En ocasiones la investigación historiográfica te depara sorpresas que no por agradables resulta incomprensible el olvido en que han quedado sumidos insignes hijos de Sevilla. Si recientemente nos hemos hecho eco de las vidas de dos de ellos, destacados en actividades tan dispares como la música, Fernando Palatín y Garfía, y la ingeniería e investigación, Otto Engelhardt, hoy hemos de traer a estas páginas a otra gran violinista sevillana prácticamente desconocida en el acervo popular, nos referimos a Dolores Domínguez Palatín, conocida como Lola Palatín. Una mujer que cambió loor y gloria por su arte en la ejecución de obras musicales con su violín por el cuidado a su esposo y sus hijos, sin que ello significara el abandono de su arte como luego veremos. Gracias a la labor investigadora de Consuelo Pérez Colodrero, de la Universidad de Granada, hoy conocemos algunos retazos de su historia.
Dolores Domínguez Palatín nació en 1889 en Sevilla, en el seno de una de las más afamadas familias de músicos en Europa desde hacía ya más de tres siglos. Una saga de músicos elogiada por muchos críticos de la época y reconocida por historiógrafos de distintas épocas. De ella dice Saldoni en su “Diccionario biográfico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles (1868-1881”, Tomo III, pág. 191: “Hay que hacer notar que en la familia Palatín pasa de tres siglos que siempre hay algún individuo de ella que es músico notable, y que, por consiguiente, es tal vez la más antigua de Europa en el arte filarmónico”. En los mismos o parecidos términos aparecen referencias a la saga Palatín en las obras de Francisco Cuenca Benet, “Galería de músicos andaluces contemporáneos”, La Habana: Cultural, S.A., 1927, pag 229; Joaquín Turina, “La música andaluza”, Sevilla: Alfar, 1982. págs. 74-77; Antonio Martín Moreno, “Historia de la música andaluza”, Sevilla: Editoriales Andaluzas Reunidas; 1985, pág. 325; y Mariano Pérez, “Diccionario de la música y los músicos”, 3 vols. Madrid: Istmo, 1990, vol. 3, pág. 12. Y como decíamos, es dentro de esta saga familiar donde Dolores Domínguez Palatín vino al mundo. La exhaustiva investigación del profesor Ángel Medina Álvarez para la edición de “Diccionario de Música (Sevilla, 1818) Fernando Palatín”, Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones: Oviedo, 1990, sobre esta familia musical abunda en la dificultad de encarar la investigación sobre la misma por la falta de referencias bibliográficas y biográficas, como figura en el apartado VI de su Estudio Preliminar, en el apéndice del cuál leemos: “Palatín, Dolores: Violinista, nacida en Sevilla a fines del siglo XIX. En las primeras décadas del siglo XX cosechó notables éxitos como ejecutante. Sobrina de Palatín y Garfías, estaba casada con el escultor Jacinto Higueras…” Mas en los datos aportados por los descendientes directos de Fernando Palatín aparece esta referencia: “Andrés Palatín Palma (Ceuta, 1807 – Sevilla, 1866). Músico mayor y fundador de la Banda de Asilo de Mendicidad de San Fernando (posteriormente, Banda Municipal de Sevilla) en 1846. Se casó con Isabel Moreno y tuvo al menos 2 hijos: Fernando y Antonio Palatín Moreno. Falleció en 1866…” Lo que genera la duda de la ascendencia de Dolores Domínguez Palatín.
Dolores Domínguez Palatín nació en 1889 en Sevilla, en el seno de una de las más afamadas familias de músicos en Europa desde hacía ya más de tres siglos. Una saga de músicos elogiada por muchos críticos de la época y reconocida por historiógrafos de distintas épocas. De ella dice Saldoni en su “Diccionario biográfico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles (1868-1881”, Tomo III, pág. 191: “Hay que hacer notar que en la familia Palatín pasa de tres siglos que siempre hay algún individuo de ella que es músico notable, y que, por consiguiente, es tal vez la más antigua de Europa en el arte filarmónico”. En los mismos o parecidos términos aparecen referencias a la saga Palatín en las obras de Francisco Cuenca Benet, “Galería de músicos andaluces contemporáneos”, La Habana: Cultural, S.A., 1927, pag 229; Joaquín Turina, “La música andaluza”, Sevilla: Alfar, 1982. págs. 74-77; Antonio Martín Moreno, “Historia de la música andaluza”, Sevilla: Editoriales Andaluzas Reunidas; 1985, pág. 325; y Mariano Pérez, “Diccionario de la música y los músicos”, 3 vols. Madrid: Istmo, 1990, vol. 3, pág. 12. Y como decíamos, es dentro de esta saga familiar donde Dolores Domínguez Palatín vino al mundo. La exhaustiva investigación del profesor Ángel Medina Álvarez para la edición de “Diccionario de Música (Sevilla, 1818) Fernando Palatín”, Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones: Oviedo, 1990, sobre esta familia musical abunda en la dificultad de encarar la investigación sobre la misma por la falta de referencias bibliográficas y biográficas, como figura en el apartado VI de su Estudio Preliminar, en el apéndice del cuál leemos: “Palatín, Dolores: Violinista, nacida en Sevilla a fines del siglo XIX. En las primeras décadas del siglo XX cosechó notables éxitos como ejecutante. Sobrina de Palatín y Garfías, estaba casada con el escultor Jacinto Higueras…” Mas en los datos aportados por los descendientes directos de Fernando Palatín aparece esta referencia: “Andrés Palatín Palma (Ceuta, 1807 – Sevilla, 1866). Músico mayor y fundador de la Banda de Asilo de Mendicidad de San Fernando (posteriormente, Banda Municipal de Sevilla) en 1846. Se casó con Isabel Moreno y tuvo al menos 2 hijos: Fernando y Antonio Palatín Moreno. Falleció en 1866…” Lo que genera la duda de la ascendencia de Dolores Domínguez Palatín.
a la derecha José White.
Debajo recorte de prensa de "La Época", 7 de mayo 1901
Lo que sí está claro es que Dolores estudió en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid donde fue alumna de Antonio Fernández Bordas y de Pilar Fernández de la Mora, según se refleja en el recorte de prensa del diario “La Época” de 7 de mayo de 1901. Adolfo Salazar en su ensayo “Música contemporánea de España” (1930), señala que Dolores estuvo en París donde recibió clases del afamado violinista cubano José White Lafitte (José Blanco White). En 1917, obtuvo Diploma de Honor y Premio Ordinario Sarasate de violín del Conservatorio de Madrid.
A la izquierda, la Infanta María de la Esperanza;
en el centro, Julia Parody; a la derecha Luisa Menárguez
Comenzó así su carrera pública como concertista que le llevó a alcanzar grandes éxitos, compatibilizando los mismos con clases a varias alumnas, entre las que se encontraba la Infanta María de la Esperanza de Borbón, en su domicilio de Madrid, según ella misma manifestó. Del 3 de enero de 1917 es la reseña aparecida en el “Heraldo de Madrid” en la que señala el éxito obtenido junto a Julia Parody (pianista) y Luisa Menárguez (arpista) en la interpretación de un concierto para piano, arpa y violín de Mozart, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En la misma velada, las tres artistas interpretaron, individualmente, con sus instrumentos otras obras clásicas con las que arrancaron clamorosos aplausos.
Lola Palatín continuó su exitosa carrera en los salones de París, Italia, Alemania y España, hasta que un inesperado acontecimiento vino a cambiar su vida. Pero dejemos que sean sus propias palabras quienes lo relaten, palabras entresacadas de la entrevista que le realizó el periodista Antonio Otero Seco, publicada en el Heraldo de Madrid el 7 de enero de 1930, en su serie “Los artistas vistos por sus modelos – Jacinto Higueras y su esposa-modelo”. A la pregunta del periodista: “¿A quién conoció antes, señora, al hombre o al escultor? Lola Palatín respondía: “Al hombre. Fue de un modo interesante. Verá usted. Concha y yo vivíamos solas. Ella explicaba unas clases de bachillerato y yo daba lecciones de violín a varias discípulas, entre ellas a la infanta Esperanza. Una hija de don Cristóbal Ruiz venía a casa, acompañada de su mamá, para que Concha le diera clase de las asignaturas que cursaba en el Instituto. Por ese motivo la señora de Cristóbal Ruiz y yo llegamos a tener una amistad muy afectuosa. Un día se celebraba en el Ateneo una exposición de obras de Ruiz, y, Concha y yo fuimos a verla. Después, con la esposa del artista, subimos al salón alto, donde había un concierto importante de piano y violín. Delante de nosotras había un hombre que llamó mi atención. Fíjate –le dije a Concha-, tiene tipo de artista y de tener mal genio. ¿Quién será? Y la esposa de Cristóbal Ruiz, que me había oído, me dijo quién era. “¿Pero no le conoce usted? ¡Si es Jacinto Higueras, el escultor que acaba de ganar la medalla de oro en la última Exposición Nacional! El pobre es viudo, con tres hijos. Está solo, y él y los hijos como abandonados. Adora el violín y la buena música. Se lo tengo que presentar.” A los pocos días estuvieron ella y su marido con él en mi casa. Quiso oírme tocar…” “Y tocaste el “Aria de Bach. Con el violín me conquistaste” – puntualizaba su esposo Jacinto Higueras.
Lola Palatín continuó su exitosa carrera en los salones de París, Italia, Alemania y España, hasta que un inesperado acontecimiento vino a cambiar su vida. Pero dejemos que sean sus propias palabras quienes lo relaten, palabras entresacadas de la entrevista que le realizó el periodista Antonio Otero Seco, publicada en el Heraldo de Madrid el 7 de enero de 1930, en su serie “Los artistas vistos por sus modelos – Jacinto Higueras y su esposa-modelo”. A la pregunta del periodista: “¿A quién conoció antes, señora, al hombre o al escultor? Lola Palatín respondía: “Al hombre. Fue de un modo interesante. Verá usted. Concha y yo vivíamos solas. Ella explicaba unas clases de bachillerato y yo daba lecciones de violín a varias discípulas, entre ellas a la infanta Esperanza. Una hija de don Cristóbal Ruiz venía a casa, acompañada de su mamá, para que Concha le diera clase de las asignaturas que cursaba en el Instituto. Por ese motivo la señora de Cristóbal Ruiz y yo llegamos a tener una amistad muy afectuosa. Un día se celebraba en el Ateneo una exposición de obras de Ruiz, y, Concha y yo fuimos a verla. Después, con la esposa del artista, subimos al salón alto, donde había un concierto importante de piano y violín. Delante de nosotras había un hombre que llamó mi atención. Fíjate –le dije a Concha-, tiene tipo de artista y de tener mal genio. ¿Quién será? Y la esposa de Cristóbal Ruiz, que me había oído, me dijo quién era. “¿Pero no le conoce usted? ¡Si es Jacinto Higueras, el escultor que acaba de ganar la medalla de oro en la última Exposición Nacional! El pobre es viudo, con tres hijos. Está solo, y él y los hijos como abandonados. Adora el violín y la buena música. Se lo tengo que presentar.” A los pocos días estuvieron ella y su marido con él en mi casa. Quiso oírme tocar…” “Y tocaste el “Aria de Bach. Con el violín me conquistaste” – puntualizaba su esposo Jacinto Higueras.
En junio de 1922 contrajo matrimonio con el escultor Jacinto Higueras Fuentes, que había quedado viudo en junio de 1919 por la muerte de su esposa Juana Cátedra Segura. A partir de ese momento, Dolores, abandonó aquella carrera de éxitos por los que transitaba su vida como violinista.
En la fotgrafía de la izquierda: de izquierda a derecha, Jacinto, hijo, Jacinto Higueras Fuentes,
Modesto, Lola Domínguez Palatín, Luis, y delante
Augusto y Andrés (1927)
En la de la derecha: A la izquierda, Jacinto, hijo junto a su padre Jacinto Higueras
quien sostiene a Mari Lola en sus brazos, y Luis a la derecha de la imagen.
Delante Andrés, con la cabeza bajada junto a su hermano Augusto
De la autobiografía de Jacinto Higueras Cátedra, hijo, extraemos el siguiente párrafo: “Mi padre se volvió a casar en junio de 1922 con Lola Domínguez Palatín, una extraordinaria violinista que lo dejó todo y ejerció de madre entrañable con los tres hijos que aportaba mi padre al matrimonio: Modesto, Luis y yo. Pasado el tiempo la familia aumentó en tres hijos más: Augusto, Andrés y Mari Lola, formando un equipo de hermanos que hemos estado unidos siempre por un sentimiento fraternal nada común. El fallecimiento de nuestro hermano Andrés, en junio de 1935, niño de extraordinaria personalidad y gran músico, marcó con tristes recuerdos esta etapa de mi juventud.”
Algunos de los asistentes a las veladas musico-culturales en el
domicilio de la familia Higueras-Domínguez.
1. Juan Ruiz Casaux 2. Julia Parody 3. García Lorca
4. Joaquín Turina 5. María Lejárraga 6. María Rodrigo
7. José Cubiles 8. José María Guervós
Aunque, como ella misma señalaba, no dejó de lado por completo su pasión por el violín con el cual seguía interpretando las melodías de sus compositores favoritos pero sólo en el ámbito familiar, amenizando las horas de trabajo de su esposo o las veladas artísticas que con frecuencia celebraban en su domicilio, como queda reflejado en el diario “La Libertad” del 26 de julio de 1933, “El escultor Jacinto Higueras o la sinceridad artística” donde se cita la presencia de Turina, Cubiles, García Lorca, María Rodrigo, María Lejárraga… y en la que Lola Palatín ejecutó obras de Turina, María Rodrigo, Falla, Albéniz y García Lorca intervino tocando el piano y cantando algunas de sus composiciones literarias. O la fiesta celebrada con motivo del nacimiento de Mari Lola, recogida en “El Imparcial” de 30 de octubre de 1930, en la que estuvieron presentes, además de algunos de los ya reseñados, el gran violoncelista Ruiz Cassaux, el maestro Guervos, la cantante Crisena Galatti…
Después del nacimiento de su hija Mari Lola, Dolores retomó su actividad pública como violinista en donde llegó a participar con los más destacados miembros de la cultura andaluza del momento, como lo reflejan las noticias aparecidas en distintos medios de comunicación, donde de nuevo alcanzó los aplausos del público con sus interpretaciones.
Del 4 al 18 de junio del 1932 Joaquín Turina compuso “Variaciones Clásicas opus 72” que dedicó a Lola Palatín con estas palabras: “A Lola Palatín de Higueras en fraternal ofrenda de gratitud y afecto”, escritas de su puño y letra como se aprecia en la imagen que acompaña a este texto. La obra fue estrenada, posiblemente en otoño de aquel año, en el Ateneo de Madrid interpretada por el violinista Manuel Pérez Díaz.
Del 4 al 18 de junio del 1932 Joaquín Turina compuso “Variaciones Clásicas opus 72” que dedicó a Lola Palatín con estas palabras: “A Lola Palatín de Higueras en fraternal ofrenda de gratitud y afecto”, escritas de su puño y letra como se aprecia en la imagen que acompaña a este texto. La obra fue estrenada, posiblemente en otoño de aquel año, en el Ateneo de Madrid interpretada por el violinista Manuel Pérez Díaz.
En septiembre de 1937, y con carácter privado, Lola Palatín junto a Julio Francés, John Milanés con sus violines, Conrado del Campo (viola) y Juan Ruiz Cassaus (violonchelo), estrenarían la obra de Joaquín Turina “La mocita del barrio”, que el autor había dedicado a John H. Milanés, Cónsul Británico en Madrid. Y en cuya residencia tuvieron continuidad aquellas veladas culturales y artísticas que el matrimonio Higueras-Palatín celebraba en su domicilio.
Mari Lola Higueras Domínguez
Años más tarde, en 1945, Joaquín Turina dedicó una de sus obras, “Opus 100 Tema y variaciones” a Mari Lola Higueras Palatín, compuesta a raíz de haberla escuchado tocar el arpa, instrumento en el que sobresalía su talento. La dedicatoria de Turina dice: “A Mari-Lola Higueras y que estas variaciones sirvan de primer escalón para una carrera gloriosa. Con todo cariño J.T.”. Carrera que se vería coronada por el éxito como se pudo apreciar en el concierto de su presentación en el Ateneo de Madrid en junio de 1950, según recoge el diario ABC en su edición del 14 de junio de ese año, en el que interpretó obras de Haendel, Scarlatti, Mateo Albéniz, Guridi, Torunier… y “Fantasía” de Saint-Saëns, que lo hizo junto a su madre, Lola Palatín, al igual que “El Cisne”, del mismo autor, con la que correspondió a los aplausos del público.
Recientemente, gracias a la labor de investigación de Elisa Rapado Jambrina, excelente pianista y gran musicóloga, ha sido sacada a la luz otra composición musical dedicada a Lola Palatín, la realizada por el compositor burgalés Antonio José Martínez Palacios (Antonio José). La pieza lleva por título “Apasionadamente” escrita para violín y piano y firmada por su autor el 8 de enero de 1924 en Madrid. En su primera página aparece una dedicatoria “A la eminente violinista Sra. Palatín”. Según expone Elisa Rapado en su artículo “El lirismo de la voz popular – Canciones, piezas para piano y música de cámara” publicado en la revista Sherzo, núm. 324, diciembre 2016: “El hecho de que la parte pianística sea un poco más sencilla que la de las piezas solistas escritas por Antonio José en este mismo periodo invita a pensar en la posibilidad de que el autor pensara en acompañarla él mismo centrando su atención en la comodidad de la violinista, tanto en términos de un cuidado balance sonoro como la libertad agógica. El propio Antonio José cita la pieza en la lista de composiciones que aparece en la biografía que envió a Enrique Fernández Arbós en mayo de 1924. La partitura, conservada en el Archivo de Burgos, ha estado incompleta hasta septiembre de 2016, momento en el que aparecieron las dos últimas páginas del manuscrito.” Es posible, añado yo por mi parte, que el asesinato de Antonio José, a manos del ejército sublevado, el día 9 de octubre de 1936 truncara aquel deseo del autor de estrenar su obra junto a Lola Palatín. Una muerte precedida de una detención llevada a cabo el día 7 de agosto de aquel 1936 junto a su hermano Julio, maestro, que sólo se justifica por las represalias sin sentido llevadas a cabo por el nacionalcatolicismo contra todo lo que significara progreso, libertad y cambio, pues como el mismo se definía: “Confieso sinceramente que de política no entiendo una palabra, sin embargo no puede sernos indiferente el descontento que sentimos ante este estilo de vida política”. De nada sirvieron las diversas intervenciones que hicieron personas allegadas a la Iglesia, como fue el P. Beovídes que había sido profesor suyo, ni de otras personalidades allegadas al nuevo régimen. Fue fusilado, como hemos señalado, el día 9 de octubre en la localidad de Estépar, cercana a la ciudad de Burgos, junto a otros veintitrés presos.
Arriba, a la izquierda, los tres hermanos Higueras Cátedra, a la izquierda Modesto,
en el centro Jacinto y a la derecha Luis.
En la imagen central superior Modesto Higueras en su época en "La Barraca".
A la derecha, Jacinto Higueras en su taller modelando el busto de su padre.
Debajo una imagen del elenco del grupo de teatro "La Barraca", en la parte
inferior, sentado, Jacinto Higueras fumando en pipa
en el centro Jacinto y a la derecha Luis.
En la imagen central superior Modesto Higueras en su época en "La Barraca".
A la derecha, Jacinto Higueras en su taller modelando el busto de su padre.
Debajo una imagen del elenco del grupo de teatro "La Barraca", en la parte
inferior, sentado, Jacinto Higueras fumando en pipa
Escribir sobre Lola Palatín hace inexcusable escribir sobre su familia. Una familia donde el arte siempre estuvo presente en muchas de sus manifestaciones. El matrimonio, Jacinto y Lola, además de destacados artistas en la escultura y el violín, respectivamente, llegaron a participar en teatro de aficionados formando parte del club Anfístora, junto a García Lorca y otros. Tanto Modesto como Jacinto formaron parte del grupo de teatro La Barraca dirigido por Federico García Lorca y Eduardo Ugarte, cuya andadura tuvo su final con la muerte de Federico. Modesto, tras la finalización de la guerra civil española, prosiguió su actividad teatral como director de escena. Luis, el segundo de los hermanos, comenzó su andadura como escultor, siguiendo los pasos de su padre, labor que abandonaría para instalar una farmacia en su pueblo natal. Jacinto continúo ligado al mundo del teatro y del cine, colaborando, a la vez, con su padre en el taller de escultura, hasta el año el año 1942 que se independizó de él, alcanzando la fama y el prestigio de su padre.
Los tres hijos de Jacinto Higueras Fuentes y Lola Palatín, Augusto, Andrés y Mari Lola se inclinaron hacia el mundo de la música, en donde Andrés pronto destacaría como un niño prodigio con el piano, mas su temprana muerte a la edad de nueve años truncó la que podía haber sido una brillante carrera como pianista y sumió a la familia en la más profunda tristeza. De él realizaría su padre un busto en cuya base figura la siguiente leyenda: “Andresito Higueras que se fue a la edad de nueve años como una estrella de fulgor perenne al cielo de donde vino su alma para ser milagro fugaz e infinita armonía”.
Dolores Domínguez Palatín (Lola Palatín) falleció en Madrid el 18 de mayo de 1971 y pese a su rancio abolengo familiar, a sus grandes dotes como violinista y a sus relaciones con la alta sociedad y el mundo de la cultura, tanto española como andaluza, durante toda su vida, Lola es una perfecta desconocida en el mundo de la cultura musical.
María Velasco
Muchas gracias
ResponderEliminarLola Dominguez Palatin fue hija de Dolores Palatin Torres que fue hermana de Andres Palatin Torres.
ResponderEliminar¡Qué orgullo ser hijo,sobrino y nieto
ResponderEliminarde esta familia de grandes artistas!
Una deuda pendiente que tiene España
es no saber difundir debidamente los
Nombres e historias de los artífices del mundo de la cultura,la música y el
arte que ha tenido este país.
!TOTALMENTE DE ACUERDO¡ Soy Pablo González García, madrileño, y fui el último alumno de mi querida profesora, doña Lola Palatín de Higueras. En el Ateneo de Madrid, fui la persona que pasó las páginas del recital que hizo la Sta. Mari-Lola higueras Palatín en el Ateneo madrileño. En ese momento contaba 17 años (1950). !Qué tiempos aquellos¡
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