejos. Jacques pensó que su mujer y sus padres irían en los camiones y él, como todos los jóvenes, a pie. Jamás los volvió a ver.
Gracias a la necesidad de violinistas para la banda musical de Auschwitz, Stroumsa vivió unos meses más; hasta que un día, el 20 de enero de 1945, las máquinas de la fábrica pararon. El campo iba a ser evacuado y los prisioneros que, como él, quedaban vivos y en condiciones de caminar emprendieron, hambrientos y débiles, la llamada "marcha de la muerte", a unos 20 grados bajo cero, durante cuatro días y cuatro noches. Tras la marcha fueron introducidos en un tren con destino a Mauthausen (Austria). Allí trabajó Stroumsa durante otros cuatro meses, hasta que las máquinas se volvieron a detener.Su siguiente destino fue un campo de prisioneros. El 8 de mayo de 1945 vio pasar unos tanques enormes. No sabía quiénes eran. Sólo se dio cuenta de que eran soldados americanos cuando vio la marca de los cigarrillos que llevaban, prosaico símbolo de la libertad.
Cuando llegó a Francia recibió, como todos los supervivientes, 1.000 francos, que guardó para comprar un violín. Entró en una tienda y probó un violín que no podía adquirir con el dinero que tenía. En la soledad de la tienda, tocó el concierto 80 en la mayor de Mozart. Dos años después, la vendedora se lo regaló.
Todo ocurrió cuando Wisan Tayam, estudiante del Conservatorio de Nablús, fue obligado por un oficial de las Fuerzas Israelíes de Defensa, en el Beit Iba Chekpoint,a abrir la caja de su violín, sacarlo y tocar durante largo rato. Los actores habían cambiado, pero la escena y la metáfora era prácticamente la misma. Hoy son los palestinos los que llevan una vida inestable y sometida al duro control de los que ocuparon sus tierras, y los israelíes han tomado el poder que en aquella otra época ostentaban los zares. Aquello ocurría en Rusia, hoy esto ocurre en Palestina.
Como dijo Wisan: "Aunque tenga miedo de las represalias continuaré insistiendo en la verdad. Porque aquel acto me hizo sentir como se sintieron los músicos judíos a los que los soldados nazis obligaban a tocar para su deleite particular en los campos de exterminio".
En el año 1971 se estrenaba la película “El violinista sobre el tejado”, basada en la novela que el escritor ruso Sholom Aleijem escribió bajo el título “Las hijas de Teyve”. El tema que interpreta el violinista en la película, se contempla como una metáfora de la vida inestable de las comunidades judías en la Rusia zarista.
Como decía Charles Darwin: “La historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia”. Años después del estreno de aquella película, en noviembre del 2004, pero con los protagonistas cambiados, un joven violinista en este caso palestino, se veía obligado a interpretar una partitura con su violín, sin que aquellos que le habían obligado a hacerlo demostraran la más mínima sensibilidad ante las notas que salían de aquellas cuerdas acariciadas por el arco. No sabemos qué partitura interpretaría aquel joven, aunque por la imagen que se acompaña bien se podría titular la escena “el violinista bajo el tejado”.
Checkpoint Beit Iba
Como dijo Wisan: "Aunque tenga miedo de las represalias continuaré insistiendo en la verdad. Porque aquel acto me hizo sentir como se sintieron los músicos judíos a los que los soldados nazis obligaban a tocar para su deleite particular en los campos de exterminio".
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