Esta composición de Federico Chueca le fue encargada por el
Círculo de Bellas Artes de Madrid en la conmemoración del
primer centenario de la Guerra de la Independencia. Su muerte,
el 20 de junio de 1908, la convirtieron en su última obra.
En ocasiones la historiografía va relegando al olvido a personajes que destacaron por sus aportaciones a la música, la literatura… o por sus acciones, en muchos casos valerosas. Los historiadores centran su mirada en personajes afamados y en hechos que, por lo general, han venido destacando otros autores anteriores, con todo lo que ello puede llevar consigo de manipulación, intencionada o no, de la historia real.
El texto de la lápida transcrito literalmente dice:
EN HONOR DE DIOS
Y MEMORIA INDELEBLE DEL HEROISMO
CON QUE LOS INVICTOS SEVILLANOS
D. JOSE GONZALEZ Y D BERNARDO PALACIOS
CORONARON SUS SERVICIOS A LA PATRIA
BAJO LA TIRANIA DE NAPOLEON
PREFIRIENDO EL CADAHALSO
A LA MANIFESTACION DE SUS COMPAÑEROS
EN 9 DE ENERO DE 1811.
DE ORDEN DEL REY
HIZO PONER EL CABILDO CATEDRAL
ESTA LAPIDA
Es lo que ha sucedido con estos dos personajes de la historia de Sevilla en los que hoy centramos nuestra atención: José González Cuadrado y Bernardo Palacios Malaver. Hombres cuya acción fue destacada en su momento, merecedora de grandes elogios y de haber sido recogida por Manuel Chaves Rey (1870-1914), escritor, periodista y cronista de Sevilla, en su obra “Pro Patria. Homenaje a los heroicos hijos de Sevilla don José González Cuadrado y don Bernardo Palacios Malaver”, editada en primera edición en 1893 y en segunda en 1894; de ser exaltada por las autoridades y sus nombres grabados en una lápida que debería recordar por siempre su existencia. Lápida que hoy no se encuentra a la vista en ningún lugar público, al parecer permanece arrumbada en alguna dependencia del Patio de los Naranjos donde estuvo ubicada.
Nos estamos refiriendo a dos héroes que no se pueden considerar anónimos pues, como hemos señalado, su acción fue recogida y reconocida y su comportamiento puedo significar un cambio para la historia, no solo de Sevilla sino de España, pero sí son excluidos de la historiografía oficial, hasta tal punto que, en la actualidad, son prácticamente desconocidos. Mas hagamos un poco de memoria de los hechos anteriores que llevaron a aquella situación.
Representación pictórica del momento de la firma del
Tratado de Fontainebleau
La, desde mi punto de vista, mal llamada “Guerra de la Independencia” pues no dejó de ser una guerra civil entre los partidarios de Fernando VII y los seguidores del rey José Bonaparte impuesto por su hermano Napoleón. Ni creo que tampoco se pueda definir como “invasión” la presencia de las fuerzas napoleónicas en territorio español.
Todo comenzó cuando el día 27 de octubre de 1807 los representantes de los gobiernos de España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, mediante el que ambas naciones se comprometían a llevar a cabo la invasión y reparto del territorio de Portugal que se había aliado con Inglaterra. En una de las clausulas de este tratado se contempla el derecho de tránsito y alojamiento de las fuerzas francesas en España. De esa manera el ejército francés ocupó de hecho algunas de las principales ciudades españolas.
El gran valedor de este acuerdo fue Manuel Godoy, Secretario de Estado de 1792 a 1798 y el hombre que realmente tomaba las decisiones de gobierno en España de 1800 a 1808.
El príncipe Fernando, hijo de Carlos IV, al conocer los planes y previendo que su ascensión al trono peligraba, aconsejado por sus seguidores, hostiles a Godoy, encabezó una conspiración contra su propio padre y acabar con el gobierno de Godoy, pero fue descubierto y juzgado en el “Proceso del Escorial”, proceso en el que el príncipe Fernando no dudó en señalar a quienes habían sido sus colaboradores, acusándoles de instigar sus actos. “Estoy my arrepentido del gravísimo delito que he cometido contra mis padres y Reyes”, fueron sus palabras, según los historiadores, con las que pidió perdón y con el objetivo de salvar sus derechos dinásticos para ascender al trono.
Todo comenzó cuando el día 27 de octubre de 1807 los representantes de los gobiernos de España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, mediante el que ambas naciones se comprometían a llevar a cabo la invasión y reparto del territorio de Portugal que se había aliado con Inglaterra. En una de las clausulas de este tratado se contempla el derecho de tránsito y alojamiento de las fuerzas francesas en España. De esa manera el ejército francés ocupó de hecho algunas de las principales ciudades españolas.
El príncipe Fernando, hijo de Carlos IV, al conocer los planes y previendo que su ascensión al trono peligraba, aconsejado por sus seguidores, hostiles a Godoy, encabezó una conspiración contra su propio padre y acabar con el gobierno de Godoy, pero fue descubierto y juzgado en el “Proceso del Escorial”, proceso en el que el príncipe Fernando no dudó en señalar a quienes habían sido sus colaboradores, acusándoles de instigar sus actos. “Estoy my arrepentido del gravísimo delito que he cometido contra mis padres y Reyes”, fueron sus palabras, según los historiadores, con las que pidió perdón y con el objetivo de salvar sus derechos dinásticos para ascender al trono.
Manuel Godoy instó a los reyes a abandonar Madrid, dirigiéndose a Cádiz y desde allí a América para, desde allí, seguir gobernando. Antes de que pudieran consumar aquella huída, al tener conocimiento de ella los seguidores del príncipe Fernando soliviantaron al pueblo de Madrid que se levantó contra el rey y Godoy en lo que se conoce como “Motín de Aranjuez”, donde Godoy fue detenido y el rey Carlos IV obligado a abdicar a favor de su hijo Fernando, que ascendía al trono con el nombre de Fernando VII.
Abdicaciones de Bayona
Ante el temor de que estos cambios pudieran afectar a los acuerdos alcanzados entre Francia y España, Napoleón hizo ir a la familia real española a Bayona. El 1 de mayo de 1808, Napoleón, obligó a Fernando VII a devolver el trono a su padre Carlos IV, quien, a continuación, la cedió a Napoleón.
José Bonaparte
El día 6 de junio nombraba a su hermano José rey de España. Fernando VII fue retenido en el castillo de Valençay (Francia), donde se dedicó a llevar la cómoda vida de lujo a la que estaba acostumbrado. Mientras, sus seguidores, hicieron posible que su figura apareciera como una víctima de Napoleón y para el pueblo español comenzó a ser “el Deseado”.
Las actuaciones, tanto de Carlos IV como de su hijo Fernando VII, cediendo la corona de España a Napoleón solo se pueden calificar como la mayor vergüenza que haya podido cometer cualquier monarquía española, y significó la división del pueblo español en dos bandos, los denominados “patriotas” que eran partidarios de Fernando VII, pese a la actitud sumisa adoptada frente al emperador francés y la traición que significó al abdicar sin resistencia; y el bando de los “afrancesados” que esperaban que la nueva dinastía representada en José I Bonaparte viniera a significar una renovación de la vida española con sus ideas liberales y progresistas que apartaran a España de las ideas ultra católicas y conservadoras, aunque para ello estuvieran condicionados al poder de una nación extranjera.
Francisco de Goya dejó para la posteridad una de sus obras
sobre aquel conflicto en el cuadro "La carga de los mamelucos".
En la imagen, en la parte superior el boceto que sirvió para pintar el cuadro definitivo.
sobre aquel conflicto en el cuadro "La carga de los mamelucos".
En la imagen, en la parte superior el boceto que sirvió para pintar el cuadro definitivo.
El 2 de mayo, cuando las fuerzas francesas se disponían a trasladar a Bayona a la infanta María Luisa y al infante Francisco de Paula, hijos de Carlos IV, se originó la primera gran revuelta contra las tropas napoleónicas, acción bélica donde destacó otro sevillano; junto al capitán de artillería Pedro Velarde y Santillana (1779-1808) y el teniente de infantería Joaquín Ruiz y Mendoza (1779-1809), por cierto otro de los grandes olvidados de aquella gesta heroica; el capitán de artillería Luis Daoiz y Torres, a quien su ciudad, Sevilla, sigue rindiéndole homenaje en la actualidad. La mayoría de los demás militares españoles permanecieron en sus cuarteles acatando las órdenes de quien era capitán general del ejército español, Francisco Javier Negrete. Al final terminaron imponiéndose los soldados franceses más disciplinados y mejor armados que aquel grupo de amotinados.
En la parte superior “Los fusilamientos del 3 de mayo en Madrid” de Goya.
Debajo Joachim Murat al frente del ejército francés en un grabado.
El 3 de mayo, con el consentimiento de los militares españoles de Madrid, Joachim Murat (1767-1815), mariscal del ejército francés llevó a cabo una gran represión que acabó con la vida de todos aquellos civiles que habían sido capturados durante la jornada anterior.
El 8 de julio de 1808 se promulga, por parte de Napoleón, el “Estatuto de Bayona”, lo que se puede considerar como primera Constitución española, aunque esto se ha reservado a la Constitución de Cádiz de 1812. Aquel texto establecía un régimen autoritario pero con el reconocimiento básico de una serie de libertades. Su promulgación es, realmente, el origen de la sublevación contra los franceses, pues las clases dominantes no estaban dispuestas a perder sus privilegios los que querían mantener aún a costa de restablecer a Fernando VII en el trono. De esa manera el pueblo español, sumido en su falta de cultura y confiando plenamente en quienes consideraba sus dirigentes fue fácilmente convencido para que se levantara en armas en toda la extensión de España. No se puede olvidar que la mayoría de aquel pueblo estaba deseando cobrarse venganza por los hechos acaecidos los días 2 y 3 de mayo en Madrid. Estos son los antecedentes de aquel alzamiento del pueblo español frente a las tropas napoleónicas, aunque la historiografía haya llenado sus páginas de leyendas y mitos para ensalzar el espíritu de independencia del pueblo español frente al invasor.
Retrato de don Nicolás Tap y Núñez de Rendón realizado
en Valencia
durante su permanencia en esa ciudad al frente de la Comisaría de
guerra.
Aunque la firma de este cuadro se borró la autoría del mismo se
atribuye
a Vicente Velázquez Querol (1761-1823), pintor valenciano.
En la
actualidad el cuadro se encuentra en los fondos de obras del
Museo de Bellas
Artes de Sevilla.
Centrémonos ahora en lo acontecido en
Sevilla, cuyo papel en el bienio 1808-1810 es prácticamente desconocido (me
remito a lo expuesto en las jornadas “Cuatro miradas sobre la Guerra de la
Independencia. Sevilla y el nacimiento de la Nación Española” organizadas por
la Fundación Lara y celebradas en Sevilla con motivo del bicentenario de aquel
conflicto, durante los días 4 y 5 de noviembre de 2008, http://www.diariodesevilla.es/ocio/expertos-reflexionan-Sevilla-Guerra-Independencia_0_199780073.html),
y lugar de residencia de aquellos dos héroes sevillanos. Desde que la noticia
de los hechos acaecidos en Madrid el 2 de mayo llegó a Sevilla y tras conocer
la abdicación de los Borbón, padre e hijo, y la designación de José Bonaparte
como rey de España, en la ciudad de Sevilla, como ocurrió en toda España, el
pueblo se dividió entre partidarios de unos y otros. Instigador de los
movimientos populares de finales de mayo de 1808, contra el nuevo régimen
impuesto por Napoleón, fue un personaje que firmaba sus escritos con el
pseudónimo “Mirtilo Securitano” y que fue conocido como “El Incógnito”. “… en número de nueve mil soldados con sus
jefes, ocupasen las plaza de San Francisco. Ocurrió esto durante la noche y, al
amanecer, el centro de la ciudad estaba totalmente lleno de tropas y de grupos
civiles, muchos de ellos armados. Se emplazó artillería frente al Ayuntamiento,
donde estaba reunido en sesión extraordinaria el cabildo municipal, presidido
por el asistente. El Incógnito dirigió la palabra al asistente exhortándole a
disolver el cabildo municipal como ilegítimo y seguidamente volver a reunirlo,
ya como representativo del nuevo régimen y, reconociendo por rey legítimo a don
Fernando VII, crear en Sevillas una Junta Suprema de Gobierno de la nación, al
margen de la autoridad de Madrid, y con el carácter y título de gobierno
verdadero de la nación española, declarar la guerra a Francia, establecer una
alianza con Inglaterra y entregar armas al pueblo para luchar contra los
franceses…” (Historia de Sevilla, José María de Mena, Segunda edición,
2014. Plaza y Janés, pag. 285). Aquel misterioso personaje no era otro que don
Nicolás Tap y Núñez de Rendón, natural de Morón de la Frontera, nacido en 1770
se desconoce el lugar y la fecha de su muerte, y autor, entre otros muchos
escritos, de unos apuntes para la Historia de España en los que se narra el
levantamiento de Sevilla en 1808.
El Conde de Floridablanca, pintado por Francisco de Goya
La Junta Central Gubernativa bajo la
presidencia del conde de Floridablanca, abandonó Madrid y se dirigió a Sevilla
donde se instaló en el Alcázar. José Moniño y Redondo había nacido en Murcia en
21 de octubre de 1728 y murió en Sevilla el 30 de diciembre de 1808. Se cuenta
que cuando llegó a Sevilla fue aclamada su presencia y la multitud quitó los
caballos de su coche remolcándolo a brazos por las calles en señal de
entusiasmo hasta el Alcázar donde quedó hospedado. Tras su fallecimiento fue
enterrado en la catedral hispalense.
Tras la batalla de Ocaña donde las
tropas francesas alcanzaron el triunfo sobre las anglo-españolas, el ejército
francés marcharía hacia Sevilla lo que significó la huida de la Junta General
hacia Cádiz. El ejército francés, al frente del que se encontraba el rey José
Bonaparte, estaba mandado por los mariscales Edouard Mortier y Claude Victor
Perrin, acompañados por el general Horace Sebastiani.
Nicolas Jean de Dieu Soult, Duque de Dalmacia
El día 1 de febrero hicieron su entrada en
Sevilla las tropas francesas bajo el mando del Mariscal Nicolas Jean de Dieu
Soult, Duque de Dalmacia sin prácticamente oposición ninguna. Como hemos
señalado la Junta había salido hacia Cádiz y todos aquellos que movían las
revueltas del pueblo contra los franceses también abandonaron la ciudad. Es de
destacar el enorme interés que el mariscal Soult demostró por las obras
pictóricas que se encontraban en las iglesias y edificios sevillanos no dudando
en utilizar el robo y saqueo de las mismas. En el Alcázar sevillano se
encontraban más de 150 obras pictóricas preparadas para su envío a Francia,
obras que en su mayoría no han sido devueltas a Sevilla, encontrándose
enriqueciendo los fondos de museos franceses y de otras ciudades españolas.
Eso no fue óbice para que el pueblo
sevillano conspirara, soterradamente, contra las fuerzas francesas, que llevó a
que se produjeran algunos incidentes en la ciudad. Es aquí donde aparece la
figura de nuestros dos héroes sevillanos al formar parte de uno de aquellos
grupos conspiradores. Don José González Cuadrado, escribano, en el que
destacaba su repulsa hacia los franceses ya desde 1808 y don Bernardo Palacios
Malaver, de oficio batihoja (batidor de oro y plata). Ambos formaban parte de
una conspiración para levantarse en armas frente a los franceses. Mas fueron
denunciados por un oscuro personaje apodado “Pantalones” al servicio de los
franceses. Denuncia que sirvió para que el jefe de policía sevillano, Miguel
Ladrón de Guevara, un afrancesado, ordenara su detención, hecho que se llevó a
cabo en Castilleja de la Cueva, desde donde fueron trasladados a la Cárcel Real.
Sometidos a interrogatorios repetidos, que podemos imaginar los métodos
utilizados en los mismos, mantuvieron en secreto los nombres de quienes
formaban aquella conspiración, entre los que había cundido el pánico al conocer
su detención. El consejo de guerra celebrado les condenó a muerte. “Su defensor, el abogado don Pablo Pérez
Seoane, les visitó en capilla y les aseguró que si daban los nombres de los
conjurados el fiscal les garantizaba el indulto, teniendo para ello
autorización del mariscal Scoult, pero Palacios Maraver no se dignó contestar y
González Cuadrado pronunció estas viriles palabras: Dos hombres nada importan
en el mundo y salvan a muchos buenos. Llevados a la plaza de San Francisco el
día 9 de enero de 1811, se ejecutó contras los dos valerosos e ilustres
sevillanos la pena de muerte en el patíbulo instalado en la plaza de San
Francisco. Se les enterró en las parroquias de San Ildefonso y de Omnium
Sanctorum de las que eran feligreses, y más tarde, terminada la guerra de la
Independencia, se les trasladó a honrosa sepultura en una capilla del Patio de
los Naranjos en el muro contiguo a la iglesia del Sagrario” (José María de
Mena, obra citada, pags. 289-290). Otros afirman que, ya en el patíbulo,
Maraver, que hasta entonces había permanecido en silencio, pronunció la frase: “La muerte es grata por no vivir entre la
canalla francesa”. Aquella acción de valor sublime solo está recordada por
esa lápida a que hemos hecho referencia, y que permanece arrumbada, una calle y
otra inscripción en la iglesia de San Ildefonso. “Nadie es profeta en su tierra”
y por los hechos acontecidos en esta ocasión al parecer, en Sevilla, aún menos.
Continuaron los franceses en Sevilla
hasta el 27 de agosto de 1812 en que fueron derrotados en la “Batalla del
puente de Triana” por las fuerzas combinadas de españoles, ingleses y
portugueses, entre las que se encontraba la “Legión de Extremadura” dirigida
por John Downie, creador de la misma formada por voluntarios extremeños para
apoyar a las fuerzas del Duque de Wellington en la guerra española. Se cuenta que era portador de la espada de
Pizarro.
Ya ha quedado reflejado mi punto de vista sobre la “Guerra de la Independencia” y la “invasión francesa”, solo me restaría añadir que conocemos bien todos los mitos creados en torno a esta contienda, pero se desconoce la realidad de la misma, lo cierto es que por mucho que se exalte el valor del pueblo español frente a los franceses, la victoria final no hubiese sido posible sin la presencia de las fuerzas inglesas comandadas por el Duque de Wellington, quien, por cierto, se benefició del expolio realizado por los franceses al recibir como “regalo” del rey Fernando VII una colección de más de 150 obras pictóricas que le habían sido requisadas al ejército francés cuando trataban de sacarlas de España.. Un “regalo” del nefasto rey Fernando VII en su retorno al trono de España y que, con su absolutismo, supuso un retroceso en el avance social y económico del pueblo español. Pero eso es ya otra historia.
Ya ha quedado reflejado mi punto de vista sobre la “Guerra de la Independencia” y la “invasión francesa”, solo me restaría añadir que conocemos bien todos los mitos creados en torno a esta contienda, pero se desconoce la realidad de la misma, lo cierto es que por mucho que se exalte el valor del pueblo español frente a los franceses, la victoria final no hubiese sido posible sin la presencia de las fuerzas inglesas comandadas por el Duque de Wellington, quien, por cierto, se benefició del expolio realizado por los franceses al recibir como “regalo” del rey Fernando VII una colección de más de 150 obras pictóricas que le habían sido requisadas al ejército francés cuando trataban de sacarlas de España.. Un “regalo” del nefasto rey Fernando VII en su retorno al trono de España y que, con su absolutismo, supuso un retroceso en el avance social y económico del pueblo español. Pero eso es ya otra historia.
María Velasco
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